Editorial

Avanzar en la inclusión laboral de personas con discapacidad


Según los datos que aporta el último Estudio Nacional sobre el Perfil de las Personas con Discapacidad que elaboró el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec), el 10,2 por ciento de la población del país tiene algún tipo de discapacidad y solo el 32,2 por ciento está incluido en el mercado laboral. Como ocurre con otras estadísticas, aquí la problemática también está atravesada por una cuestión de género: los hombres tienen más acceso al empleo que las mujeres. Estas cifras demuestran la necesidad de promover, en todos los ámbitos, la inclusión laboral de las personas que forman parte de este sector de la sociedad.

De acuerdo con el estudio del Indec, los varones con algún tipo de discapacidad tienen una tasa de empleo de un 40,3 por ciento, mientras que en el caso de las mujeres ese indicador apenas llega a un 25,8 por ciento. Pero más allá de estos números, lo que debe preocupar es que en términos generales solo una de cada tres personas con discapacidad logra acceder a un puesto de trabajo y, por lo tanto, puede tener una mayor autonomía e independencia económica.

¿Cuáles son las causas que impiden el acceso al trabajo de este grupo de la población? Hay varias, pero casi todas se resumen en una palabra: prejuicios. En efecto, muchos creen -erróneamente- que una persona en silla de ruedas o con cualquier otra discapacidad, por esa sola condición tendrá dificultades para desempeñarse en un entorno laboral. Nada más lejos de la realidad. Experiencias realizadas por empresas que tienen en su plantel personas con discapacidad confirman que estos trabajadores son conscientes que su inclusión en el mercado laboral es clave en su desarrollo personal y para lograr la independencia económica, y por eso suelen mostrar un desempeño que supera cualquier expectativa.

En este sentido, vale rescatar un documento de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) que aborda esta problemática y que lleva por título “Estrategia y plan de acción para la inclusión de la discapacidad”, donde se observa que “la exclusión de las personas con discapacidad del mercado de trabajo supone un gran derroche de potencial que conlleva una pérdida del PIB de entre un 3 y un 7 por ciento”, según las estimaciones realizadas por expertos del organismo.

Por otra parte, Bernardo Kliksberg señala en su libro “Más ética, más desarrollo” que “los grupos desfavorecidos tienen valores que les dan identidad. Su irrespeto, o marginación, pueden ser totalmente lesivos a su identidad y bloquear las mejores propuestas productivas. Por el contrario, su potenciación y afirmación pueden desencadenar enormes potenciales de energía creativa”. Dicho de otro modo, las barreras e impedimentos de todo tipo que se ponen a las personas con discapacidad en el mundo laboral impiden que el país pueda contar con nuevas propuestas productivas, que son tan necesarias en una economía deteriorada como la que tiene hoy la Argentina.

Si bien en nuestro país hubo un importante avance en relación con la mirada que la sociedad tiene sobre el colectivo de las personas con discapacidad, debido en gran medida al trabajo de organizaciones no gubernamentales que plantearon la necesidad de dejar de considerar la discapacidad como una enfermedad, para enfocarla desde una perspectiva de derechos humanos que, básicamente, reconoce a las personas con discapacidad como sujetos de derecho y no como objetos de protección, como ocurría décadas atrás, es de esperar que, en estos tiempos en los que las nuevas tecnologías de la información y la comunicación están transformando la sociedad contemporánea y también, por supuesto, el mercado laboral, se brinden más oportunidades laborales a todos los aportes creativos, sin distinción de ninguna naturaleza, porque está demostrado que disponer de un empleo es un principio fundamental, ya sea para la integración social de la persona con discapacidad como para el desarrollo de la comunidad a la que pertenece.

Por último, vale destacar que la tarea de inclusión debe enfocarse en la dignidad de la persona y no en su discapacidad. Por eso, se deben redoblar los esfuerzos para que la inclusión se centre en las capacidades para que las personas con discapacidad puedan ejercer plenamente sus derechos en igualdad de condiciones con el resto de la población.


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