Editorial

Entre la realidad y el relato


El Gobierno parece refugiarse en su propia esencia antes de enfrentar con hidalguía y responsabilidad los gravísimos problemas que tiene por delante. Enfrentarlos significaría asumir riesgos de fracasar en el intento, lo que para la ideología kirchnerista significa una debilidad de cara a lo que realmente le preocupa que son las elecciones de medio término de 2021; no enfrentarlos se relaciona con armar un relato para ocultar la incapacidad de gestionar una Argentina con futuro. El camino elegido, una vez más por un gobierno con sesgo kirchnerista, es el del relato y así nos está yendo con los temas más sensibles de estos tiempos.

Veamos: desde hace más de siete meses se obliga a la gente a quedarse en sus casas, pero desde hace más de 90 días el presidente no habla de cuarentena y, lo que es peor, casi nadie la cumple y no hay autoridad que controle. En materia económica el Gobierno dice que el dólar blue no tiene ninguna incidencia en la economía, pero el valor de la moneda en el mercado informal no encuentra techo, los precios se van por las nubes, comenzó a haber desabastecimiento en algunos productos (no solo alimenticios) y, a la par, se toman medidas para contenerlo. Entonces ¿en qué quedamos? ¿hay o no hay incidencia? Lo que hay es un relato que se derrumba ante la evidencia.

A partir de la cuarentena y del dólar blue hay una serie de situaciones que se desencadenan por decantación. Por ejemplo hay empresas que no facturan para no perder el ATP y al mismo tiempo se guardan el stock de productos porque no se quieren desabastecer ante la estampida de precios. Por otro lado, aparecen actividades que rayan con la clandestinidad o son directamente clandestinas, desarrolladas en algún caso por mera necesidad y en otros por pura especulación. Por ejemplo, crece el fenómeno de los jardines rodantes: algunas familias que se juntan con una maestra a cargo y que rotan entre las casas; también los talleres para chicos en casas de familia dictados por algún docente contratado. Mientras tanto las escuelas privadas siguen temiendo bajas de matrículas para 2021 y algunas pronostican un cierre total, especialmente los maternales y jardines.

A la par pululan microemprendimientos familiares u hogareños de todo tipo desarrollados por personas que perdieron su empleo o no tienen chances de tener changas, o desean tener un ingreso más a su alicaída economía doméstica. Claro está: todo en negro.

Otro tópico del descontrol son las tomas de propiedades, que abundan en todo el país. Pareciera que hay una especie de venia para que familias sin techo pasen a ocupar propiedades fiscales o privadas. En cualquier caso se configura un delito de usurpación ante el que ni la Justicia ni las fuerzas del orden tienen discrecionalidad para actuar. El problema de fondo es la incapacidad del Estado, a lo largo de décadas, de resolver el déficit habitacional; nunca hubo un plan que tuviera continuidad más allá de la ideología del gobernante de turno. Pero la usurpación de propiedades no es el camino y el actual Gobierno no sienta una posición tajante con relación a este asunto ni mucho menos actúa en consecuencia. El resultado es el libertinaje, cuando no una anarquía, porque bajo el paraguas de estar con varias necesidades básicas insatisfechas, muchas personas atentan contra el Estado de derecho que debe primar en el país.

Así las cosas, el Estado ya no tiene las riendas y en la medida que no se proponga retomarlas con la ley en la mano, el caos pasará a catástrofe.

En cuanto a lo sanitario ya estamos quintos cómodos en cantidad de contagios, vamos camino al top 10 de muertes por millón de habitantes y no hay en marcha ninguna estrategia para revertirlo. Pero para el ministro de Salud, Ginés González García. “la pandemia más silenciosa pero más mortal es el sobrepeso y la obesidad”. Pero no fue la única subestimación de la pandemia hecha por el ministro: antes había dicho que le preocupaba más el dengue que el coronavirus y también supo poner al sarampión por sobre el Covid-19. El hombre que llegó al Gobierno de Alberto Fernández para que Salud recuperara el estatus de ministerio, tras tantos yerros ya no debería estar allí.

Tampoco debería permanecer el ministro de Educación, Nicolás Trotta, que sigue repitiendo que es un defensor de la vuelta a las aulas (“cuando las condiciones epidemiológicas lo permitan”), pero nunca presentó un plan para desandar las medidas.

El presidente del Banco Central también se tendría que haber ido,  primero por el escándalo de las colas de los jubilados y luego por la mala implementación del supercepo, que derivó en una exponencial suba de los dólares alternativos.

Son algunas muestras de la falta de rumbo del Gobierno nacional. Hay otras.

Pero el peronismo hizo lo que mejor sabe hacer y resistió cualquier crítica. Se abroqueló en el Congreso, lanzó medidas provocadoras y ajenas a la agenda real como el observatorio Nodio y cerró filas con gremios y movimientos sociales.

Lo más preocupante es que Alberto Fernández aún no cumplió ni siquiera el primero de cuatro años de su mandato y la crisis de confianza en su figura se acentúa bajo la sombra de Cristina Kirchner, porque al fin de cuentas su liderazgo es el que está en dudas. El relanzamiento de su gestión aún atravesando la pandemia, con planes y medidas de posible cumplimiento y consensuadas con los demás representantes de la política nacional, debe ser un imperativo.


Otros de esta sección...

Aprender durante toda la vida

26 de Abril de 2024 - 05:00
BuscaLo Clasificados de Pergamino y su región
Buscar en Archivo
Tapa del día
00:00
15:42
Errores:  0
Pistas:  38

Tu mejor tiempo:
12:07
Registrate o Ingresá para poder guardar tus mejores tiempos.

Nueva Partida
1 2 3 4 5 6 7 8 9
Editorial
Funebres
Perfiles Pergaminenses
Lejos del pago
Farmacias de turno

LO MÁS LEÍDO