Editorial

Cabalgar las contradicciones


Pablo Iglesias, el líder español de la formación Podemos, repite de tanto en tanto que “la política se trata de cabalgar las contradicciones”. Lo sabe bien Iglesias a eso de las contradicciones, que de pronto abandonó su barrio de toda la vida, Vallecas y se mudó con su familia a una bonita casa en la sierra madrileña.

¿Qué más quieren los poderes fácticos españoles? El niño terrible de la nueva política, también tiene sueños burgueses. Pero vamos a estas pampas. Aquí también se están cabalgando contradicciones y no hablamos del conventillo lógico que apareja el reparto del poder sino de las señales aportadas por el presidente Fernández a través de su gestualidad y de su verba.

Alberto Fernández es un operador de la política y tiene que doctorarse en conducción. Por eso muchos gestos suenan sobreactuados, pero es que su autoridad no puede ser discutida. Veremos más marcadas de cancha en los próximos días, lo sufrirán los que estén en el purgatorio de posibles designaciones y sus teléfonos no suenen.

Mientras la novela de ministeriables nos entretuvo, nos sigue faltando lo más importante: el camino, el rumbo. No porque necesariamente no esté sino tal vez porque haya otra decisión encriptada, metodología a la que era tan afecta de elegir el matrimonio Kirchner para mantener las riendas cortas del poder. Es más, uno de los argumentos para la caída en desgracia de Guillermo Nielsen es que habló de más con los banqueros acerca de cuál sería su estrategia negociadora de la deuda, que tendría un futuro gobierno de Alberto Fernández.

No habrá iconografía telúrica latinoamericana con camisetas rojas del PT lulista, tal vez veamos un estilo charrúa, muy a lo Mujica.

Pero fuera de la rumurología, al final del día, lo que cuenta es con qué sensibilidades va a gobernar el Frente de Todos. ¿Responderá a una corriente de centro izquierda como el propio Alberto lo dijo en Twitter? Para ese camino, no hace falta un Nielsen ni un Redrado. Es intentar una salida por fuera de un acuerdo con el Fondo, seguramente mercado internista, con suba de salarios y control de precios. Fortalecer al Estado, financiándolo con el cobro de retenciones y estimulando la demanda con inversión pública. Clásica jugada neokeynesiana. Hay que tener en cuenta que la capacidad instalada está al 50 por ciento en el tejido manufacturero por falta de demanda. En muchos sectores más que un shock de inversiones, hace falta un shock de consumo.

Ese camino es funcional a la nueva estrella del firmamento del albertismo keynesiano, el economista discípulo de Joseph Stiglitz y flamante ministro, Martín Guzmán, y al economista del grupo Callao, Matías Kulfas.

La opción por Guzmán nos indica que ese será el rumbo; un camino intermedio, que  incluyera un acuerdo con el Fondo, requería figuras como Martín Redrado y/o Guillermo Nielsen.

Hasta ahora, y a juzgar por todas las posiciones adoptadas por Alberto en el frente externo, todo indica que la hoja de ruta, es el camino del primer escenario. El presidente electo jugaría un rol de líder regional de centro izquierda, tal vez de nuevo cuño. Ya no serán las parrafadas de Chávez, ni de Cristina. No habrá iconografía telúrica latinoamericana con camisetas rojas del PT lulista, tal vez veamos un estilo charrúa, muy a lo Mujica.

Otra cosa es con quién se juega ese juego, porque en la región predominan gobiernos adversos a esa posición ideológica de fuerza progresista y soberanista. En contraposición a lo que ocurrió en la primera década del Siglo XXI, hoy las materias primas valen la mitad y la decisión de EE.UU. de jugar un rol activo en la región es incuestionable.

¿Intentará darle volumen, el nuevo gobierno, al grupo de Puebla? Y si fuera así, ¿qué sentido tendría? Puebla, a excepción del gobierno argentino y el mexicano, no tiene gobernanza, entonces las posibilidades de orquestar políticas comunes son relativas. ¿Dejará la Argentina el Grupo de Lima? ¿Se habló de eso en México entre Alberto Fernández y Elliott Abrams? Pensar que la charla discurrió entre cifras de Alberto sobre la mala distribución del ingreso en Chile y mohines comprensivos de Abrams, es demasiado cándido.

La clave de bóveda del éxito o fracaso de la gestión por venir, en buena medida se empezará a construir en el diagnóstico del tablero internacional; de las posibilidades de mover fichas con cierta autonomía, o de resignar decisiones en función de la relación de fuerzas que indique la real politik.

El mundo de la posguerra dibujó un tablero claro por dónde moverse. El mundo era bipolar y coexistía bajo dos grandes bloques, el comunista y el capitalista, lo demás, como los no alineados o tercer mundo, eran zarandajas.

Este mundo del posmuro, está cambiante. Sin dudas, la aparición de China como jugador descomunal del nuevo tablero lo altera todo. Su encarnizada lucha por liderar el salto tecnológico hacia la inteligencia artificial, lo acerca a la supremacía. China puede ser hegemónica.

Pero China y Rusia reconocieron a la senadora Áñez como presidenta interina de Bolivia. Tienen inversiones en Bolivia, por tanto demandan, antes que nada, orden. Otra vez la real politik.

Es probable que este tiempo demande hacer lo del tero, pegar el grito en un lado, pero poner el huevo en el otro. Prudencia, suma prudencia.     


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