Editorial

El voto, esa acción que en democracia construye destinos


Una vez más en el ejercicio de la democracia la ciudadanía se dispone a ejercer su derecho al voto. La voluntad popular se expresará hoy y se hará tangible. Todo lo que se discute en relación al modelo de país en el que se quiere o no vivir quedará plasmado en la voz de las urnas. Y en el resultado no habrá otro argumento válido que la voz del colectivo social que definirá mayorías y minorías para seguir consolidando un sistema de gobierno y de vida.

En una clara muestra de madurez cívica, y a pesar de todas las dificultades por las que atraviesa el país, el acto eleccionario está llamado a vivirse como una fiesta. Quizás porque la historia reciente da testimonio de las implicancias que tiene el vivir en sistemas autoritarios en los cuales se invalida el derecho a elegir.

Argentina decide quién será el presidente de los próximos cuatro años. Y con esa determinación se juega no solo un liderazgo sino las posibilidades ciertas de futuro.

La veda electoral impide hablar de campañas que ya han terminado. También de formular consideraciones asociadas a las preferencias respecto de los candidatos que se postulan.

La contienda intensa, confrontativa, y hasta vacía de contenidos ha llegado a su fin. Y con ello la confrontación propia de los tiempos preelectorales. Lo que impera por estas horas es el silencio -a pesar de que en la dinámica de comunicación que imponen las redes sociales los mensajes políticos siguen circulando sin mayores restricciones por el universo virtual-. Lo que impone la veda es un tiempo reflexivo, preparatorio de ese que es el principal acto de la democracia: votar.

Lo que se dirime hoy es el derecho a elegir. Y con el correr de los años todo parece demostrar que no hay nada que atente contra esa posibilidad. Como si la democracia en Argentina se hubiera consolidado, en una América Latina convulsionada donde la propia democracia tal como ha sido concebida hasta ahora está convocada a repensarse.

Votar es un hecho trascendente porque del fruto de esa acción realizada en el cuarto oscuro marcará institucionalmente el inicio de una nueva etapa.  Más allá de cuál sea la elección de la ciudadanía, lo que se modificará tras la elección es el escenario político y las expectativas que giran en torno al inicio de un nuevo período de Gobierno.

Nadie puede desconocer que votar siempre renueva las esperanzas y abre un horizonte. Se sabe que a la luz de la severa crisis que vive el país ninguna idea ilusoria reemplazará lo que deberá construirse sobre la base del realismo y el trabajo. Quizás por eso el clima eleccionario está signado por cierta mesura.

La elección consolida o traza nuevos rumbos. Y eso posibilita tomar nuevas decisiones avaladas por el respaldo de un pueblo adulto que ha aprendido que los representantes se eligen en las urnas. Allí se ponderan acciones de gobierno o se expresan desagrados.

La elección impone también la necesidad de pensar en la agenda del día después. Sea cual sea el resultado hay indicadores económicos que requieren de intervenciones políticas urgentes; desigualdades sociales que deben abordarse con responsabilidad y sensibilidad; y realidades complejas en el entramado mismo de los sistemas productivos que son el motor del país.

Lo que expresen las urnas marcará el sendero. Todo lo demás quedará en manos de quien resulte electo y de quienes se erijan como referentes del arco opositor. Resolver problemas tan complejos como urgentes requiere de reformas profundas. También de consensos que deberán construirse con madurez. La misma madurez que el electorado expresará seguramente hoy en las urnas.

La hora impone premura, celeridad y competencia. Y deberá apelarse a todos los instrumentos que proporciona la democracia, ese sistema en el que los argentinos elegimos vivir hace ya tiempo y ese en el que la voz de la ciudadanía es soberana.

Hoy es tiempo de cumplir con el deber cívico y ejercer el derecho a elegir, sin ningún tipo de condicionamiento.

Como sucede en cada acto eleccionario, la que está de fiesta hoy es la democracia. Que las elecciones se desarrollen con normalidad y en un marco de armonía, es responsabilidad de todos. Atrás deben quedar las chicanas, las especulaciones. Y hacia adelante hay que velar por la transparencia del escrutinio; por el buen funcionamiento de todo el aparato institucional que se pone en marcha para posibilitar que el acto eleccionario ocurra sujeto a la ley; y que los dirigentes de todas las fuerzas políticas estén a la altura de las circunstancias.

Hoy no hay otra cosa más importante que ir a votar. Y hay que vivirlo con compromiso. Si eso ocurre, si todo transcurre sin anormalidades habremos dado un ejemplo de compromiso cívico. Y ese quizás será el primer paso para saldar las diferencias que dividen al país y cerrar la grieta que parece haberse instalado de manera dañina en nuestro tejido social.

El poder ciudadano tiene una fuerza abrumadora. Hoy es, por excelencia, el día en el que la voz del pueblo es escuchada en el lugar más importante que tienen los ciudadanos para expresarse: las urnas. Esas cajas que contienen la decisión, la voluntad, el deseo y esperanza de que a partir de mañana, esta vez sí, con la democracia como bandera que une, pueda empezar a construirse con la anuencia de todos un destino mejor para un país que lo merece.


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