El arte de justificar lo inadmisible

Hay problemas que en el país debieran estar por fuera de cualquier controversia y comprometer a todos los actores con responsabilidad política e institucional del país para abordarlos y resolverlos. La pobreza extrema y la realidad que viven muchas de las comunidades originarias es uno de ellos.

En los últimos días el fallecimiento de niños pertenecientes a la comunidad Wichi en el norte de Salta causó conmoción social porque corrió el velo y dejó al descubierto la vergüenza que significa que en un país rico en recursos naturales haya chicos que mueran de hambre. Y como suele suceder con todos los temas que no admiten justificación alguna ni resisten ningún argumento que intente mitigar el impacto de un hecho de la realidad, se generaron debates estériles tratando de fundamentar sobre la base de cuestiones culturales argumentos que no resisten ningún análisis.

La desafortunada frase de la ministra de Salud salteña que en una entrevista periodística refirió que los niños siempre se mueren en esta época del año, para marcar que no se trató de una cuestión eventual y depositar culpas en anteriores gestiones de Gobierno y en razones poco consistentes resultó indignante. Y vergonzoso. Ningún funcionario que tenga responsabilidad pública en temas tan sensibles como la salud puede darse el lujo de expresar semejantes conceptos.

No más felices resultaron las apreciaciones del ministro de Desarrollo Social de la Nación, Daniel Arroyo, que en un intento por desmentir a la ministra argumentó que los chicos wichis mueren por desnutrición a causa del consumo de agua contaminada.

Y a las declaraciones de los funcionarios se sucedieron un sinnúmero de explicaciones, a uno y otro lado de las opiniones, argumentos tratando de explicar una realidad que a la luz de las muertes no tiene mayores lecturas posibles más que las de la indignación y la vergüenza.

Resulta impropio que a esta altura de los acontecimientos y de la historia, en un territorio atravesado por problemáticas estructurales, pujas de poder e intereses económicos potentes, cualquier funcionario del rango que sea se quede solo en el diagnóstico.

Ninguna explicación es admisible si no viene acompañada de acciones ciertas para revertir una realidad que muestra la deshonestidad de un país en su mayor expresión. Y la mayor tragedia que puede experimentar un pueblo como la de no cuidar a sus chicos.

No hay factor cultural que justifique la ausencia del Estado porque lo que muestra eso es su clara inoperancia en la capacidad de construir confianza y lazos sólidos que permitan una intervención política y sanitaria apropiada. También inversiones para dotar a los parajes, aún a los más lejanos, de infraestructura para que accedan al agua segura y al alimento.

Hay quienes aseguran que detrás de esta problemática se esconde una puja por la tierra. Nada de lo que sostengan los discursos minimiza el inmenso costo social y moral de la muerte de niños indefensos a manos de una dirigencia insensible que mira para otro lado mientras se rasga las vestiduras en discursos grandilocuentes.

Más allá de los factores económicos, culturales, sociales y políticos que conforman la trama de la problemática salteña con relación a las comunidades originarias, lo que exige la hora es ejercer la política con mayúsculas sin otra especulación que la de hacer de la inclusión una realidad. No alcanza con la solidaridad de la propia sociedad que ante el dolor de la noticia pone en marcha sus mecanismos de participación y se organiza para hacer llegar la ayuda necesaria de agua y alimentos. Ante la gravedad de lo que sucede hay que poner en práctica la frase que señala que la política es el arte de lo posible, y hay que ejercer ese arte con mayúsculas para que no siga ganando la batalla la impericia de permitir que en un país rico los chicos sigan muriendo a causa del hambre y de la desnutrición. Cuando eso ocurre la política en lugar de ser herramienta de transformación, es instrumento para justificar lo inadmisible. Argentina ya no tiene más tiempo ni tolerancia para ello.