Donación de órganos: política que sirve

El lunes fue el Día Mundial de la Donación de Organos y Tejidos, una fecha que habilita una reflexión sobre la actitud altruista que permite salvar innumerable cantidad de vidas. También para pensar en la política que sirve porque mirando la realidad de Argentina la política pública impulsada desde el Incucai y avalada por su prestigio se erigen como un modelo que es imitado mundialmente por su transparencia.

No es la primera vez que el tema de la donación de órganos ocupa párrafos de este espacio editorial, ni será la última. Pero la efeméride posibilita reiterar algunos conceptos para seguir avanzando en la conciencia comunitaria y poniendo luz a lo que han sido los significativos avances en esta materia.

A menudo se habla de la enorme necesidad que tiene la Argentina de establecer acuerdos capaces de sostenerse en el tiempo y de resolver los grandes problemas que afectan a la sociedad. El campo de la salud no es ajeno a esa necesidad. Y cuando se observa lo que ha ocurrido en el terreno de la donación de órganos, hay políticas públicas que devuelven la esperanza y se imponen como modelo. Lo que ocurre con la donación de órganos y tejidos en el país es un claro ejemplo de lo que representa una política de Estado cuando es bien implementada. La labor silenciosa que realizan los equipos de los organismos que coordinan las acciones de procuración, ablación e implante posee los atributos de la buena política, esa que consigue sostenerse y llevarse adelante independientemente de los nombres, de los partidos políticos o dirigentes de turno.

En materia normativa, el debate que se dio para la aprobación e implementación de la llamada Ley Justina es un ejemplo de civilidad, por cuanto con la anuencia de todos los sectores políticos y la tarea inconmensurable de diversos actores sociales lograron consensuar un marco que cambió el paradigma de la donación de órganos. Esto se hizo pensando en el bien común.

Por fortuna ya nadie discute que más allá de las cuestiones normativas, el clima social respecto de la donación de órganos también se fue transformando con el devenir de los años. Antes los equipos de ablación debían entrar por la puerta de atrás de los hospitales y el tema se manejaba con la difícil trama que anteponen los prejuicios. Hoy entran por la puerta grande y esto es algo que va mucho más allá de lo simbólico.

La tarea sigue siendo nutrir a este nuevo paradigma de acciones que optimicen las instancias de procuración y doten a los hospitales de los recursos humanos y materiales necesarios para el sostenimiento de los posibles donantes. En este sentido el Hospital San José de Pergamino está dando pasos importantes para fortalecer su unidad de procuración e impulsar estrategias que mejoren un proceso que siempre resulta complejo y que requiere de equipos de salud preparados y de sociedades abiertas e informadas.

El clima de la época ha cambiado. Pero como ha sido señalado en alguna ocasión, esto no sucedió por casualidad sino que es la consecuencia de un trabajo colectivo y el producto de la política cuando sirve, cuando se pone al servicio de las soluciones y lo hace con pericia y transparencia.

A menudo no se asocia la donación de órganos con la política, pero este sistema no podría sostenerse si no hubiera detrás inversión, decisiones adecuadas e instituciones transparentes.

Según datos oficiales, en Argentina en lo que va del año se realizaron 1.527 trasplantes de órganos y 1.354 de córneas. De acuerdo a las mismas estadísticas son 7.170 personas las que están en lista de espera porque necesitan un trasplante para salvar su vida.

A pesar de que el déficit de órganos sigue siendo una realidad y que la balanza no ha logrado inclinarse del todo, se va en camino de la vida. No es casual que de acuerdo a lo informado por el Incucai, este año por primera vez en la historia el país alcanzó la tasa de veinte donantes por millón de habitantes, una cifra que acerca a Argentina al promedio anual de donantes de los países de la Unión Europea y Australia

Y en este sentido, lo conseguido en este tema es un ejemplo de cómo una sociedad y una democracia pueden madurar en la conciencia cívica. Algo que no resulta menor teniendo en cuenta que se trata de cuestiones tan sensibles y de políticas en las que se juega el altruismo y el valor de la vida.