Editorial

Construir consensos y reglas claras para afrontar “la otra pandemia”


Con el aplanamiento de la curva que parece estar consiguiendo el aislamiento social preventivo y obligatorio, la mirada social va girando de la cuestión estrictamente sanitaria, a la economía. Esto sucede porque la cuarentena comienza a tener impacto en todos los rubros del tejido productivo. En ese punto comienza el debate y las discrepancias. Como si todos los consensos que el país logró construir para abordar la pandemia y preparar el sistema sanitario para el pico de contagios no tuviera correlato en el análisis respecto del modo en que se puede afrontar la crisis profunda que la parálisis económica va a generar irremediablemente en el tejido social.
Son varios los especialistas y líderes de opinión que ya están haciendo la advertencia sobre la irrupción de “nuevos pobres”.

Nadie niega que la amenaza del coronavirus ha puesto en jaque a las economías del mundo. Y no menos cierto es que a cada país lo tomó con la economía que tenía previo a la pandemia. En el caso de Argentina, la situación social que ya era delicada a fines de 2019 no hará sino resquebrajarse aún más si no se instrumentan medidas de salvataje que encuentren como blanco de protección al entramado productivo conformado por pequeñas y medianas empresas que son las que generan empleo.

El país está frente a una nueva crisis. De una complejidad inusitada y con consecuencias impredecibles para el mundo. Pensar recetas aplicadas en anteriores ciclos de recesión económica parecería insuficiente en este escenario marcado por la incertidumbre. Lo que preocupa son los problemas de base que ya tenía la economía Argentina antes de la pandemia y el poco margen de maniobra que parece tener el Estado para contener lo que algunos especialistas interpretan como “la otra pandemia”, sin relajar medidas sanitarias bien instrumentadas que lo que están consiguiendo es preparar el escenario para poder brindar respuestas de salud eficientes.

En momentos sumamente delicados en los que no parece prudente flexibilizar las medidas de confinamiento, por las consecuencias que esto podría tener en el número de contagios, lo que se torna urgente es pensar en condiciones de pobreza estructural a las que se sumarán esos nuevos pobres que requieren de otro tipo de herramientas para sentirse acompañados por el Estado.

La destrucción del capital económico y humano del país están en riesgo. Lo que hace falta para morigerar el impacto de un derrumbe que parece inevitable es atender esos “daños colaterales” que comienza a expresar el Coronavirus y que tiene a todos los argentinos como blanco de amenazas latentes.

Quizás no se trate de plantear una dicotomía entre salud o economía, sino de integrar una mirada que permita la construcción de acuerdos políticos y sociales para el establecimiento de normas y reglas claras que signen el rumbo de la actividad económica, atendiendo rubro por rubro la realidad de cada sector y considerando que en tiempos de pandemia es imprescindible preservar la paz social, brindar contención a sectores que habitualmente no requieren de la asistencia del Estado y que hoy se ven apremiados por su imposibilidad de producir.

Sin relajar las medidas sanitarias que responden a una realidad de salud que no puede subestimarse, hace falta establecer un diálogo serio sobre las cuestiones urgentes de la economía.

Lo que esta necesidad pareciera generar es reticencia. Cuesta entender que esto ocurra en un país que supo tomar las decisiones sanitarias de manera apropiada y de manera anticipada. Quizás el germen de la desconfianza respecto de la posibilidad de establecer consensos ciertos en materia económica surja de la falta de generosidad que suele tener la política. Porque hace falta desprendimiento, resignación de intereses y corrimiento de posturas ideológicas para avanzar en la titánica tarea de conformar un equipo que convoque a los mejores. Que así como fue posible en lo sanitario en que el presidente fue asesorado por un comité de expertos, los mejores economistas puedan ser parte de la mesa y de la discusión de temas impostergables.

Saliendo de la dicotomía y de las discrepancias que parecen signar el debate económico en Argentina, es tarea del presidente abrir ese espacio, que no significa delegar el poder ni resignarlo. Por el contrario, fortalecerlo a partir de la grandeza de saber construir consensos que permitan sobrellevar este tiempo de incertidumbre en el que se dirimen ni más ni menos que la vida o la muerte, en términos de salud y también de economía.


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