Editorial

El empleo del futuro en el futuro del empleo


Con 19 años, Santiago López podría ser el nombre de una promesa del fútbol, o un estudiante del segundo año de cualquier carrera universitaria convencional, o el empleado de una fábrica de aberturas, o un joven sin rumbo definido, o tal vez un chico atrapado por alguno de los flagelos de la sociedad actual.

Sin embargo el Santiago López al que nos referimos se salió de lo común  para convertirse en un paradigma de los tiempos que corren, mirando al futuro con muchas más certezas que dubitaciones.

Es de profesión hacker, una palabra que se asocia directamente con el mal, sin embargo sus intervenciones son justamente para contrarrestar las acciones de los “malos” que invaden el universo de la Internet. Básicamente pertenece a una plataforma llamada HackerOne, a la que están adheridas muchas de las principales empresas del mundo, y desde allí los hacker “buenos” como Santiago se dedican a revisar códigos para detectar fallas en los procedimientos de las empresas y así prevenir millonarias pérdidas. Haciendo esa labor fue el primero de todos los hacker de la citada plataforma en ganar un millón de dólares. Y por eso saltó a la fama en el mundo de los cibernautas.

Este caso lo traemos a colación porque es un botón de muestra sobre cómo se debe mirar hacia el futuro del empleo, fundamentalmente cómo nuestro país debe reestructurar el sistema educativo, para que haya más jóvenes como Santiago capaces de aggionarse a los modelos laborales actuales y venideros.

Cuando se mira hacia el futuro del mundo laboral es fácil caer en el temor de que cada vez habrá menos empleo por la tecnificación que sigue avanzando a pasos agigantados.

Pero hay otra cara, mucho más optimista, que no se ve a simple vista: la cantidad de trabajos que se crearán gracias a la tecnología, gracias a los cambios sociales que trae consigo. La pregunta, entonces, es: ¿se destruirán más trabajos de los que se crearán o, al revés, se ganarán más trabajos de los que se perderán?

Si nos basamos en la historia, en cada una de las revoluciones industriales, se generaron más trabajos de los que se destruyeron. Más que trabajos, se destruirán muchas tareas que van a ser innecesarias que desarrolle el hombre. Va a cambiar la naturaleza de muchos empleos y lo que sí es seguro es que los nuevos empleos van a ser de más calidad que los que desaparecerán. Y es en ese punto donde se debe poner el foco.

Naturalmente, como siempre sucedió cuando una revolución está en marcha, hay un gran susto, pero esto ya pasó en la historia. Cuando Henry Ford comenzó con la producción a escala de autos, los encargados de fabricar los carruajes, de mantener a los caballos, creyeron que se iban a quedar sin trabajo. Y, al contrario, la industria automotriz creó cientos de miles de empleos. La tecnología obliga a aggiornarse, pero no destruye los trabajos.

En la actual coyuntura hay quienes afirman que entre el 45 y el 50 por ciento de algunas tareas -las más estandarizadas y rutinarias- están siendo reemplazadas por máquinas, pero también comienzan a emerger otras nuevas funciones. A medida que las industrias migran a procesos automatizados más avanzados, se necesitan equipos capaces de impulsar esta transformación. Por eso el éxito radicará en habilidades blandas como la comunicación, la colaboración, la resolución de problemas, el servicio al cliente, el liderazgo y la gestión.

Un informe de McKinsey Global Institute plantea que al menos un tercio de las actividades que se desarrollan en el 60 por ciento de las ocupaciones podrían ser automatizadas. Pese a ello, dice, hay áreas estratégicas que crecerán exponencialmente hasta 2030.

La tercera y cuarta edad será una de ellas. Se estima que en 2030 habrá 300 millones más de personas de 65 años o más, por lo cual en servicios médicos y acompañamiento habrá entre 50 y 80 millones de nuevos empleos. La tecnología traerá entre 20 y 50 millones de trabajos que, aseguran, serán muy bien remunerados. La construcción también se potenciará con más trabajo para arquitectos, ingenieros, electricistas, carpinteros.

Las inversiones en energía renovable, como eólica y solar, comenzarán a llegar para mitigar los efectos del cambio climático, según el informe. Crearán una demanda de entre 10 y 20 millones de empleos. A su vez, otra tendencia que analizan es la formalización de trabajos domésticos: cuidado de niños, educación infantil, limpieza, cocina y jardinería, por ejemplo, inyectarán entre 50 y 90 millones de empleos en todo el mundo.

En el listado de profesiones con mejor proyección, con menos riesgo de extinción y más probabilidad de crecimiento, incluyen: proveedores de servicios de salud, profesionales tecnológicos, ingenieros y científicos, educadores, sobre todo en economías emergentes, “creativos”, constructores, trabajos manuales y de servicio, pero que se dan en “entornos impredecibles”, como enfermeros en el hogar y jardineros.

Para todo ello habrá que capacitarse y la escuela de hoy debe comenzar a dar respuestas. Porque la frase que se repite cada vez con mayor frecuencia es que “los chicos que están empezando la escuela, cuando se gradúen trabajarán en empleos que hoy no existen”.

En un marco incierto, hay una certeza: los contenidos deben modificarse adaptándose al signo de los tiempos. Después la impronta de cada uno y la calidad marcarán la diferencia.


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