Un hito que nos pertenece: a 30 años del salvataje del Diario

El 23 de este mes se cumplieron 30 años del renacimiento de LA OPINION, la empresa periodística insignia de Pergamino, fundada por don Enrique Venini en 1917.

Como toda trayectoria de más de 100 años, en la historia de LA OPINION hay hitos, momentos bisagra. En esta semana, el día 23, se cumplieron 30 años del renacimiento de la empresa periodística insignia de Pergamino, fundada por don Enrique Venini en 1917. Y ese renacer vino precisamente a consecuencia de haber pasado, horas antes, por un estado terminal, cual enfermo comatoso. Era 1989 y Argentina atravesaba el polo negativo de su economía pendular: inflación de más del 100 por ciento mensual, una moneda -el austral- debilitada y la consecuente crisis política que antecede, acompaña y se estrella con cada crisis económica.

Había llegado a su estrepitoso final el mandato de Raúl Alfonsín, y el 8 de julio, en medio de esta sucesión de hechos que hoy rescatamos de nuestro archivo, asumía un patilludo Carlos Saúl Menem. Todos recordarán las sensaciones de incertidumbre -y en algunos casos pánico- que imperaban en el ánimo de los argentinos en aquellos días.

En ese marco es que el Diario llegaba a un punto de inflexión y se dirigía así a sus lectores en la edición del miércoles 5 de julio: “La empresa editora de LA OPINION ha dispuesto suspender la salida habitual de sus ediciones a partir de mañana jueves y por breve lapso, a afectos de practicar una reestructuración administrativa y funcional que posibilite superar la dificultades de orden financiero y económico que últimamente han afectado su normal desenvolvimiento y provocado trabas en su accionar interno. La participación de nuevo capital accionario permitirá afrontar requerimientos de carácter ineludible que, sin duda, facilitarán la continuidad normal de las actividades periodísticas de esta publicación que, a lo largo de 72 años, de permanente contacto con Pergamino, sus necesidades y aspiraciones, se ha convertido en un elemento inseparable de su desenvolvimiento”.

Ese “breve lapso” serían 18 días y ese “nuevo capital” era Hugo Eduardo Apesteguía, secundado por la idoneidad de José Rafael Picone, que dejó el Semanario El Tiempo para sumarse a aquella patriada y desde entonces es socio gerente de LA OPINION.

La reaparición en las calles se daría con la edición dominical del 23 de julio de 1989. Esta es la fecha en que LA OPINION volvió a nacer y a la vez vio nacer una nueva sección que se convertiría tal vez en la más entrañable, que ha permitido constituir la más completa y única compilación de biografías de esos ilustres anónimos que la Historia no graba a fuego: los Perfiles Pergaminenes.

A continuación, el artículo editorial con que se retomó el contacto con los lectores y se brindaban las explicaciones debidas. Y como en este país vivimos cíclicamente, puede ser claramente apreciado en el texto que el cuadro de situación de entonces se asemeja mucho al actual para la industria periodística.

LA OPINION, 23 de julio 1989

El ejemplar que usted tiene en sus manos, estimado lector, es el fruto de una vocación de servicio que nació 72 años atrás, cuando don Enrique Venini se lanzaba a la patriada de colocar un medio de difusión, penetrante, abierto a toda manifestación de la misma comunidad que ayudó a que naciese y se nutrió de él.

La vida es una constante mutación. Un desafío que se enfrenta minuto a minuto. Pero lo que le da carnadura, vigencia, solidez, son los pilares éticos y molares con que se desarrolla un modo de vivir. Esto sirve tanto para los hombres como para los periódicos. La transformación de los hechos cotidianos en una energía constante y avasalladora siempre corre por los cauces de los principios sólidos, tradicionales. A la hora de la duda o del vértigo frente a las decisiones que deben tomarse al instante, la vara con que se miden los rumbos a tomar siempre está regida por lo más profundo de las convicciones.

He aquí algunas de las razones por las cuales este reencuentro entre LA OPINION y sus lectores, ese lazo de unión con más de siete décadas, se anuda con mayor fuerza y se estrechan los mensajes implícitos y explícitos que hacen a la doble relación afectiva entre estas hojas escritas y la comunidad que las recibirá.

Corroída por los vientos de una crisis sin precedentes en nuestra tierra, la industria editorial argentina enfrenta hoy la hora de su supervivencia y el interrogante de hasta dónde llegará esa supervivencia. A LA OPINION -ya se ha dicho anteriormente- esta misma crisis también la envolvió y la hizo tambalear. Se intentaron titánicos esfuerzos para sacarla del marasmo donde se hundía, pero ya se sabe que la debilidad se potencia a sí misma y va minando, en progresión geométrica, las fuerzas interiores.

Fue entonces cuando se tomó la decisión -dura, extrema- de suspender la salida a la calle, permitir el ingreso de nuevos capitales y renovar la actitud empresaria con que se venía sosteniendo hasta ahora.

Paradójicamente, el cierre transitorio de nuestro diario por problemas de reestructuración general, necesario para hacer posible su funcionamiento, ha coincidido con la terapia que, a nivel nacional, las nuevas autoridades han debido implementar para encontrar las formas de salida de la crisis. Y tal vez la coincidencia no deba ser tomada como referencia de un hecho casual, más bien debemos insertarla en el contexto de la realidad cotidiana.

No hubo opciones. Era tomar estas decisiones o derrumbarse periodísticamente en cuestión de pocas horas. Afortunadamente surgió aquí ese espíritu de emprendimiento que distingue a los hombres que transforman la realidad, que dan vuelta la adversidad y la convierten en un desafío a vencer. Paralelamente, se encarnaba en este espíritu la decisión de que LA OPINION siguiera en manos de pergaminenses, que tuvieran incorporada la visión del manejo de los medios de comunicación y una fuerte, sostenida y tradicional actitud de servicio hacia la comunidad en que se vive.

Fue este un cambio a contrapelo del que hoy elige una buena parte del capital nacional. La realidad impuso, hasta hace muy poco, que la apuesta se deposite en la especulación, el manipuleo de tasas, intereses, dólares o títulos públicos. Pocos empresarios profundizaban su fe en el país, jugando una carta fuerte a favor del trabajo, del mantenimiento de una fuente laboral para periodistas, gráficos, administrativos, canillitas y actividades complementarias. En las horas en que casi todos huyen o dudan, darse vuelta y enfrentar decididamente estos tiempos, es repetir la patriada que en 1917 generó don Enrique Venini al fundar estas páginas.

La actitud de plantarse sobre los dos pies, arremeter contra las adversidades con coraje, conforma al mismo tiempo advertir que se camina acompañado de miles y miles de pergaminenses que viven la lectura de LA OPINION como un hecho íntimo, propio, personal. Esto es así -también lo hemos expresado en otras ocasiones- porque en definitiva, LA OPINION no es de la empresa editora, sus periodistas o sus canillitas.

LA OPINION es de sus lectores, es de quien mañana, con la humeante taza del desayuno ingresa al mundo pertrechado de un bagaje informativo que le permite trabajar mejor, desarrollarse, enfrentar la vida diaria con las mejores herramientas: una información abierta, transparente, variada, profunda, comunitaria, confiable, ejercida con responsabilidad profesional de cuantos se suman a esta empresa con el aval de una vasta experiencia periodística.

No es poca cosa. Pero tampoco se puede realizar con menos, una empresa de la que usted participa desde hace tanto tiempo. Estamos seguros de que usted estará hoy como desde hace 72 años, al lado de estas líneas que plasmarán el fascinante esfuerzo de todos los días: servir, sin servirse; informar, a fondo con la pura verdad; pertenecer al último dueño de este medio, su lector de cada día. Estas son nuestras cartas. Y están sobre la mesa.