Editorial

El vandalismo y la desaprensión a las normas, el mal que nos aqueja


La noticia sobre la quema y el recurrente destrozo de los contenedores de basura ubicados en distintos sectores del casco urbano vuelve a hablar del vandalismo y de la falta de cuidado como la moneda corriente en una ciudad que no termina de comprometerse con el mantenimiento del patrimonio común ni con el cumplimiento de normas mínimas de sana convivencia. Lo que sucede también habla de la falta de conciencia ciudadana respecto del manejo de los residuos domiciliarios y el desapego a cumplir con lo establecido para vivir en lugares más limpios. Aunque desde el Estado municipal se han lanzado campañas impulsando la premisa de “pensar en verde” e incorporar determinadas pautas para asegurar una disposición de residuos adecuada y garantizar la correcta limpieza de la ciudad, la desaprensión aparece como una constante entre los pergaminenses que no utilizan la misma vara para exigir a las autoridades que para cumplir con sus responsabilidades ciudadanas en los temas que le competen.

El que incendia un contenedor de basura o lo destruye solo busca dañar y no tiene la mínima conciencia de lo que significa destruir elementos que fueron adquiridos con dineros que son de todos. La conducta es repudiable y los hechos deben ser investigados para intentar dar con los responsables. Eso está fuera de discusión. Pero el descuido por lo público va mucho más allá y se expresa en cuestiones que muchas veces pasan desapercibidas.

¿Cuántos vecinos cumplen adecuadamente con la separación de residuos domiciliarios? ¿Cuántos en la vía pública se preocupan por emplear los contenedores del modo en que corresponde hacerlo, esto es en los horarios y días establecidos? En los automóviles, ¿cuántos utilizan las clásicas bolsitas para depositar la basura en lugar de tirarla por la ventanilla a la vía pública?

Estas pequeñas acciones cotidianas que muestran despreocupación por estas cuestiones y poco apego a cumplir con normas establecidas, hablan del modo de convivir más de lo que se supone. Los mismos que reniegan de los contenedores porque restan espacios a los lugares de estacionamiento son los que reclaman que la ciudad está sucia. Si bien la responsabilidad de mantenerla limpia es de las autoridades, el compromiso de colaborar con esta tarea es colectivo. Los elementos para hacerlo están a disposición. Falta educación y controles efectivos. Hace unos años la irrupción del Ecoclub como organización integrada por jóvenes y encargada de la sensibilización comunitaria respecto del adecuado manejo de los residuos urbanos apareció como una promesa de incrementar la conciencia ambiental en las cuestiones domésticas y ciudadanas. En la misma línea, la construcción de la planta de tratamiento de residuos fue un avance y un modelo. Cuanto se mantiene de esta tarea incluso en los barrios que cuentan con el sistema de selección de los residuos en origen es algo de lo que poco se habla. Como si esa tarea hubiera sido discontinuas al menos en la sensibilización que se hace a través de los medios de comunicación.

Cualquiera que circule por Avenida de Mayo o San Nicolás Norte un domingo a la mañana observa las huellas que deja en la vía pública la nocturnidad.  Lo mismo ocurre en el Parque Municipal o el Paseo Ribereño luego de jornadas recreativas que convocan masivamente a los pergaminenses. La basura se transforma en la vedette para marcar comportamientos que no se condicen con la pretensión de tener una ciudad ordenada y moderna.

El vandalismo que tuvo a los contenedores de residuos como blanco en los últimos días es una muestra más de esa desaprensión. Y habla de lo mucho que resta trabajar en materia de educación social para que podamos convivir mejor. Y vivir mejor, porque no hay presidente, ni gobernador ni intendente que nos pueda proporcionar calidad de vida si nosotros no hacemos nuestra parte.

En estas cuestiones que parecen menores a la luz de los grandes problemas que ocupan la atención y las primeras planas se dirime mucho de la convivencia ciudadana. Quien incendia o rompe un contenedor no dudaría en destruir cualquier otro bien del patrimonio público. La ineficiencia del Estado en dar con los responsables y en asegurar que las medidas vayan acompañadas de acciones de concientización que resulten efectivas es la misma ineficacia que puede esperarse en otro tipo de políticas públicas. Quien no maneja los residuos que genera apropiadamente tampoco tiene apego a cumplir con normas que aseguren una mejor convivencia con los demás. Y todo habla de un modo de ser que poco se condice con la posibilidad de vivir en una ciudad de la que pretendemos mucho y que poco nos ocupamos de mantener y cuidar del efecto nocivo de nuestras propias acciones.


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