Editorial

Informarse correctamente para actuar con responsabilidad


Seis muertes en una semana, cinco de ellas de niños, por infecciones provocadas por la bacteria Estreptococo Pyogenes, han puesto al sistema sanitario de Argentina en alerta, como debe ser, pero también han terminado por causar alarma entre la población de una manera que no se condice con la claridad meridiana que requieren estos asuntos.

La comunidad de Pergamino en particular, afectada por el fallecimiento de un convecino por este mal, se vio inmersa en una psicosis alarmista que, lejos de dimensionar el alcance de estas patologías que son frecuentes y reforzar los cuidados que debieran ser habituales, fagocitó una marejada de información incompleta, cuando no falaz.

Obviamente que en nuestra ciudad, como en el resto de la provincia, el país y el mundo, hay algunos pacientes que, cursando cuadros generalmente virales, propios de la época, fueron sometidos a estudios puntuales por la agresividad con que se ha manifestado esta temporada la bacteria, y han arrojado resultados positivos, razón por la cual fueron medicados con la correspondiente dosis de penicilina. Pero ello, si se recurriera antes de actuar y sobre todo de opinar, a las fuentes referenciales que son los médicos, no implica que la ciudad esté bajo una epidemia, ni deban cerrarse las escuelas.

El problema social que nos atraviesa en este tiempo y abarca a todos los órdenes de la vida es más epidémico que la propia bacteria: la abundancia de seudo información que desinforma y todo lo degenera.

En Pergamino las autoridades sanitarias municipales y de la Región IV han salido a dar todo tipo de explicaciones para llevar tranquilidad a la gente. Sin embargo hay un sector de la población que tiene debilidad por ser primero consumidora y luego transmisora de todo aquello que llega a sus ojos y oídos, prescindiendo de conocer quién ha generado esa información. En ese plan, se han perdido las fuentes de consulta naturales en cada situación, en este caso, el médico. Resulta que ahora en lugar de llamar al doctor de cabecera, buscamos a ver qué dicen en Facebook. Y lo peor: luego lo replicamos jugando a un teléfono descompuesto en que el mensaje no solo se va deformando sino que ya nace viciado, desde el momento que el emisor es anónimo, o de otro país, o referido a otro momento, porque ni siquiera muchos se toman el trabajo de ver de cuándo es la publicación en cuestión.

Así, como sociedad, terminamos peligrosamente desinformados, aun cuando pensamos que es todo lo contrario, y además ampliamos el daño al replicar “por las dudas” todo lo que recibimos, aun cuando nuestra intención sea la mejor. 

Esta semana en particular pudimos comprobar que aun no sabemos cómo hacer un uso responsable de las redes sociales e Internet. Hubo familias que vivieron innecesarias horas de desesperación e intranquilidad, que solo encontraron sosiego cuando fueron a las fuentes y hablaron con un médico, que es lo que se tuvo que haber hecho desde un principio en lugar de dar crédito a las redes y los mensajes de Watshapp, donde nunca faltan los dañinos que viralizan informes sacados de quién sabe dónde, solo para ser los portadores de algo interesante para el grupo.

La verdad es que en casos como el que nos ocupa es fundamental la responsabilidad de todos los vecinos, de seguir la información por medios de comunicación serios y fehacientes, de consultar a los especialistas y no creer en la fantasía, que a veces se hace costumbre, de que hay “una suerte de conspiración, que no nos dicen la verdad y que en Facebook encontraremos las respuestas que no creemos de los efectores serios”. Así es como terminamos yendo a las guardias innecesariamente, no mandando los chicos a la escuela o sobreactuando una situación que bien podríamos manejar con responsabilidad, sin enloquecernos ni enloquecer a todos a nuestro alrededor.

Es una bendición vivir en este tiempo de las telecomunicaciones; no hagamos de ello una desgracia cotidiana. Para ello es imperioso aprender a hacer un uso correcto de esta tecnología. Y esto va dicho tanto por cuestiones sociales, como la que reflejamos respecto de lo sucedido esta semana, como por las relaciones interpersonales, que están siendo seriamente afectadas. Mensajes mal interpretados por Whatsapp (porque por escrito no se puede adivinar la intención, cosa que viene de la mano de la voz), escraches innecesarios en las redes (porque lo más sano y de buena gente, cuando realmente se quieren solucionar las cosas es hablar de frente), son algunas de las prácticas que han puesto un lamentable punto final a amistades de años, cuando no han dividido familias.

Sin llegar a estos extremos, la disminución de la interrelación con los próximos a manos de los teléfonos celulares es evidente; es más, es la postal de los hogares del Siglo XXI, donde cada uno está con su pantalla y el sofá frente a la TV permanece vacío. ¡Y pensar que hasta no hace mucho la preocupación era por las horas que pasábamos frente a la TV!

Si no aprendemos a controlar la cantidad y modo de uso de la tecnología, habremos involucionado hacia un estadío cavernícola, cuando las comunicaciones eran de cualquier manera menos orales y donde la falta de información (en nuestro presente sería la desinformación) era el impedimento para evolucionar.


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26 de Abril de 2024 - 05:00
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