Editorial

El oscilante e inteligible derrotero de las relaciones con EE.UU.


fines del Siglo XIX, las exportaciones del campo bastaron para convertir a la Argentina en un país rico, con niveles de ingreso por habitante que se aproximaron al de Estados Unidos. Sus relaciones comerciales eran secundarias para ambos y Argentina en principio rehusaba participar de organismos que incluyeran a los países de habla inglesa.

En la conferencia de Washington de 1889-90, la delegación argentina integrada por Roque Sáenz Peña y Manuel Quintana se opuso tenaz y exitosamente al intento del gobierno norteamericano de conformar una unión aduanera que excluyera a los países europeos.

En ese entonces la Argentina podía hacerlo sin demasiado temor por las represalias. Sus intereses estaban estrechamente vinculados al Reino Unido, destino principal de sus exportaciones y origen de sus importaciones industriales e inversiones.

Durante la Gran Guerra el tema de la neutralidad fue una cuestión importante en la política exterior argentina, que hasta 1917 no parecía requerir una decisión mayor de lo que se consideraba una neutralidad benévola con Francia e Inglaterra.

En 1920 Argentina se opuso a la Liga de las Naciones propuesta por Wilson y se retiró. No participó en ninguna de las tres conferencias de Estados americanos en 1928 y 1929.

El hundimiento de varios barcos mercantes estadounidenses por submarinos alemanes llevó a aquel país a la guerra y a tratar de persuadir a los demás países americanos a participar a su lado en la conflagración. Hipólito Yrigoyen mantuvo tenazmente la neutralidad aun cuando la presión norteamericana se hizo intensa.

Las manifestaciones se hicieron frecuentes con motivo del hundimiento de varios barcos mercantes. Poco tiempo después se hicieron públicas comunicaciones del embajador alemán sobre el derrotero de varios barcos argentinos, con la recomendación de hundirlos “sin dejar rastros”. El Gobierno ordenó la expulsión del embajador alemán, pero la política de neutralidad no solo se mantuvo inalterable sino que desde Argentina se invitó a una reunión de todos los países del continente que mantenían una posición similar. Solamente concurrió México.

Para entonces el mundo había cambiado. Estados Unidos había emergido como la potencia dominante y consolidado su notable hegemonía. No solo producía un cuarto del total de la economía mundial sino que era arrollador su predominio en innovación tecnológica y avances científicos.

La competencia entre EE. UU. y el Reino Unido tuvo diferentes escenarios y uno de los más importantes fue la Argentina, que concentraba entonces el 50 por ciento del comercio exterior y tenía el 72 por ciento de las reservas de oro totales de la región. En la década del 20 las importaciones procedentes de EE. UU. alcanzaron al 75 por ciento del total. En 1928 Argentina era el primer importador de automóviles norteamericanos en el mundo.

En 1930, el golpe militar de Uriburu introduce el ingrediente ideológico dominante en las décadas posteriores. Con un paréntesis en los gobiernos de Justo y Ortiz, al asumir la presidencia Ramón Castillo se renueva la política neutralista con tendencia pro germana.

Un mes después de que los japoneses atacaran Pearl Harbor, se convocó a una conferencia interamericana en Río de Janeiro con el propósito de que todos los países americanos declararan la guerra o rompieran relaciones con el Eje. Los dos únicos países que se opusieron, Chile y Argentina, hicieron fracasar esa iniciativa.

Casi en vísperas de la apertura de la reunión se firmó en Washington el Pacto de las Naciones Unidas, que fue suscripto por los representantes de 26 países. Las potencias firmantes se comprometieron a pelear hasta obtener la victoria común sobre el fascismo. Argentina no adhirió y fue el único país latinoamericano que, hasta después de finalizar la guerra, quedó al margen de la entidad.

En 1943 el golpe nacionalista terminó con todas las dudas sobre la alineación argentina a favor de los países del Eje, que perduró hasta que ya era evidente su derrota. Aún después, Juan Domingo Perón convirtió a las elecciones de 1946 en una alternativa -Braden o Perón- que fue decisiva en su popularidad electoral y devastadora en sus consecuencias para la Argentina.

Hasta entonces, Inglaterra había evitado que EE.UU. tomara represalias para que no afectaran su provisión de alimentos durante la guerra, pero, una vez definida ésta, las sanciones económicas fueron variadas y concluyentes.

EE. UU. acentuó el trato privilegiado para Brasil, que había combatido con los aliados en las dos guerras mundiales. Sus Fuerzas Armadas fueron equipadas con material moderno que las convirtió en las más poderosas de Sudamérica. Las importaciones de café fueron subsidiadas, así como las exportaciones de petróleo al Brasil. EE. UU. apoyó Volta Redonda como si se tratara de una inversión siderúrgica local y la industria del acero brasileña creció 28 veces entre 1940 y 1950.

En evidente contraste, una cláusula de los convenios con los países europeos beneficiarios del Plan Marshall estableció la prohibición de utilizar los empréstitos otorgados para operaciones comerciales con Argentina. Ello produjo un impresionante crecimiento de las exportaciones norteamericanas a Europa y una declinación proporcional de las exportaciones argentinas.

Las exportaciones a los países europeos se redujeron a solo un 3 por ciento del total de los productos alimentarios comprados por esos países, mientras que las exportaciones de cereales norteamericanos fueron ocho veces mayores que las ventas de preguerra. Entre mediados de los años 30 y 1948-1952, la parte argentina en el mercado mundial de trigo cayó del 23 por ciento a solo el 9 y la parte del maíz del 64 por ciento a solo el 23,5.

En los años posteriores al conflicto bélico, el mundo se polarizó en la denominada Guerra Fría. Nuevamente Argentina se distanció de Estados Unidos y proclamó su “tercera posición” que asumía al peronismo como doctrina superadora del capitalismo o el marxismo.

Los gobiernos radicales que lo sucedieron si bien fueron apoyados por los gobiernos norteamericanos, lo enfrentaron en dos temas cruciales: la expulsión de Cuba de la OEA al final del gobierno de Frondizi y la anulación de los contratos de petróleo en el mandato de Illia.

El breve período de “las relaciones carnales” de Carlos Menem terminó con su mandato y el peronismo regresó a su política tradicional en sus formas más agresivas y grotescas. En 2005, en la Cumbre de las Américas a la que asistió Bush personalmente, Kirchner convirtió a Chávez en el protagonista principal en su oposición al Alca.

En las relaciones entre países hay motivos de disputas que se resuelven con negociaciones y concesiones recíprocas en las que predomina la racionalidad por sobre la emoción o los sentimientos.

Es difícil encontrar un país que adopte como norte de su política internacional la alineación automática para enfrentar a otro país mucho más poderoso, proveedor de la mayoría de sus importaciones y cuya moneda es la preferida por sus propios nacionales para proteger sus ahorros.

La estrategia de polarizar con Estados Unidos le dio muy buenos resultados electorales al peronismo, aunque las consecuencias para el país en la posguerra fueron desastrosas.

Destruida su economía por la inflación y la corrupción, y solitaria en su desigual y estéril pugna con uno de los líderes del planeta, la Argentina desapareció de los países con alto nivel de ingresos y se sumergió en el tercer mundo en el que se encuentra actualmente inmersa.


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