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Hace unos meses fue la tragedia del Amazonas, con las consiguientes pérdidas para el patrimonio ambiental de la humanidad. Ahora es Australia, un país en muchos aspectos considerado modelo. Los incendios que azotan a esa geografía han transformado a gran parte de ese país en una muestra del infierno en la Tierra. Antes ocurrieron otras catástrofes que también sucederán después si a escala global el mundo no toma conciencia del impacto ambiental y la importancia de la gestión eficiente de los recursos en esta materia.
El mundo no sale del estupor que generan las imágenes de canguros y koalas muertos que se viralizan en las redes sociales. También observa con emoción cómo los bosques florecen, a pesar del horror. Por fuera de la emocionalidad, lo que el incendio australiano demuestra es que en las naciones del primer mundo las tragedias ambientales ocurren porque la crisis estructural en materia política, económica y ambiental es una constante que los gobernantes se empeñan en ocultar o minimizar.
En la nación más importante de Oceanía los incendios han devorado ecosistemas y echado por tierra la biodiversidad. Además de las vidas humanas y animales que se han perdido frente a la voracidad del fuego. Algo que va más allá de la cuantía de las pérdidas millonarias.
Los especialistas señalan que desentrañar las causas del incendio forestal en Australia es una tarea compleja, porque lo que subyace al fuego son imprevisiones y una mirada sesgada de los impactos del calentamiento global y otros males que afectan la salud del planeta. Entre lo local y lo global se dirimen las causas de una tragedia que tiene en vilo al mundo.
Quienes entienden de cuestiones ambientales sostienen que Australia es un país emisor de dióxido de carbono y que incursiona en prácticas de alto costo ambiental. Asimismo advierten que como estas cuestiones no son reconocidas como un problema, es muy difícil aplicar políticas de prevención y mitigación que resulten efectivas. Faltan diagnósticos precisos de las causas y las soluciones se aplican por espasmo y de manera poco coordinada. En uno de los países más desarrollados del mundo. Y el saldo, lo que el mundo observa con estupor.
Ahora bien, aunque lo global tiene un impacto en lo que sucede en Australia sería un error reducir la explicación solo al comportamiento de los ciclos climáticos. Eso sería naturalizar una situación y entenderla como si fuera un destino inevitable, relegando lo que la mano del hombre tiene en lo hecho o por hacer para transformar la realidad. Hay modelos de producción, cuestiones vinculadas con la rentabilidad de los sistemas productivos y prácticas que se ponen en juego, junto a la política. Como sucede en otras geografías con otros problemas distintos al forestal.
En este punto, lo que sucede y se muestra en las noticias se transforma en un espejo en el que mirar la realidad de distintos países. A escala global las contradicciones existen y entre lo que se dice y lo que se hace, el cuidado del ambiente queda como una cuestión marginal.
En el futuro, el cuidado del ambiente, y las tragedias que irrumpen como consecuencia de la desatención o la negligencia deberán ponerse en la agenda global para algo más que proclamar discursos y motivar cumbres de líderes. Lo que falta son procesos profundos de reflexión sobre cómo se produce, cómo se vive y cómo se preservan los recursos naturales y cómo se los explota, entendiendo que en ellos hay un patrimonio que pertenece a los países pero también a la humanidad.
La negación de estos problemas hasta que ocurren las tragedias resulta funcional a la perpetuación o agravamiento de los mismos. Cuando suceden, las naciones comienzan a actuar por espasmo. Hay que transformar el paradigma, y reacomodar la agenda global y local para que las cuestiones ambientales se transformen en ese eje transversal que guie la acción política, sabiendo que lo que amenaza cada problema ambiental es ni más ni menos que la vida de un planeta que es único para todos. Algo que resulta utópico de pensar si se observa la voraz batalla que estas cuestiones deben dar frente a los complejos intereses que se dirimen en el tablero de la geografía del mundo.
