Editorial

El pueblo y nadie más que el pueblo


El mundo y Argentina vivimos una situación inédita, pues las pandemias previas del Siglo XX no tuvieron el impacto que la actual tiene y tendrá. Toda medida que atempere muertes y otras consecuencias no menores es válida.

En el derecho público rige la “emergencia”, en este caso sanitaria: ante una situación grave las medidas deben ser rápidas y proporcionales, para lo cual siempre los derechos de uno ceden ante el conjunto.

Nuestra Constitución autoriza este tipo de medidas y el Decreto Nº 297 es una obra magistral de derecho que será estudiado en el futuro, pues equilibra poder de policía sanitario con derechos humanos y derechos colectivos con individuales.

No sabemos mucho sobre este virus. Sí que las medidas previas de aislamiento son clave para atenuar el impacto.

Supimos desde el principio que China logró controlar sus focos de infección, en particular la ciudad de Wuhan, con 11 millones de habitantes, por el simple prospecto de aislarlos del resto del mundo. Pero ¿sería posible aplicar ese tipo de medidas en las democracias occidentales? Acabamos de ver que sí. Las medidas del Gobierno argentino, como las de otros países, se basan casi por entero en la experiencia china. Los aislamientos y las cuarentenas ralentizan la propagación del virus. Eso no quiere decir que lo eliminen —este coronavirus no tiene pinta de estar en riesgo de extinción—, pero sí que permite a los sistemas sanitarios gestionar sus efectos. Esta es la clave para entender la crisis sanitaria. La económica es otra historia.

El coronavirus (Sars-CoV-2, en la jerga), causante de la enfermedad respiratoria Covid-19, se propaga mejor que su predecesor el Sars, y hasta mejor que la gripe, que hasta ahora era la verdadera pesadilla de los epidemiólogos. Pocos científicos esperan eliminarlo a estas alturas. Lo más probable es que el coronavirus infecte tarde o temprano a la mayor parte de la población mundial.

Una buena regla que han aprendido los epidemiólogos en esta crisis es 80/15/5. Son porcentajes, y por eso suman 100. El 80 por ciento de las personas se infectará sin casi enterarse. Para ellos, la enfermedad será tan leve que ni le prestarán atención más allá de un ocasional paracetamol. El 15 por ciento puede sufrir neumonía y necesitará tratamiento. Y el otro 5 por ciento tendrá que ingresar a la terapia intensiva hospital. 80/15/5 es la clave para entender las medidas que está tomando el Gobierno. Esas medidas son correctas, pero no siempre fáciles de entender por la población. Ni por los mercados.

Hay una geometría de la pandemia. Si el virus va a acabar por contagiarnos a casi todos, ¿por qué empeñarse en frenar su propagación? El objetivo del Aislamiento Solidario Preventivo Obligatorio (Aspo) declarado por el Gobierno no es protegerte a vos sino al sistema sanitario que, con toda seguridad, necesitarás alguna vez en tu vida, incluso ahora y por cualquier motivo ajeno al coronavirus. Por ejemplo, una apendicitis, un ACV, una simple fractura.

El 5 por ciento de 100 infectados son cinco pacientes en terapia intensiva. El 5 por ciento de 100.000 de infectados son 5.000 pacientes en terapia intensiva. El sistema sanitario de Pergamino no podría soportar eso, por eso las medidas son necesarias para allanar la curva de contagio; ese es el gran objetivo que se persigue. El número final de infectados puede ser el mismo, y la cifra no sorprendernos (al fin, en este país mueren 20 personas por día en siniestros viales y 17.000 en el año por neumonía) pero su llegada a los hospitales se escalonará lo suficiente como para hacer posible la atención de los casos más graves. Por eso,  tu aislamiento no es para vos sino para los demás, pero también es por vos, ciudadano hoy sano.

Situaciones de excepción requieren soluciones de excepción. De cada uno dependerá que el conjunto se salve, pues aquí no será el “Estado-Papá” el que haga todo por nosotros sino que lo que cada uno haga contribuirá al conjunto.

Las sociedades actuales son complejas, sociedades de riesgo e incertidumbre. De allí que no hay poder estatal omnímodo que sustituya a la sociedad, por el contrario, solo el obrar personal en colaboración permitirá la salvación del conjunto.

Es ahora, no podemos esperar a la ciencia, porque le llevará su tiempo procurar una solución médica; tampoco podemos pedir un policía en cada cuadra para procurar conciencia a base de rigor. Es ahora cuando esto se puede encauzar hacia una situación controlable o desmadrarse hacia una crisis sanitaria, que es lo que finalmente provocará el mal mayor, con más saldo de muertes que el propio coronavirus. Es ahora cuando, de una vez por todas, tenemos que ser los suficientemente “vivos” para hacer lo que nos conviene.


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23 de Marzo de 2024 - 05:00
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