Editorial

Alberto Fernández apuesta a volver a crecer, la pregunta es cómo


Nadie imaginó que lejos de originarse en Venezuela, la inestabilidad que hoy padece el continente, llegara desde países a priori sin problemas estructurales como Chile o Bolivia. Países que con diversa matriz ideológica, tienen sobrados pergaminos económicos para exhibir durante los últimos años, obtenidos además por caminos muy diferentes.

Paradójicamente, tal es la principal agenda que ocupa hoy la compleja transición de gobierno en Argentina. Si algo le faltaba a la grieta en Argentina, era la necesidad de un posicionamiento respecto a la crisis en Bolivia. Las diferencias no tardaron en aparecer, con un Mauricio Macri dubitativo, haciendo equilibrio por las diferencias hacia dentro de su propio espacio, y un Alberto Fernández que con su crítica a las expresiones vertidas por Donald Trump, hizo crecer el riesgo país que se mantenía alto pero quieto desde septiembre.

En ese ambiente y por lo bajo, el nuevo gobierno comienza a dar señales cada vez más certeras respecto a los matices de su programa económico. El interrogante que sigue sobrevolando por encima de la trancisión es: ¿se puede volver a crecer en el corto plazo? Si la respuesta es afirmativa, la pregunta es entonces ¿cómo?

La herencia que recibirá Fernández el 10 de diciembre, será verdaderamente compleja. En medio de una profunda y extensa recesión, con el producto cayendo por segundo año consecutivo a un ritmo del 2% anual, pobreza cercana al 40% e inflación por encima del 55%, serán pocos los puntos de apoyo con los que podrá contar Fernández. Puntualmente pueden considerarse tres, los cuales tal vez puedan apuntalar el plan que trae entre manos el nuevo equipo económico.

El primero es un superávit comercial que finalizará el año por encima de los u$s 10.000 millones. La devaluación del 100% registrada en los últimos 12 meses, configuró un desplome del 26% en las importaciones y un repunte del 5% en las exportaciones. El segundo será un déficit fiscal primario en torno al 1% del PBI, lo cual es punto a favor si se mantiene la disciplina en las cuentas del estado. El tercero, es el guiño que ya ofreció el FMI de cara a la renegociación de la deuda en 2020. Será clave durante el primer trimestre, cuando operan vencimientos por más de u$s 9.000 millones.

Muchos fueron los que se ilusionaron con el perfil moderado que Alberto Fernández construyó con relativo éxito previo a las elecciones Paso. La apuesta a la unidad con los gobernadores del peronismo tradicional, los habilitaba a imaginar un gobierno con un perfil demócrata moderno, abierto a la relación con los países liberales del mundo y permeable a reformas de sesgo capitalista, tales como las que habitualmente recomienda el FMI.

No será el caso. Las señales que de a poco arroja la conformación del nuevo equipo económico, así como el conjunto de las declaraciones que el mandatario electo deja caer en cuenta gotas, permiten anticipar que el matiz del nuevo gobierno será un típico programa peronista, focalizado en el mercado interno, el empleo nacional, y la recomposición del poder adquisitivo del salario.

“El mundo debe entender que nosotros no podemos pagar en las condiciones que está la economía argentina. Argentina tiene que volver a producir y exportar para hacer frente a las obligaciones”, manifestó Fernández. Está claro que a diferencia de lo ocurrido durante la gestión Macri, no habrá tapujos en reconocer la necesidad de un rol activo del Estado en la gestión económica. Otra forma de describir el matiz de la gestión que viene, es que la economía volverá a estar atada a los objetivos de política, y no al revés. La prioridad será la producción y no las finanzas. Ninguna sorpresa para quienes conocen en detalle el pensamiento de Alberto Fernández.

El segundo interrogante es entonces el más relevante. Cómo hará Fernández para surfear la recuperación, en medio de una tortuosa renegociación, y un continente que arde en medio de la convulsión social.

En este sentido, hay dos aspectos que lucen como la clave del nuevo programa. Uno es el margen operativo que acumula una economía que se encuentra virtualmente paralizada desde hace más de un año y medio. Otro, pasa por los incentivos que logre implementar el nuevo gobierno.

Respecto a lo primero, vale decir que existe margen para la recuperación, tanto desde el lado de la demanda, como desde el lado de la oferta.

Los posibles incentivos que genere el programa económico, pasan a ser entonces lo más relevante. Son las medidas a las que apostaría Fernández en lo inmediato, a fin de aprovechar ‘la luna de miel’ de los primeros 100 días, pero que a la vez, permiten advertir que habrá fuertes tensiones con algunos sectores. En esa lista, pueden anticiparse al menos cuatro item.

El primero ya fue anunciado en reiteradas ocasiones por Alberto Fernández, y pasa por desdolarizar las tarifas de los servicios públicos. Ello significaría un alivio inmediato a los bolsillos domésticos, a costa del sector que mejoró notablemente su ecuación durante el macrismo: las energéticas.

El segundo consiste en un paquete de reformas impositivas, que incluiría dos puntos fuertes. Por un lado una mayor alícuota del Impuesto a los Bienes personales con especial énfasis sobre quienes ingresaron en el último blanqueo de capitales implementado por el macrismo. Por el otro, la restauración de las viejas retenciones móviles, algo que desde el vamos, anticipa un enorme conflicto con el campo.

El tercero, está atado al éxito que se logre en la reestructuración de la deuda. De concretarse una postergación de los vencimientos, y mucho más si los mismos incluyen quita de capital como sugiere el FMI, entonces habría margen para recomponer el valor real de los ingresos en pesos. La idea de Fernández es aplicar la fórmula que llevó adelante Néstor Kirchner en 2002, cuando se aplicó una serie de aumentos salariales no remunerativos vía decreto de necesidad y urgencia. La mejora sería prioritaria para los beneficiarios de Asignación Universal por Hijo, y para jubilados y pensionados.

Por último, uno de los rumores más fuertes, pasa por la reinstauración de la doble indemnización por despido sin causa, algo que también ha comenzado a generar resquemor entre las empresas, algunas de las cuales han comenzado a generar despidos “preventivos”, antes de diciembre.

“Cristina y yo somos lo mismo”, afirmó Alberto Fernández la semana previa a las elecciones. Las primeras señales del programa económico confirman el parentesco.


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