Editorial

Desconocimiento, burocracia y muerte


En un fin de semana, una periodista pampeana, Lucía Trotz, murió intoxicada por monóxido de carbono, la misma causa por la que fallecieron la mujer y el hijo del senador radical Luis Naidenoff. Las noticias se conectan con una trágica estadística que refleja unas 200 víctimas al año, que fallecen con esta muerte silenciosa. Y en lo que va de 2018, ya se confirmaron 63 casos de intoxicación por la misma causa hasta la semana 14, cuando todavía no comenzó el invierno.

Para quienes no están en el tema, el monóxido de carbono es un gas venenoso muy peligroso porque no tiene olor de modo que no es detectable para las personas, salvo que se tenga un aparato ex profeso, y puede provocar la muerte en minutos. Siempre se produce por la mala combustión de un artefacto para calefaccionar, cocinar o calentar el agua. Las víctimas no se dan cuenta de que se están intoxicando hasta que aparecen los primeros síntomas: dolor de cabeza, náuseas, palpitaciones, vómitos y mareos. Pero si se está durmiendo cuando los síntomas se generan, la persona entra en un estado de inconsciencia y termina falleciendo.

Estamos frente a un problema de falta de información, ante todo. Y, como surge de los casos de este fin de semana pasado, la anomia sobre el tema está en todos los estratos sociales, incluso en personas con altos niveles de formación. Pero además hay detrás de este tema una cuestión burocrática y, de la mano, económica. Y si bien frente a la posibilidad de la muerte ninguna excusa es válida, cierto es que se especula hasta las últimas consecuencias antes de actuar como es debido en cuanto al mantenimiento de las conexiones domiciliarias.

Prácticamente nadie hace revisar una vez por año por un gasista matriculado todo tipo de estufas, catalíticas, pantallas infrarrojas y salidas al exterior de aparatos calefactores, que es lo que exige la norma. A veces por razones económicas, porque no es una tarea barata, otras por desidia o por extrema confianza.

Pero además hay otra cuestión que afecta directamente a que no se tomen todos los recaudos: la burocracia de las prestadoras de gas de red.

La realidad es que toda prevención es poca si de salvar vidas se trata, y en este sentido, las empresas prestadoras son cada vez más exigentes con respecto a cómo deben realizarse las conexiones y con qué materiales. Sucede, sin embargo, que casas que cuentan con más de 30 años y en su momento fueron hechas acorde a los requisitos de la hora, hoy debieran ser adaptadas a las nuevas reglamentaciones y esto implica no solo dinero sino -y aquí está el problema que todos eluden- el corte de suministro por varios meses.

Muchos vecinos que viven en edificios sienten pánico de que alguien llame a las oficinas de la empresa de gas, porque tras una revisión o para realizarla, pueden pasar meses sin el servicio. Les ha pasado a los vecinos de Colón y Castelli, al Colegio Nuestra Señora del Huerto y a tantos más que, a Dios gracias para evitar un problema mayor, tuvieron que pasar todo el invierno sin gas. ¿Es posible que en el Siglo XXI, una empresa privada demore para adecuar una instalación el mismo tiempo que demanda levantar una casa entera?

Al fin muchos se convencen de que no pasa nada y emparchan o dejan todo como está. Llamar a la empresa es “el cuco” y se lo evita. El tema es que por ignorancia u olvido, no se toma aunque sea la precaución de dejar alguna rendija en la ventana que es al fin lo que les salvaría la vida, aun si hay monóxido.

En Pergamino vemos viviendas y departamento de 30, 50 y más años de construcción. Y la verdad es que la mayoría nunca fueron revisado en tanto tiempo, en el centro desde que se hizo el tendido del gas natural en los primeros años de la democracia y en los barrios lo mismo, se sumaron al nuevo sistema y nunca más se tocó, lo que no deja de ser una irresponsabilidad. Pero el costo de ser responsables y solicitar una inspección es muy alto, por las consecuencias que puede acarrear. Peor es perder la vida, claramente, pero por no toparse con la burocracia se especula hasta el límite. La verdad sea dicha, aunque después lamentamos las tragedias.

Cuando se produjo la desgracia de la explosión de gas en Rosario en 2013 en un edificio con muertos y heridos (entre los que falleció el joven médico pergaminense Santiago Laguía), Litoral Gas revisó muchos edificios locales, adecuándolos a las nuevas normas de seguridad. Pero no fue un trámite rápido y algunos edificios tardaron meses y meses en volver a tener el servicio. Lo que dejó a los vecinos, y con razón, con la sensación que ir a la empresa por una revisión es atravesar un calvario. Sin embargo en las viviendas individuales no se ve que se revisen anualmente las estufas, calefactores o termotanques y la verdad es que es mucho lo que se arriesga.

Esta problemática que atravesamos todos los años en los meses de frío cruza transversalmente a todas las clases sociales, porque quienes fallecen así lo indican, ya que la tentación de mantener ambientes cerrados al máximo para que rinda la calefacción no tiene relación con la situación económica, en la mayoría de las casas, sino en el descuido de no dejar apenas abierta alguna ventana a fin de recambiar el oxígeno por las dudas.

Como siempre sucede en la Argentina, normativas hay, no se cumplen como es habitual también y tampoco la solución está exenta de burocracia. Baste revisar las normas para ver que está prohibido el uso de cualquier artefacto que no sea de tiro balanceado en dormitorios y baños, porque estos permiten el ingreso de oxígeno. No se debe dormir con estufas prendidas, salvo las que son de tiro balanceado. Verificar que no estén obstruidos los conductores o rejillas de ventilación. Mantener siempre algún ambiente ventilado. Dejar al menos 10 centímetros abierta una ventana. Usar sólo artefactos con salida al exterior. Evitar el uso de braseros o estufas a querosén. Si no se puede hacer, apagarlo antes de dormir. Nunca usar hornallas o el horno para calefaccionar. Es preferible abrigarse con más ropa. Al encender el automóvil verificar que el garaje esté ventilado. Cuando se usan grupos electrógenos, deben colocarse al aire libre y no dentro del domicilio.

Muchas normas que pocos conocen y tampoco cumplen, con los accidentes fatales que vemos que suceden todos los años. Debiéramos tomar conciencia de esta cuestión, porque nos va la vida y las empresas que proveen el gas deben desburocratizarse y utilizar un sistema ágil y seguro de control, para beneficio de todos.


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