Editorial

A pesar de todo, es un buen momento


El caso Lava Jato, la investigación de corrupción que empezó hace cinco años en un recóndito lavadero de autos de Brasilia y hoy incluso tiene una serie en Netflix, ha tumbado a un segundo expresidente de Brasil. Michael Temer, 78 años, de centro derecha, fue detenido en São Paulo este miércoles, tres meses después de dejar la presidencia y perder la inmunidad. El juez lo acusa de “liderar una organización criminal que recibía sobornos”. Esta mega trama ya hundió a Lula da Silva, encarcelado hace casi un año con condenas que acumulan 24 años.

El arresto de Temer, que el 1º de enero entregó el poder al ultraderechista Jair Bolsonaro, ha causado conmoción. Y no se puede simplificar lo ocurrido diciendo que es una movida política (argumento tan baqueteado en nuestro país) habida cuenta que quien comanda Brasil pertenece al mismo sector. Es lisa y llanamente que a Temer le llegó su hora luego de que la Justicia hiciera su trabajo y estuvieran dadas las condiciones legales para los procedimientos requeridos.

La detención de dos mandatarios y de distinto signo político, más la destitución de Dilma Roussef -cuya presidencia ocurrió en medio de ambos-  demuestra que la corrupción no es patrimonio de un partido o de una ideología sino que está enquistada en el poder que, lejos de utilizarse para procurar el bien para la sociedad soberana, es el medio para hacerse de todo tipo de riquezas, la que sirve para sostener la permanencia y la que responde a la más mundana avaricia que tener más de lo que se puede disfrutar en una vida.   

Las sospechas rondaban a Temer hace tiempo pero, tras 30 años maniobrando entre bambalinas en el Congreso, fracasó cada intento de que la Cámara le levantara la inmunidad para que las investigaciones prosiguieran. Algo de esto nos suena conocido a los argentinos, ¿verdad? Ahora está acusado en al menos cinco casos. Porque Lava Jato ha dado pie al surgimiento de varios casos paralelos más en Brasil, donde todo comenzó en torno a Petrobras y a la constructora Odebrecht, pero la investigación también tiene ramificaciones en todo el continente. En Perú la líder de la oposición, Keiko Fujimori, está en prisión preventiva mientras prosigue la investigación; el expresidente Ollanta Humala estuvo nueve meses en prisión; otro exmandatario, Alejandro Toledo, está prófugo de la Justicia en Estados Unidos desde que el juez ordenó su encarcelamiento y hay una orden de extradición contra él. Dos más (Pedro Pablo Kuczynski y Alan García) tienen prohibido abandonar el país. En Argentina hay ocho obras públicas vinculadas a la escandalosa Odebrecht y las causas incluyen a exfuncionarios (muchos de ellos ya presos por otros casos, como De Vido, Jaime o Baratta), al primo del presidente Macri, Angelo Calcaterra, y gremialistas.

Siempre es doloroso para un pueblo ver a un mandatario tras las rejas, no importa de qué signo sea, lo hayamos votado o no. El sentimiento de impotencia y de estafa lo sentimos todos. Pero con desilusiones a cuesta y los desequilibrios económicos que estas circunstancias traen para países frágiles como los latinoamericanos, hay que pasar el mal trago porque, al fin, cual remedio, es sanador. Y esperemos también ejemplificador.

Erradicar la corrupción es un imposible; es inherente al ser humano. Pero ¿será algún día posible erradicar la impunidad? ¿Vamos en buen camino a ello?

Esa debe ser la meta. No podemos aspirar a que nunca más un corrupto ponga sus manos en el Estado pero sí podemos y debemos exigir que quien lo haga, tenga su consecuencia, que pague por el daño y escarmiente por su error.

Aunque se le quiera poner una etiqueta política a lo ocurrido de 2015 a esta parte, lo cierto es que hemos avanzado en este sentido y que con la lentitud, los yerros y las omisiones que pueda tener nuestra Justicia, se ha logrado sancionar a quienes fallaron en su función, a su palabra y al pueblo. Algunos no están tras las rejas porque no se presume su fuga o entorpecimiento, pero están procesados a la espera de juicio. Puede también faltar gente en los expedientes y en penales, sí. Pero quienes están, bien puestos están.

Marcelo Mallo, histórico jefe de Hinchadas Unidas. Pablo “Bebote” Alvarez, barrabrava. Fernando Esteche, exlíder de Quebracho y agente iraní contra la causa Amia. Osvaldo Rolón, exsecretario de Gildo Insfrán. Milagro Sala, directora de una banda mafiosa disfrazada de ONG caritativa  que asolaba Jujuy. Mirta “Shakira” Guerrero, mano derecha de Sala. Claudia Trenque, escribana de Sala. Eduardo Fellner, exgobernador del Jujuy de Sala y expresidente de la Cámara de Diputados.

Ricardo Jaime, exsecretario de Transporte y responsable directo de la masacre de Once. Manuel Vázquez, mano derecha de Jaime. Juan Pablo Schiavi, exsecretario de Transporte y responsable directo de la masacre de Once. Claudio Cirigliano, exdueño de TBA y responsable directo de la masacre de Once. César Melazo, juez acusado de capitanear una banda de ladrones. Miguel Angel Larregina, coordinador de Yacimientos Carboníferos Río Turbio. Atanasio Pérez Osuna, intendente de Río Turbio. Fabián De Sousa, socio de Cristóbal López. Cristóbal López, el zar del juego, dueño de Oil, C5N y demás emprendimientos sostenidos gracias a la ayuda de la Afip de Echegaray.

Omar “Caballo” Suárez, sindicalista portuario. Juan “Pata” Medina, sindicalista de la Uocra La Plata. Horacio Homs, proveedor de la Uocra La Plata y socio de Medina. Marcelo Balcedo, sindicalista del Soeme y propietario de la chacra El Gran Chaparral en Uruguay. Myriam Chávez, madre de Balcedo. Monteros, Burgos, Cabrera, Carrillo, González, Erbin, Vázquez, Aranda, Canale, Molina y Ríos, de la Uocra Bahía Blanca. Jorge Fernández, exintendente de Lincoln con 39 causas. Angelina Lesieux, exintendenta de Perugorría. Jorge Corona, exintendente de Perugorría. Julio Alegre, exintendente de Santiago del Estero. Natividad Terán, exintendente de Itatí. Fabio Aquino, exvice intendente de Itatí.

Enrique “Quique” Antequera, responsable de Precios Cuidados K del sector La Salada. Juan Manuel “Jotapé” Louzan, exjefe de seguridad de La Salada. Gladys Almirón, “apretadora” en La Salada. Jorge Castillo, rey de La Salada. Rafael Resnick Brenner, exjefe de asesores de la Afip de Echegaray. La banda “Container”: Eduardo Bernardi, Edgardo Paolucci, Mariano Martínez Rojas, Gladys Fabiana Fernández.

Lázaro Báez, maestro mayor de obra pública inconclusa; su hijo Martín Báez. Jorge Chueco, abogado de las empresas de Báez. Carlos Kirchner, primo de Néstor con otro máster en obras públicas. Daniel Pérez Gadín, capo de La Rosadita. Ibar Pérez Corradi, traficante de efedrina y financista de la campaña 2011 de Cristina. Isidro Bounine, Julio Alvarez, Roberto Sosa y Fabián Gutiérrez, exsecretarios privados de Néstor y Cristina. Ricardo Barreiro, jardinero. Perla Resendez y Carlos Gellert, asesores financieros de Daniel Muñoz, secretario de la sección Miami del matrimonio Kirchner. Raúl Copetti, tesorero del Frente para la Victoria. César Milani, criminal de lesa humanidad y jefe de Estado Mayor del Ejército de Cristina.

José López, mano derecha de De Vido y campeón mundial de revoleo de bolsos. Julio De Vido, cajero K desde 1991. Rafael Llorens, secretario legal del Ministerio de De Vido. Claudio Uberti, titular de Concesiones Viales del Ministerio. Hernán Gómez, asesor del Ministerio. Claudio “Mono” Miniccelli, cuñado de De Vido a cargo del sector Aduanas. Roberto Baratta, exsecretario del Ministerio y mano derecha de Julio De Vido. Néstor Lazarte, secretario de Baratta. Ezequiel García Ramón, exdirector de Energías Renovables del Ministerio. José María Olazagasti, secretario privado de De Vido. Oscar Thomas, exdirector de Yacyretá. Oscar Centeno, chofer de Baratta. Más los empresarios Javier Sánchez Caballero (Iecsa), Gerardo Ferreyra (Electroingeniería), Jorge Neira (Electroingeniería), Claudio Glazman (Sociedad Latinoamericana de Inversiones), Armando Loson (Grupo Albanesi), Francisco Valenti (Pescarmona) y las recientes reincorporaciones de Amado Boudou y Luis D’Elía. Para finalizar esta nómina de la vergüenza, el detenido estrella de la hora, Víctor Manzanares, contador de la familia Kirchner que había pedido en febrero ampliar su declaración y esta semana lo hizo, aportando un exquisito pero lamentable lujo de detalles, por el que obtuvo de Bonadio su estatus de imputado colaborador.

Esta es la lista (con omisiones y siempre desactualizada, ya que esto cambia hora a hora y así debe ser) de los procesados y detenidos por causas de corrupción en la Argentina que una vez supo ser la patria de la impunidad garantizada. Nunca hubo tantos corruptos presos y tal vez el número sea mayor al total de los corruptos presos en toda la historia nacional.

Quedaron desarmadas la Tupac Amaru de Sala, la mafia de La Salada, la banda de De Vido, la de los container de la Aduana, varios nidos de corrupción sindical, el club festivo de la obra pública con 50 por ciento de sobreprecio, muchas de las intendencias copadas por los narcos y los responsables políticos de la masacre de Once recibieron su escarmiento para que de una vez por todas se entienda que la corrupción no es solo robar plata, la corrupción mata.

Le faltan piezas a la colección: Echegaray, Scioli, los Moyano. Y los jefes supremos, porque ya no cabe pensar que todos estos personajes actuaron por las suyas. Aquí hubo una matriz armada desde arriba, solo que los de arriba nunca se ensucian las manos, no quedan sus nombres estampados en ningún lado y su participación solo puede ser demostrada por testimonios de otros tan o más implicados. El matrimonio Kirchner, sus jefes de Gabinete Alberto Fernández, Sergio Massa, Juan Manuel Abal Medina, Aníbal Fernández y Jorge Capitanich, podrán decir que no fueron parte, pero no pueden sostener que no vieron ni sabían nada. Eso sería, en todo caso, haber incumplido con sus deberes de funcionario público.

Quizás porque estamos abrumados por la crisis económica, vivimos estos momentos decisivos de nuestro país sin darnos cuenta de su magnitud ni de su importancia. En Argentina como en Brasil los nombres, los cargos y las cifras que ventila la Justicia impresionan. Es que han sido años de ver la sociedad que todos salían del Estado airosos, libres de culpa y cargo y muy enriquecidos. Es la primera vez que en esta parte del globo se dan procesos de este tipo, que ilusionan con el fin de la impunidad.

Quienes pueden derrumbar esta ilusión son los de la misma calaña que aun abrevan en el poder y dejan ver su clase cuando, por ejemplo, votan en contra de la ley de extinción de dominio o se oponen a la supresión de los fueros ante la primera condena; o cuando miran en otro su condición e igualan algún caso aislado de corrupción (del que ningún gobierno está exento, el tema es que no quede impune) con todo un organigrama del Estado puesto al servicio del saqueo.


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