Editorial

El Centro Oncológico, una respuesta de la política a la prepotencia de un sueño


Hace unos días, el anuncio de la posible visita del presidente Mauricio Macri y de la gobernadora María Eugenia Vidal para recorrer las instalaciones del Centro Oncológico Pergamino, desató una catarata de mensajes a través de las redes sociales con opiniones que, a uno y otro lado de la grieta, alentaban o desalentaban la presencia oficial, abriendo un debate sobre a quién pertenecía el mérito de haber impulsado una obra que representa para Pergamino la inversión en infraestructura de salud más importante de su historia.

Aunque la visita finalmente no se concretó, prosiguió ese diálogo que puso sobre el tapete lo mucho que la opinión pública está atravesada por la mala política y lo dividida que está la consideración social respecto del hacer de sus dirigentes. Entre quienes se expresaron afirmando que el Centro Oncológico había sido una obra gestada durante el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner y por tal razón le correspondería a ella atribuirse el logro de la concreción en términos de rédito político; hubo otros que afirmaron que si bien la ejecución se había decidido en esa gestión fue la administración de Mauricio Macri la que tomó la decisión de continuarla y sostener la inversión. Por la línea del medio, la enorme porción de vecinos que suelen mantenerse al margen del debate político pero sí alzar su voz ante temas sociales o comunitarios de interés se proclamaba en portales y redes atribuyendo esta concreción al esfuerzo de los propios pergaminenses, canalizado a través de la Fundación Leandra Barros, que curiosamente esta semana convocó a una conferencia de prensa para “despegarse” de cualquier pertenencia político partidaria y aclarar la participación que como entidad había tenido en el proceso de gestión y construcción de este espacio que aun no ha sido inaugurado ni está funcionando a pleno de sus capacidades.

A decir verdad, ninguna de estas especulaciones responde del todo a la verdad. Tal como hemos señalado en repetidos comentarios editoriales, el Centro Oncológico Pergamino es la resultante de una política pública financiada con fondos del Estado nacional. Y surgida no de la planificación estratégica de ningún gobierno sino de la prepotencia de un anhelo y de la insistencia de quienes -alentados por la posibilidad de dar a los pergaminenses y vecinos de la región  un espacio donde atender de manera integral sus patologías oncológicas- perseveraron en la gestión. Y así, el deseo  de dotar a Pergamino de un acelerador lineal para la realización de tratamientos de radioterapia, que fue transferido a las autoridades de turno, se encontró con una respuesta inesperada: una determinación superadora, la de armar en Pergamino un proyecto mucho más ambicioso como fue la construcción del Centro Oncológico.

Esta respuesta y la inversión correspondiente fueron de la política. No de un partido, ni de un líder de los que se aclama o repudia en las tribunas, sino del Estado. Es decir la política de todos, esa que atendió una demanda e incluyó a Pergamino en el Plan Nacional de Medicina Nuclear. Cierto es que sucedió en el último tramo de la gestión kirchnerista y real es también que esta decisión fue ratificada y sostenida por el presidente Mauricio Macri. 

Como si esta realidad incomodara a quienes están en los extremos de las ideologías, radicalizados en una política de la chicana, lo cierto es que en rigor el Centro Oncológico Pergamino fue la respuesta de la política a un sueño; pero de la política ejecutada desde un Estado maduro que pudo lograr una línea de continuidad a pesar de ser atravesada por dirigentes de posicionamientos antagónicos.

Como si no estuviéramos acostumbrados a estas continuidades, pareciera que tuviéramos siempre que aclarar y adjudicarle o achacarle al otro el mérito o las responsabilidades, cuando lo natural en el curso de una democracia madura es que las políticas de Estado se sostengan en el tiempo independientemente de quienes sean los gobernantes.

¿Por qué sucede esto? ¿Por qué un espacio de esta naturaleza motiva la necesidad de tener que hacer tantas aclaraciones y despierta tan acalorados debates?

Quizás porque lo que está desprestigiada es la política, que como herramienta de transformación social queda presa de intereses mezquinos de sus propios dirigentes que se suben al tren de adjudicarse logros y en tiempos preelectorales sobreactúan y se montan sobre proyectos colectivos.

Llama la atención que la Fundación Leandra Barros haya tenido que salir a explicar lo que a esta altura de los acontecimientos, con el Centro incluso más encaminado para poder ponerse en marcha, debería estar más que claro.

El énfasis puesto por integrantes de la Fundación Leandra Barros en decir que no responden a ningún partido político y el empeño en recordar que con los fondos que se recaudaron en las actividades realizadas lo que se hizo fue construir el Centro de Día en el Hospital San José para la realización de tratamientos de quimioterapia- que hoy ya se realizan en el Centro Oncológico-  y adquirir una casa que será acondicionada para el alojamiento de pacientes del Centro Oncológico que lleguen de otras localidades, habla a las claras de la distorsión que existe y la desinformación que hay en la propia comunidad respecto de esta iniciativa que no pertenece ni a Mauricio Macri ni a Cristina Kirchner y que tampoco fue construido con fondos de los pergaminenses. En todo caso fue ejecutado con dinero de todos los argentinos que contribuyen con el pago de sus impuestos al sostenimiento de un Estado que muchas veces desatiende las necesidades; pero que otras presta atención a las demandas y las traduce en políticas capaces de sostenerse en el tiempo.

Eso es el Centro Oncológico Pergamino un espacio concebido como una política pública. Gigantesco y por lo tanto complejo. Y frente a eso, más que centrar la atención en atribuir méritos y buscar réditos lo que queda por delante es el enorme desafío de hacerlo funcionar para que cumpla el cometido para el cual concebido: brindar a los pacientes oncológicos la posibilidad cierta de acceder a una atención de salud de calidad. Algo que no entiende de banderas políticas, ni de especulaciones electorales, y que tiene la premura de no admitir más el paso del tiempo. De la mano de la verdadera política, del compromiso de dirigentes políticos y sociales, y fruto de un trabajo sostenido pareciera que ya están dadas las condiciones para ello. Solo resta poner manos a la obra y seguir de cerca las vicisitudes que conlleve el funcionamiento de tamaño emprendimiento.


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