De nuestro archivo

La historia que precedió al show de Julio Iglesias en Pergamino


 Julio Iglesias y Carlos Lujn Del Valle en Pergamino el 12 de junio de 1978 horas antes del show (CARLOS LUJAN DEL VALLE)

'' Julio Iglesias y Carlos Luján Del Valle en Pergamino el 12 de junio de 1978, horas antes del show. (CARLOS LUJAN DEL VALLE)

El cantante español se presentó en nuestra ciudad el 12 de junio de 1978. Carlos Luján Del Valle, el hombre que tomó la arriesgada decisión de traerlo, recordó la historia detrás de ese show que no fue un éxito ni mucho menos.


El 12 de junio de 1978 era lunes. Y actuaba Julio Iglesias en Pergamino. No fue un éxito ni mucho menos para el productor que se animó a tamaña empresa. Sin embargo hay una historia detrás de esa actuación que merece ser recordada y para ello, nada mejor que el relato en primera persona de Carlos Luján Del Valle, el hombre que tomó la arriesgada decisión de traer a la ciudad al cantante español que estaba en la cumbre de su carrera.

Cuando se cumplieron 25 años de aquel hecho, en 2003, el propio Del Valle contó la historia a LA OPINION diciendo: “En Argentina, era el año del Mundial. No recuerdo cómo y por qué tuve la idea de traer a mi ciudad a Julio Iglesias, que estaba en su mejor momento. Tampoco recuerdo cómo se me ocurrió pagar veinte mil dólares por su actuación, aunque sí sé que en el Alvear Palace Hotel tenía su oficina y vivienda estable el representante Alfredo Capalbo, apodado en ese entonces ‘el ligero de Quilmes’, quien me aceptó como seña ni más ni menos que el 50 por ciento del valor del contrato: diez mil dólares.

“Cuando llegué a Pergamino e hice el anuncio, nadie podía creerlo; solamente yo estaba totalmente convencido que ‘la empresa’ estaba en marcha y había que ponerse a trabajar. “El primer tema fue analizar el valor de la entrada. Y fue el primer y más grande error. Como después comprobé, este detalle es el que suele ser fundamental para el éxito de un espectáculo, pero lo oneroso del contrato me hacía hacer números grandes, a tal punto que, como ocurre hoy, empezamos ilusionándonos con comprarnos una casa, después con cambiar el auto, seguimos bajando nuestras pretensiones esperando salir hechos y terminamos sobre el final del sueño mágico conformándonos con pagar las pérdidas con el próximo número. Igual que con la quiniela.

“Como decía, el precio de la entrada confinó la ilusión de llenar el gimnasio del Club Argentino. Para colmo, entre los colmos de esta historia que recién va en sus tramos iniciales, a un periodista de Pergamino se le ocurrió publicar cartas de lectores comparando el precio de la entrada de Julio Iglesias en Pergamino, con el valor de la mejor expresión artística internacional, que para entonces se presentaba en el Teatro Colón de Buenos Aires. Según el periodista, que utilizaba un nombre supuesto (no el de él), la entrada de Julio Iglesias era mucho más cara. Yo publicaba avisos inmensos auspiciados por una marca de gaseosas pagando caro (gracias a ‘Carlitos’ Couto que fue uno de los pocos que me apoyaron) y una carta de lectores opinaba lo contrario, sin riesgo empresario alguno y sin costo de publicación”.

Julio Iglesias no sabía

“Faltaban pocos días para que Julio Iglesias actuara en Pergamino y la boletería se movía muy lentamente. Un empresario de maquinarias agrícolas, que se decía muy amigo mío, intentó ayudarme y me encargó treinta entradas. Amén de esa ayuda, inició un comentario que me sorprendía. Según sus amigos, él era quien traía a Julio Iglesias a Pergamino. Hugo, así se llamaba, una semana antes me devolvió 20 de las entradas y como no había pagado las retiradas, abonó solamente las diez confirmadas. Fue el balde de agua que terminó de conmoverme y hasta el día de la actuación no apareció ni siquiera para alentarme. Eso sí, enterado del ágape que contraté en La Rural (su concesionario era Pelusa) previo al festival, apareció con su hija Susana y la máquina de hacer fotos ¡Cómo se iba a perder esa...!.

“En tanto, en medio del caos que avizoraba, intenté abonar la cena que costaba una fortuna por medio de terceros. Un fabricante de ropa, enterado de mi inquietud, me envió un emisario ofreciendo su quinta y la sola presencia pergaminense de su esposa, sus hijas y yo. Como contra oferta, le mencioné que le llevaba a cenar a Julio Iglesias a su casa si me compraba por lo menos 20 entradas para las obreras de la fábrica.

“Su respuesta fue que ya ‘todas habían comprado’. La mía llevar a Julio Iglesias al restaurante ruralista y no regalar presencias a nadie. Mucho menos la de Julio Iglesias. Recuerdo que apenas llegó Julio Iglesias me apartó y asombrado comentó: ‘Me dijeron antes de salir que Pergamino quedaba a 80 kilómetros de Buenos Aires y sin embargo no llegábamos nunca...’.

“Más de una vez Hugo Apesteguía me mencionó que en ese entonces sentía admiración por mí, por el coraje de haber intentado tamaña empresa. Lo que Hugo como todo Pergamino ignoraba es que, más allá del costo económico de la gestión, lo que me costó a mí y a mi mujer como sufrimiento”.

Pagar 72 horas

“El contrato firmado con Alfredo Capalbo, mencionaba que el saldo de diez mil dólares para que actuara Julio Iglesias en Pergamino debía abonarse el día viernes 9 antes de la hora 24. Faltaban apenas 72 horas para la presentación de Julio Iglesias y se habían vendido solo 600 entradas de las 1.500 previstas. Sin embargo, los dólares para saldar ya los tenía.

“Un ‘gallego’, entonces gerente del Banco Ganadero, amantísimo de su compatriota, me pagó en descubierto la cifra, esperando que el martes siguiente, con lo recaudado, cancelara. Lo llamo a Alfredo Capalbo y le menciono que llegaba después de las 15:00 a su hotel a fin de abonar la diferencia. Capalbo, en un tono de notoria confianza me expresa: ‘No te apures, esta noche actúa Julio Iglesias en el Opera. Traé la plata a la noche y de paso mirás la actuación’.

“A las cinco de la tarde, con un Renault 4 S flamante, que le había adquirido a Rombocar, partimos con mi esposa rumbo a la Capital. Dejamos el auto en un garage de la avenida Corrientes y enfilamos hacia el Opera. Había cola para entrar. Pregunté por Alfredo Capalbo y al rato nos hacía pasar a los fondos del escenario, detrás de un inmenso telón para ver bien de cerca a Julio Iglesias y Las Trillizas de Oro. Realmente fue impactante para mí y mi mujer tener semejante privilegio.

“Aunque lo ‘mejor’ vendría después. Faltaban escasos minutos para el final del show y Capalbo se acerca a nosotros y me indica: ‘Ustedes vayan saliendo que esto ya termina... espérenme en el bar de enfrente que yo me cruzo y me pagás’. Así hicimos. En el bar pedimos un café y esperamos; la gente comenzó a salir; la función había terminado. Pasaron quince minutos, media hora. Las luces del hall del teatro comenzaron a apagarse y una densa niebla surcaba la avenida Corrientes. Con mi esposa nos cruzamos al Opera y mientras un hombre de mediana edad cerraba con cortinas metálicas parte del lugar, atiné a preguntarle: ¿No vio a Julio Iglesias o a su representante?. El tipo respondió: ‘Hace media hora que se fueron en el auto que tenían en el subsuelo’. La miré a mi mujer y con expresión casi fúnebre le dije: nos

ca.....”.

Antonio Aboud me salvó

“La niebla era casi impenetrable. A las tres de la mañana, decidimos parar en Pilar a dormitar, aunque en mi mente bailoteaba la traviesa figura de Capalbo y la sonrisa de más de un pergaminense cuya apuesta más segura era un trofeo tan común en gran parte de nosotros, ‘localistas sin freno’: Julio Iglesias no viene.

“Eran las 9 de la mañana del sábado y media hora más tarde recibo un telegrama colacionado en mi domicilio: ‘No habiendo abonado el saldo de diez mil dólares por la actuación de Julio Iglesias, rescindo contrato, etcétera, etcétera.

“Si todo quedaba así, Julio Iglesias no iba a actuar. Yo tenía que devolver las seiscientas entradas vendidas. Capalbo se quedaba con la seña y Julio Iglesias jamás se iba a enterar que su show había sido vendido en Pergamino. Una estafa perfecta, del tipo a las que Alfredo Capalbo estaba acostumbrado. Sin embargo, hubo una instancia decisoria.

“Con el alma por los pies, toqué timbre en la casa del doctor Antonio Aboud y le conté mi historia. Llevaba el contrato original y el telegrama de Capalbo. Antonio sonrió y alenté una esperanza...

“El intrépido abogado redactó un telegrama. En él se ponía a disposición de Capalbo el dinero en mi domicilio y se alertaba que la no actuación configuraba una estafa. ¿Qué me había salvado? Según me comentaba el doctor Aboud, al no mencionar el contrato el lugar de pago, el mismo debía efectuarse en el domicilio del deudor, que era yo. A las cuatro de la tarde de ese sábado, Capalbo me llamó telefónicamente y me mencionó que me esperaba el lunes (día de la actuación) para abonar el saldo. El doctor Antonio Aboud me había salvado.

“Setecientas personas pagaron su entrada para ver a Julio Iglesias. La pérdida, demasiado considerable para la época fue financiada por el Banco Ganadero en canje por publicidad. Pero esa... es otra historia”.


Otros de esta sección...
BuscaLo Clasificados de Pergamino y su región
Buscar en Archivo
Tapa del día
00:00
15:42
Errores:  0
Pistas:  38

Tu mejor tiempo:
12:07
Registrate o Ingresá para poder guardar tus mejores tiempos.

Nueva Partida
1 2 3 4 5 6 7 8 9
Editorial
Funebres
Perfiles Pergaminenses
Lejos del pago
Farmacias de turno

LO MÁS LEÍDO