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El Gobierno de Jair Bolsonaro, con su errática y a la vez peligrosa manera de afrontar la pandemia, además de poner en riesgo la vida y la salud de millones de brasileños, debilita las posibilidades de fortalecer la relación estratégica entre la Argentina y Brasil. Claramente hace falta más que buena disposición para acordar con una figura polémica que, tal como ha quedado demostrado en los hechos, se empecina en tener un manejo irresponsable de la crisis sanitaria.
La lista de disparates cometidos por Bolsonaro a la hora de tomar medidas en el marco de la pandemia de coronavirus es demasiado extensa. Apenas un par de ejemplos alcanzan para tomar nota del nivel que alcanzan los despropósitos del militar: mientras en varios estados de Brasil, las unidades de terapia intensiva de clínicas y hospitales están al borde de la saturación, el mandatario no tuvo mejor idea que promover la apertura de salones de belleza y gimnasios, entre otras actividades que, en su opinión, son esenciales para la población; por otra parte, no dudó en participar de un acto en Brasilia, en un claro gesto de apoyo a los que se oponen a la cuarentena contra el coronavirus. Pero eso no es todo. Fiel a su estilo, en esa oportunidad Bolsonaro también se mostró sin barbijo y sin respetar la distancia social cuando saludó a seguidores e, incluso, alzó en brazos a un niño.
El problema es que la cantidad de brasileños fallecidos por coronavirus ya superó la barrera de los 23.400, mientras el número de infectados es superior a los 380.000. Con estas alarmantes cifras y con una curva de contagios que sigue en ascenso, todo hace pensar que Brasil podría convertirse en el nuevo epicentro de la pandemia en el mundo. De hecho, ya es el más afectado por Covid-19 en Sudamérica, y por eso países limítrofes como Argentina, Paraguay y Uruguay siguen con preocupación la evolución de la crisis sanitaria brasileña.
Algunos analistas de la coyuntura política regional coinciden en señalar que los graves errores cometidos por Bolsonaro podrían derivar en una crisis institucional en Brasil. Y advierten que, en el mejor de los casos, cuando concluya la pandemia la aprobación popular de la gestión del militar podría desplomarse aún más; si es que logra sortear los pedidos de juicio político que se acumulan en su contra, claro. Es que alrededor de un centenar de organizaciones de la sociedad civil, seis partidos políticos, además de numerosos artistas e intelectuales, presentaron la semana pasada ante la Cámara de Diputados de Brasil un pedido para que se abra un proceso de juicio político contra el presidente, a quien acusan de “crímenes de responsabilidad pública, incluyendo atentado a la salud pública”. La prensa extranjera, en tanto, critica con dureza la gestión de la crisis.
El periódico británico Financial Times, por ejemplo, publicó una nota en la que afirma que la gestión de Bolsonaro está llevando a Brasil a “un desastre sanitario”, mientras que The Guardian hizo hincapié en la renuncia de dos ministros de Salud brasileños en menos de un mes en medio de la crisis. Este mismo periódico británico fue el que, en una nota anterior, elogió las medidas que lleva adelante en nuestro país el presidente Alberto Fernández, señalando que mientras que Argentina logra aplanar la curva de contagios, Brasil enfrenta una “crisis humanitaria por la actitud despectiva de Bolsonaro hacia la pandemia”.
Las últimas noticias que llegan desde el vecino país señalan, por otra parte, que en contra de las recomendaciones realizadas por la Organización Mundial de la Salud, el Gobierno de Bolsonaro insiste con promover el uso de hidroxicloroquina en pacientes con coronavirus. Algunos medios brasileños remarcan que la presión ejercida por el polémico mandatario para ampliar el uso del medicamento es señalada como la principal causa de la renuncia del último ministro de Salud, Nelson Teich, quien ocupó el cargo durante menos de un mes tras la salida de su antecesor, Luiz Henrique Mandetta, también por fuertes diferencias con el manejo de la crisis por parte del presidente.
Es de esperar que Brasil logre superar su crisis. Argentina y otros países limítrofes, que tienen fuertes lazos comerciales, culturales y sociales con el gigante sudamericano esperan que así sea.
