Editorial

Cómo es el nuevo poder peronista


Ninguna etapa del peronismo es igual, ni siquiera parecida a la otra. Siguiendo esta premisa, este gobierno no es una continuación del anterior de Cristina sino que es estructuralmente otra cosa, no muy sencillo de interpretar ni de entender de momento.

De a poco comienza a perfilarse el nuevo poder, a partir del debate sobre los presos políticos: Alberto no puede aceptar que en su gobierno (democrático, peronista y popular) haya presos políticos y para peor peronistas. Con lo cual no le quedan más que dos alternativas: o liberarlos, con lo que se va a enfrentar a todos menos a los K, o decir que no son presos políticos con lo que se va a enfrentar a los K. Afirmando la existencia de presos políticos, es decir contradiciendo a su presidente, saltó a la palestra uno de sus ministros, Wado de Pedro. En la misma línea de opinión también se escuchó al senador Oscar Parrilli, que no es más que el “Chirolita” de Cristina. O sea, habló Cristina.

“Presos políticos” o “lawfare” no son realidades, son figuras retóricas que se usan como metáforas, igual que decir que Macri era la dictadura. Pero los K los buscan transformar en realidad, les desean dar efectos jurídicos, por eso quieren liberar a los presos o crear un comité del lawfare con peso de ley. Alberto no puede seguirlos en eso, pero tampoco puede decirles que no. Y eso es porque el poder hoy en la Argentina está muy dividido, casi fracturado.

En lo de Nisman o en lo de Venezuela el presidente aceptó dar marcha atrás y se contradijo de lo que hasta hace poco sostuvo, pero en presos políticos o lawfare no puede hacer lo mismo porque para eso debe alterar todo el orden jurídico que el kirchnerismo quiere cambiar y él no. Por eso está entre la espada y la pared.

Sergio Massa sale siempre que puede en ayuda de Alberto: si Alberto ya no puede decir que Venezuela es una dictadura o que a Nisman lo asesinaron, lo dice Massa como buscando crear un espacio albertista o libre de Cristina. Pero es muy poca la credibilidad de alguien que para estar donde está hoy, dejó de lado todo lo que dijo antes y volvió con una Cristina que no dejó de lado nada de lo que dijo antes.

O sea, en este extraño nuevo poder peronista, Alberto cumple el papel que Cristina no podía cumplir (el de ser el presidente) y Massa dice lo que Alberto no puede decir.

Es cierto que Cristina no es la conductora de la Nación pero su sola existencia impide que Alberto pueda serlo. Y dos conductores no es posible. Por ende hay problemas de conducción en el gobierno, falta quien indique hacia dónde se quiere ir. Sea a través de un relato o de un proyecto real, pero faltan ambas cosas. Y así es como, una vez más, vivimos en la incertidumbre de no tener un plan. Eso -sin ahondar en éxitos ni fracasos- es el principal motivo de nuestro estancamiento: Sin hoja de ruta, la maquinaria no arranca.

Alberto es presidente en aquellas cosas que a Cristina no le preocupan hoy, pero en otras no puede hacer nada que no le autorice Cristina, como en lo judicial. Cristina “deja hacer” en temas como la economía donde si a Alberto le va bien el beneficio será compartido pero si le va mal el único responsable será Alberto.

Los organismos de control son todos de Cristina. Colonizar el Poder Judicial con gente de Justicia Legítima es todo de Cristina. Las áreas de gobierno donde se quiere librar el combate ideológico (Seguridad y Cultura) son todas de Cristina. También sueña que la provincia de Buenos Aires sea el soporte de otro proyecto por si falla el actual.

El poder de Cristina es en parte herencia de su esposo (por eso ganó en 2011) y en parte suyo porque con su talento político ganó en 2019. Lo cierto es que el poder que tiene lo construyó o lo heredó pero es suyo, mientras que Alberto jamás construyó poder propio y entonces tiene que construirlo desde la Presidencia, apoyado en un montón de camaleones que se cuelgan de él diciendo que hay que aceptar a Cristina pero cuando se pueda, terminar con ella.

Cristina sumó a casi todo el peronismo, solo ella pudo hacer tal proeza y eso le da un enorme poder. Afuera solo quedan algunos como De Vido porque son necesarios para el nuevo relato que se está comenzando a gestar: si no se puede zafar de todos los juicios por corrupción, pues que todo termine en De Vido. Al fin y al cabo Cristina nunca lo quiso y De Vido solo trataba esas cuestiones non sanctas con Néstor. Un chivo expiatorio ideal. Es creíble que Cristina no supiera de los bolsos de López pero es imposible que De Vido no. Así de fácil se crea un gran chivo expiatorio. Por eso De Vido está que trina.

No es que Alberto y Cristina sean imprescindibles como explica Alberto: “Sin Cristina no se puede, solo con Cristina no alcanza”, buscando igualar el poder de ambos.  Porque con Cristina no hubiera alcanzado pero ella es lo único imposible de cambiar en la ecuación. En cambio Alberto podría haber sido cualquier otro que se enfrentó antes a Cristina y después volvió: como Randazzo, o Solá, incluso Béliz. O sea, se necesitaba alguien más que Cristina pero ella es el sustantivo, los demás son adjetivos, no tienen poder propio.

Es cierto que no hay indicio alguno de que Cristina hoy quiera limitar, boicotear o competir con el poder que le prestó a Alberto, o con el que pueda tener por ser presidente. Pero esa situación puede cambiar y eso lo define Cristina, ella es el límite para los atributos de Alberto: no es lo que dice la Constitución sino lo que dice Cristina.


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