Editorial

En este nuevo mundo bipolar, hay que saber ubicarse


Varios acontecimientos de 2019 parecen confirmar el fin de un orden liberal que comenzó a tomar forma luego de la Segunda Guerra Mundial y que se consolidaría finalmente con la caída del Muro de Berlín.

El orden liberal de las últimas décadas reflejó en gran medida los valores, intereses y principios de Estados Unidos, que luego de la desaparición de la Unión Soviética se posicionó como única potencia global. Pero el surgimiento de China como rival capaz de disputarle el liderazgo, tanto en el campo económico como en el tecnológico, terminó restándole sustentabilidad a ese esquema. Contrariamente a lo que muchos analistas pensaban, con el paso del tiempo China no se transformó en una democracia liberal ni aceptó el modelo internacional que Washington y sus aliados proponen. Por lo contrario, Beijing ha promovido (con iniciativas como la nueva “Ruta de la seda”) un conjunto de reglas e instituciones internacionales que tienen como principal objetivo bregar por sus propios intereses.

Otro motivo que explica los cambios que el mundo está experimentando es que en los últimos años ha emergido una nueva generación de líderes, mayormente conservadores populares, que ya no parecen estar dispuestos a resignar autonomía nacional a favor de las instituciones que facilitan la cooperación entre Estados. Naciones Unidas, la Organización Mundial del Comercio y la Unión Europea son tan solo algunas de las organizaciones que están atravesando una profunda crisis por falta de apoyo internacional. El Mercosur mismo nunca termina de nacer porque siempre hay intereses nacionales que se contraponen con los regionales.

Finalmente, la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos -hoy al borde del juicio político- hizo que el propio país que impulsó el surgimiento del orden liberal dejara de promoverlo. Sería, sin embargo, un error pensar que los cambios que estamos observando en la política exterior de Washington se deben únicamente a su presidente. En la nación del norte parece estar emergiendo un nuevo consenso respecto a la necesidad de contener el ascenso de China como potencia mundial. Esta es una estrategia que de hecho ya cuenta con el apoyo de los republicanos, los demócratas y de un sector importante del empresariado estadounidense. En este contexto, la promoción del libre comercio, la democracia liberal y la cooperación internacional pasan a un segundo plano.

Lo que aún no se sabe es qué características tendrá el nuevo orden internacional. Es probable que se asemeje al orden conservador que prevaleció en Europa desde la caída de Napoleón hasta el comienzo de la Primera Guerra Mundial. Los principales actores del sistema serían, por lo tanto, gobiernos conservadores en el plano doméstico y realistas en el ámbito internacional. Su prioridad sería la defensa de los intereses nacionales y no la promoción, por la diplomacia o la fuerza, de un determinado modelo de gobierno en el exterior. Esto ayudará a disminuir la conflictividad entre los Estados, pero también abrirá la puerta a un nuevo tipo de disputas que emergerá en un mundo bipolar.

Igual que ocurrió durante la Guerra Fría, la disputa entre Estados Unidos y China difícilmente derive en un conflicto directo entre las potencias ya que la existencia de armas nucleares lo transformaría en un acto prácticamente suicida. Es posible entonces que las disputas militares las lleven adelante otros Estados.

Otros aspectos del nuevo orden conservador serían una versión más acotada de la globalización (con mayores restricciones a la libre circulación de bienes e individuos) y la búsqueda de mayor autonomía en el plano tecnológico, especialmente en áreas sensibles para la seguridad nacional como son el 5G, la inteligencia artificial y el Internet.

¿Cómo debe posicionarse Argentina ante un panorama como éste? Actuando de manera responsable, lo cual significa tener una política exterior realista que promueva el interés nacional. En la medida de lo posible, tendremos que mantener buenas relaciones con las dos grandes potencias (y con el resto de las naciones) ya que necesitamos de ellas para incrementar nuestro comercio y atraer inversiones.

Por otra parte, también tendremos que mejorar nuestras capacidades estatales en áreas clave como son la defensa, la educación pública y el gerenciamiento estatal. Otra prioridad debería ser mejorar la productividad del sector privado; la firma de un acuerdo estratégico entre el Mercosur y la Unión Europea es un paso en esa dirección.

A nivel regional, será necesario desideologizar la relación con nuestro principal socio: Brasil. No debemos olvidar que si Sudamérica es hoy una región relativamente pacífica en gran medida esto se debe a la alianza estratégica que establecimos con nuestro vecino cuatro décadas atrás. Si no queremos volver al pasado, además de fomentar el entendimiento con Brasil, tendremos que comenzar a coordinar con este país nuestra política exterior vis-a-vis las grandes potencias. Efectivamente, el peor escenario posible consiste en que terminemos enfrentándonos con los países de la región porque esto obedece a los intereses de las grandes potencias, pero no a los nuestros. La unidad será, por lo tanto, clave.

El escenario internacional es menos benigno del que estábamos acostumbrados y por lo tanto necesitamos consensuar una gran estrategia, sin ideologías ni posicionamientos sino con base en los intereses nacionales. ¡Seamos tan vivos como nos creemos!


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26 de Abril de 2024 - 05:00
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