Editorial

Brasil ahora, Argentina en 2015: seguir con un modelo o hacer un viraje


El domingo hubo elecciones presidenciales en Brasil y todo el mundo habla de sorpresa por el posicionamiento que logró el candidato de centroderecha, Aécio Neves, que sumó el 33,6 por ciento de los votos y será el rival de la presidenta Dilma Rousseff en la segunda vuelta, que será el 26 de este mes. El asombro del que se habla es porque todas las encuestas colocaban a la ecologista Marina Silva como número puesto en el balotaje, relegando a Neves al tercer puesto y sin chances de remontar. Según las consultoras, lo único que podía suceder por fuera de lo que se vaticinaba, era que Dilma obtuviera un caudal de votos extraordinario y ampliara la brecha sobre Silva para ungirse nuevamente presidenta en primera vuelta.

Por eso no hubo sorpresa, sino error. O bien se podría sospechar de una mala intención de los formadores de opinión, que menospreciaron las posibilidades de Neves al punto de literalmente borrarlo del escenario del balotaje. Y esas acciones suelen influir en el electorado indeciso que a última hora vota a ganador.

Al comienzo de la campaña electoral, Neves era el segundo en las encuestas, pero, tras la aparición de Marina Silva por la accidental muerte del candidato Eduardo Campos, se desinfló rápidamente y cayó hasta el tercer puesto y parecía casi desahuciado. O bien se “sobreinflaron” las posibilidades reales de Silva, que de ser casi desconocida pasó a ocupar las primeras planas tras el fatídico accidente de su primero en la fórmula. Las encuestadoras son cada vez más expertas en crear este tipo de fenómenos.

La recuperación de Neves se produjo prácticamente en la semana antes de las elecciones y sólo superó a Silva en los sondeos del sábado, cuando ya no había tiempo de divulgar pública y masivamente datos que tuvieran que ver con los comicios.

Ahora, con el resultado puesto, los analistas explican este segundo lugar de Neves diciendo que su crecimiento en la aceptación popular en la recta final se debe a que supo convencer a los electores que quieren un cambio de color del gobierno y estaban indecisos, un factor que él espera que le favorezca en la segunda vuelta.

“Posiblemente está asustada porque no se preparó para enfrentarnos”, declaró Neves en el día previo a las votaciones, en alusión a Rousseff, que durante la campaña se centró en arañar la imagen de Silva y minimizó las atenciones en el candidato de centroderecha.

Políticamente, Neves se sitúa en la centroderecha, de línea liberal, y ocupó su campaña en provocar a Rousseff por los escándalos de corrupción en las empresas públicas brasileñas.

La idea de gobierno de este socialdemócrata se inspira en el legado de su correligionario Fernando Henrique Cardoso, quien ocupó el cargo de presidente del país en dos mandatos consecutivos entre 1995 y 2002 y que es tildado de “neoliberal” por el Partido de los Trabajadores (PT) de Lula Da Silva y Rousseff.

Neves prometió emular a Cardoso, que estabilizó la economía brasileña en un momento de grave crisis e hiperinflación, y se presentó como garante para impulsar el crecimiento del PBI, que ahora está estancado, y controlar el alza de los precios.

Con prácticamente todas las urnas escrutadas, la mandataria del Partido de los Trabajadores obtuvo el 41,55 por ciento de los votos contra el 33,61 por ciento de su rival del Partido de la Social Democracia Brasileña. Que Marina Silva, la tercera en cuestión y de posible confluencia con éste, haya obtenido el 21,29 por ciento indica claramente cuán fortalecida está la oposición para lo que viene.

Para ir tranquila al segundo turno, Dilma debía lograr al menos una ventaja de 10 puntos porcentuales. No pudo. Y es un hecho que una alta proporción de los sufragios de Silva se volcará ahora hacia su rival. 

¿Habrá una alianza por anuncio formal de los dirigentes o por la realidad de la calle? Esa es la cuestión de fondo que se irá resolviendo en las próximas dos semanas y cuyo resultado se verá en el anochecer del domingo 26.

Es que, como en la Argentina, los sentimientos en Brasil están muy polarizados: se está con el PT o contra él, y es reducido el segmento oscilante. En nuestro país, claro está, el PT sería el kirchnerismo.

Ahora que las urnas hablaron y volverán a hacerlo en pocos días cuando se consume el balotaje, la hegemonía de la izquierda en Brasil por primera vez en doce años corre verdadero peligro de terminar.

El oficialismo, puede descontarse, tratará de hacer valer más que nunca su gran carta: la imagen de Lula da Silva, el mentor y ejecutor de la remontada brasileña. Aquí sería Cristina Fernández la que, sin chances de ser reelecta, debería salir a fortalecer las posibilidades de quien sea su candidato. 

Otra coincidencia: en Brasil el PT seguramente buscará estigmatizar a Neves como el candidato de los ricos. ¿Pasaría lo mismo en Argentina si Mauricio Macri llegara a una segunda vuelta contra un candidato K?

La estrategia en estos casos suele ser la de confrontar modelos: mercado interno versus apertura económica, Estado versus privatizaciones, mantenimiento de los planes sociales o su “racionalización”. 

Neves deberá esforzarse para jurar, como hizo hasta aquí, que no tocará los logros sociales de la era del PT. Lo mismo hará, sin dudas, el candidato de la oposición en Argentina si debe definir en un mano a mano la Presidencia con candidato del oficialismo.

Por su ascendencia política (es nieto de Tancredo Neves, el presidente electo que murió antes de asumir al comienzo de la transición democrática), por sus ideas marcadamente liberales en lo económico y por pertenencia partidaria, se puede concluir en que el fuerte de este Neves es el punto débil de Dilma: la economía. Y, se sabe, la gente suele votar con el bolsillo.

En Brasil, como en Argentina, lo que se pone en juego es un modelo, y el pueblo pudo descifrarlo, al mandar a la segunda vuelta a dos candidatos antagónicos, a dos ideologías diametralmente opuestas. Porque en definitiva, y más allá de la feroz campaña electoral que las enfrentó, Dilma y Marina provienen del mismo sector, y en ese tercio de presidenciables el único que encarnaba la real alternancia era Neves.

 


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