Editorial

El cumplimiento de la cuarentena


pesar del enorme esfuerzo que el conjunto de la comunidad realiza para evitar la propagación del Covid-19 y mitigar el impacto de la pandemia, todavía hay personas que no terminan de entender la importancia que tiene respetar el aislamiento obligatorio. Así lo demuestra la cifra de detenidos, demorados y notificados en todo el país por violar la cuarentena: según fuentes oficiales, son casi 1.200.000 las personas que no pudieron justificar su permanencia en espacios públicos.

El número surge de los distintos operativos realizados en todo el territorio nacional por efectivos de la Policía Federal, Gendarmería Nacional, Prefectura Naval, Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA) y las fuerzas de cada Estado provincial, desde el 20 de marzo, día en que comenzó a regir la cuarentena obligatoria, según lo establecido por un decreto de necesidad y urgencia del Poder Ejecutivo Nacional. En ese período fueron controlados 798.682 vehículos, de los cuales 2.336 fueron secuestrados, mientras que el número de personas detenidas en todo el país ascendió a 27.747. Si se observa la situación en cada jurisdicción en la provincia de Buenos Aires hubo 22.322 intervenciones, en Tucumán, entre detenidos y notificados, hubo 2.197, en Salta 3.273, Jujuy 1.600, La Pampa 2.969, Río Negro 1.418, Entre Ríos 2.497, Mendoza 2.652, Chubut 2.257, San Luis 2.470, Córdoba 5.983, Neuquén 727, San Juan 3.680, Chaco 4.463, Formosa 5.760, Corrientes 1.708, Catamarca 709 y Tierra del Fuego 123. En la Ciudad de Buenos Aires, en tanto, se detuvo a 467 personas, y se demoró, notificó o trasladó a su domicilio a 4.778. En esa misma jurisdicción en el mismo período de tiempo, es decir entre el 20 de marzo y el fin de semana pasado, se secuestraron 145 automóviles.

No deja de llamar la atención que, solo en la Capital Federal, las autoridades se hayan visto obligadas a clausurar 13 bares y dos boliches bailables en el marco de las medidas de urgencia que se están adoptando para evitar la concurrencia masiva de personas en lugares donde puede facilitarse el contagio de un virus que ha tomado por sorpresa no solo a la Argentina, sino a todo el mundo.

Es que desde que se reportaron los primeros casos en diciembre pasado en la ciudad de Wuhan, capital de la provincia de Hubei, China, y hasta estos días el patógeno logró atravesar fronteras y contagiar a personas de casi todos los países, arrojando cifras que estremecen: más de 1,2 millones de infectados y más de 70.000 muertos en todo el mundo.

El virus, como se ha repetido hasta el cansancio en todo este tiempo, no distingue a las personas por ideologías, creencias religiosas, nivel de ingresos, estudios u origen social. Cualquiera puede verse afectado y es por eso que la respuesta no es ni debe ser individual, sino colectiva. Es por eso que hasta en aquellos países donde más se respetan las libertades individuales las autoridades han comenzado, tal vez en forma tardía, a ordenar medidas de aislamiento colectivo, aun a sabiendas de que esas decisiones paralizarán muchas actividades y tendrán un impacto negativo sobre la economía.

La velocidad con la que se ha propagado este coronavirus no ha permitido, hasta ahora, medir el impacto en las sociedades. Pero una cosa es segura: el mundo ya no será el mismo después de la pandemia. De hecho, ya se observan algunos cambios. El periódico liberal británico Financial Times, por ejemplo, planteó la necesidad de reforzar el papel del Estado en la economía ante la crisis que sacude al mundo, lo que demuestra que la dimensión global de la emergencia obliga a revisar creencias.

Mientras tanto, la mejor herramienta que se tiene a mano para aplanar la curva de contagios es la cuarentena y es necesario que se la respete. Por eso preocupa que todavía haya personas que no comprenden la gravedad de la situación y no se den cuenta de que se está en un momento excepcional, que obliga a prevenir nuevos contagios para que no colapse el sistema de salud. No se trata de desconocer la necesidad de las personas de relacionarse con otros, que viene de la propia condición gregaria del ser humano, o de evitar el deterioro de la economía. De lo que se trata es de comprender que, al menos por ahora, la mejor herramienta para evitar males mayores es el cumplimiento de la cuarentena. 


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