Editorial

Economía fallida, endeudamiento externo y falta de consenso


Si bien es cierto que los argentinos, sobre todo los mayores de 50 años, se acostumbraron más a vivir en un país endeudado que en uno sin esa pesada carga, no es menos cierto que el nivel de endeudamiento en el que se encuentra en estos momentos la Argentina resulta más que preocupante. Hoy el país está un 76 por ciento más endeudado que a finales de 2015, cuando daba sus primeros pasos el Gobierno nacional de Cambiemos. “Hay una revolución de alegría en el país”, había manifestado el propio presidente unas pocas horas después de imponerse en las urnas y resultar electo presidente de la Nación. Pero, lamentablemente, de ese clima de júbilo se pasó a la incertidumbre que generan hoy el proceso inflacionario, la destrucción del tejido industrial y el aumento de la pobreza, que alcanza al 32 por ciento de la población según los últimos datos del Indec.

“Hoy es un día triste”, dijo la ministra de Desarrollo Social de la Nación, Carolina Stanley, al dar a conocer los datos que confirmaron el aumento de la pobreza. La voluntad de resolver ese grave problema encontrará en la deuda externa un gran obstáculo porque buena parte de los ingresos nacionales se deberán destinar al pago de los compromisos asumidos con el Fondo Monetario Internacional que, a partir de la última crisis cambiaria, se transformó en el principal financista externo del país. Antes, hasta junio del año pasado, ese rol lo cumplía el mercado financiero internacional. Pero, como todo el mundo sabe, el FMI no hace beneficencia. Para poder acceder a los préstamos otorgados por el organismo multilateral primero fue necesario que el gobierno de Macri aceptara firmar un acuerdo a través del cual se comprometiera a llevar adelante un impopular programa de ajustes y reformas tendientes a acomodar la economía nacional, para llevarla a estándares aceptables en cuando al uso de los recursos.

Resulta curioso que un país como la Argentina, tan necesitado de dólares, tenga -además de un alto endeudamiento externo con los organismos de crédito- una constante fuga de divisas al exterior. Se estima que, a fines del año pasado, existían casi 294 mil millones de dólares de ciudadanos argentinos en el exterior, aunque vale aclarar que en estos números no están reflejados aquellos ahorros en dólares por fuera del sistema financiero, ni los activos y cuentas que son operados a través de la banca offshore. Economistas que pertenecen a distintas corrientes de pensamiento coinciden en que la fuga de capitales es uno de los problemas estructurales de la economía argentina, y advierten que si bien el origen y las causas de esas fugas han cambiado en los últimos 30 años, lo más preocupante es que la salida de divisas es una sangría casi permanente en el país.

Según cifras dadas a conocer por el Banco Central de la República Argentina, el atesoramiento de dólares billetes sumó 3.807 millones de dólares en febrero, lo que representa un 70 por ciento más que el atesoramiento registrado en igual mes del año pasado.

Una de las pocas estrategias exitosas en el mercado financiero durante la era Cambiemos fue el blanqueo de capitales, que logró que se declarasen activos anteriormente no declarados por más de la mayoría de esos dólares no ingresó nunca al país, pues la reglamentación del proceso no lo obligaba.

Volviendo al tema del alto nivel de endeudamiento público en la Argentina, debe observarse que, lejos de disminuir, sigue aumentando. Pero hay un aspecto más para tener en cuenta, y que no es menor: como los compromisos son a largo plazo con tasas de interés muy elevadas, esto significa que varias generaciones van a tener que llevar sobre sus espaldas una pesada carga que vuelve a colocar al país en una zona de alto riesgo.

En ese contexto no deja de llamar la atención la ausencia de un debate serio sobre este espinoso asunto en la agenda pública de un país como la Argentina que se ha convertido en el más endeudado de la región, con pocas posibilidades de retornar, al menos en el corto plazo, a la senda del crecimiento.

La falta de ese debate es lo que brilla por su ausencia. En este año electoral no caben dudas que el eje discursivo de los candidatos opositores será el fracaso del Gobierno de Cambiemos en materia económica. Y que, por su parte, el macrismo buscará salir de ese incómodo asunto mostrando que en estos cuatro años dejarán otras cosas al país, como infraestructura o libertad de expresión, por ejemplo. Pero hoy, unos no quieren hablar del asunto porque los pone en evidencia y el resto, los que pretenden llegar al poder envalentonados sobre el fracaso económico del Gobierno, critican (con argumentos de sobra) pero a la par no dan demasiadas señales sobre cómo harían para salir de la crisis sin que duela.

La clave está en ponerse de acuerdo para lograr un país confiable sobre la base de un proyecto de desarrollo productivo consistente que al mismo tiempo ponga límites concretos al movimiento de los capitales especulativos. Visto en palabras parece sencillo, en la práctica requiere de  un esfuerzo colosal, primero para ponerse de acuerdo todos, y después para empezar a tirar del carro.


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