Editorial

Empezar a pensar en la salud de la economía


La economía argentina sufre una de las peores crisis de la historia. En los últimos días los datos difundidos por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec) exhiben con crudeza el desplome de gran parte de los rubros que sostienen la actividad económica del país y revelan con cifras elocuentes el desmembramiento que experimenta la columna vertebral del aparato productivo nacional en la mayoría de sus rubros. Todo esto agravado por un contexto global de incertidumbre producto de las consecuencias que tendrá la pandemia de coronavirus a nivel mundial y que impactará seriamente en las estructuras financieras de los distintos países en niveles que seguramente se condecirán con la salud previa de sus economías. Nadie sabe a ciencia cierta cómo se conjugarán las nuevas relaciones y alianzas estratégicas en un mundo en crisis. Tampoco es posible ensayar escenarios de certidumbre cuando la advertencia de la Organización Mundial de la Salud señala que la pandemia está aún muy lejos de estar resuelta a escala planetaria. Con epicentro en América Latina y temidos rebrotes en distintos países del mundo que ya habían superado la ola de contagios, todo hace suponer que el mundo entrará y saldrá de periodos intermitentes de actividad y aislamiento en el contexto de “la nueva normalidad”. Y la economía lejos de salir ilesa, aparece como uno de los aspectos que más se resentirá en esta dinámica. De hecho la película que muestran las economías más robustas del mundo denota que han sufrido embates producto de la crisis sanitaria. La eclosión de los principales mercados es una realidad evidente. Ni hablar de lo que pueda esperarse en sistemas económicos más endebles como los que tienen los países pobres o en vías de desarrollo. 

Más allá de cualquier análisis global, lo que muestran los indicadores propios es que la realidad que experimenta Argentina en materia económica no es producto del coronavirus, que como sucede en otras esferas de la vida social lo que ha venido a hacer el COV Sars 2 y la emergencia sanitaria que desató es poner el foco en falencias y vulnerabilidades existentes y estructurales. Antes del coronavirus el tema excluyente de la agenda nacional era el endeudamiento, la ausencia de reformas que dieran viabilidad al sistema y los caminos que había que recorrer para resolver los altos índices de pobreza.

Las medidas de confinamiento lo que han hecho es profundizar la caída estrepitosa de una economía ya alicaída. No se puede culpar a la cuarentena de problemas anteriores no resueltos. Lo que sí se puede cuestionar es la ausencia de un plan cierto que vaya más allá de la emergencia. O que por lo menos no se conozca.

Es ciertamente difícil aventurar el horizonte futuro. Los presagios hablan de una marcada caída del Producto Bruto Interno (PBI) con las consecuencias que eso acarrea para la economía de todos los días. Más allá de la crudeza que el dato pueda tener en términos nominales, lo que expresa es significativo para la vida cotidiana de la gente.

También para la política representará un temido impacto. Se abren muchos interrogantes respecto de la capacidad y posibilidad que tendrá el Gobierno de establecer políticas de largo aliento por fuera de aquellas que resultan de la coyuntura.  Hasta aquí buena parte de las respuestas en la emergencia surgieron de la acción del Estado. ¿Pero hasta cuándo podrá sostenerse esa estrategia?  ¿Qué base de sustentabilidad habrá para implementar otro tipo de medidas que alienten la puesta en marcha de la rueda productiva?

Así como en materia sanitaria el coronavirus vino a mostrar las falencias del sistema de salud que se vio obligado a robustecerse, en lo económico desnudó profundas desigualdades e interpeló al propio Gobierno por la ausencia de reformas tan indispensables como pendientes. Apenas la mirada se detiene sobre el plano laboral, tributario y previsional, irrumpe la certeza de que son muchos los parámetros que tornan a la Argentina inviable.

Se requerirá de fuertes liderazgos para sortear los obstáculos que impondrá esta crisis. Hay quienes aseguran que Alberto Fernández deberá transcurrir la totalidad de su mandato hasta conseguir el nivel de recuperación del PBI que tenía al asumir su mandato ¿Qué reformas estructurales podrán plantearse e implementarse en ese contexto? 

Si bien es real que hoy el imperativo de la hora es minimizar el embate del coronavirus, no menos cierto es que hay que ampliar la mirada sin perder de vista lo urgente y crear las bases de gobernabilidad de la pandemia en otros aspectos no sanitarios.

Haber privilegiado la vida por sobre las muertes que la Covid 19 se cobra en países donde las medidas han sido menos extremas fue una enorme y trascendente decisión política que por lo menos en su fase inicial logró amplio consenso social. Hoy se plantea otro escenario, más complejo.

No se trata de plantear la falsa dicotomía entre salud y economía. Pero sí de comenzar a pensar seriamente en la sanidad del andamiaje que sustenta la economía del país. Sincerar diagnósticos y abordar el problema seriamente, con la misma precisión quirúrgica con la que se implementan las medidas sanitarias, entendiendo que hablar de salud es también considerar el daño colateral que conlleva esta pandemia.


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