Editorial

Entre dos herencias


Mauricio Macri tomó la decisión de actuar solo como el presidente en ejercicio que todavía es, porque allí reside su única oportunidad como candidato. Alberto Fernández resolvió actuar como el presidente electo que todavía no es, para consolidar la ventaja que lo puso en ese lugar.

Esa inédita coincidencia escapa a la voluntad de ambos. Viene impuesta por el desquicio institucional de las Primarias inútiles, que no hicieron más que sumergir al país en un limbo. Solo otra coincidencia -no menos azarosa- podría ponerle un límite a la conflagración resultante: que ambos arriesguen, en el mismo momento, una concesión al adversario.

Esa cooperación pareció asomarse cuando pactaron una devaluación de la moneda nacional que llevó la cotización del dólar a 60 pesos. Se esfumó cuando el oficialismo salió a las calles y Macri salió al balcón.

La respuesta consensuada entre Fernández y Cristina fue lapidaria. Comenzó con una reivindicación de la dictadura venezolana y de los negocios comunes entre la expresidenta y Lázaro Báez. De Alberto Fernández podrán decirse muchas cosas, menos que esté ocultando el modelo institucional que piensa poner en práctica. No es verdad que la oposición mantenga incertidumbres. Lo problemático son justamente sus certezas.

La contraofensiva continuó con el recurso estratégico más valioso que tiene la fórmula opositora: su capacidad de influir sobre la fragilidad de la transición económica. La dupla conductora del peronismo unificado sabe que, pese a su virtualidad, las Primarias le han otorgado un poder de veto concreto, cuyas consecuencias le estallan en las manos al Gobierno, que rema además con sus propias falencias.

Cada gesto, cada expresión, cada silencio de cualquiera de los dos Fernández afecta más allá de la coyuntura para tener incidencia en la gobernabilidad futura, incluso la eventual de ellos mismos. Pero además de los efectos de sus dichos, está su demanda permanente para que Macri aplique medidas de ajuste de alto costo político, que tienen para ellos una doble funcionalidad: cada vez que Macri ajusta, disminuye sus chances competitivas y allana al mismo tiempo el camino de la gestión por venir.

La nueva devaluación fue inducida con esa doble lógica. La detonación del diálogo con el Fondo Monetario también. Por si quedaba alguna duda semántica, Alberto Fernández lo explicó en el diario de cabecera de Wall Street al asegurar que  Macri está declarando el default. Y la nueva escala de exigencias ya está siendo anunciada a cuentagotas:  Macri dejará como herencia el cepo cambiario que se enorgulleció de destruir.

Macri continúa adscribiendo a esa lectura política de los hechos, centrada en la especulación voraz de sus adversarios. Cree que en esta encrucijada no tiene escapatoria: está obligado a ser el presidente responsable ante dos herencias, la que recibió de Cristina y la que dejaría en diciembre.

Con esa perspectiva institucional, bocetó las medidas que luego anunció el ministro Lacunza.

El reperfilamiento de la deuda tiene tres instancias normativas. Para tenedores externos, las condicionalidades ya están en los pliegos. Para la parte local del conflicto, que se dirimirá en el Congreso, el proyecto a discutir ya será una medida diseñada íntegramente con la lógica de transición. El peronismo deberá reflexionar sobre su posición, porque impactará de lleno en su situación futura.

Pero el núcleo caliente del reperfilamiento se encuentra en el decreto de necesidad y urgencia firmado por Macri para prorrogar plazos de vencimiento para tenedores internos. Tiene dos límites: el de la oposición en el Parlamento y sobre todo el del buró del Fondo Monetario.

Es como lo hemos comentado en otros artículos de esta página: las situación es y será compleja, gane quien gane en octubre. Ninguna persona, signo político o plan estratégico (que nadie hasta ahora dio a conocer) evitará las zozobras que seguirá pasando el pueblo argentino. Porque hay pasos que ya eran ine-ludibles y lo seguirán siendo; hay que darlos. Sabiendo que no será ni mágico ni rápido salir de este atolladero, lo único que debiera mirar el pueblo es hacia dónde quiere ir. Y lo que debe mostrar cada candidato es hacia dónde propone ir, como meta, como modelo de crecimiento post crisis, como orilla hacia dónde dirigir este barco que es Argentina. Por lo demás, el trance será el mismo en cuanto a su dureza, con la continuidad de Macri o con la llegada de Fernández.

La paradoja trasciende a oficialistas y opositores y se proyecta sombría sobre el país: el desembolso pendiente por un acuerdo que ya se derrumbó, es al mismo tiempo el pulmotor de la transición por venir. El sistema financiero ya no duerme. Y no dormirá hasta saber si otra vez verá el piso hundirse bajo sus pies.

Los tiempos han cambiado desde la restauración democrática pero la dolarización fáctica de la economía argentina sigue siendo un desafío para cualquiera. De los últimos 70 años, solo 12 fueron de inflación de un dígito. Ocho de esa docena, por la ilusión de la convertibilidad.

El peronismo unificado lo recuerda. Si presiona por una devaluación mayor, heredará una convertibilidad de hecho. Mientras esa presión no amenace su triunfo en octubre la ejercerá a fondo.


Otros de esta sección...

Cuidarse del dengue

23 de Marzo de 2024 - 05:00
BuscaLo Clasificados de Pergamino y su región
Buscar en Archivo
Tapa del día
00:00
15:42
Errores:  0
Pistas:  38

Tu mejor tiempo:
12:07
Registrate o Ingresá para poder guardar tus mejores tiempos.

Nueva Partida
1 2 3 4 5 6 7 8 9
Editorial
Funebres
Perfiles Pergaminenses
Lejos del pago
Farmacias de turno

LO MÁS LEÍDO