Editorial

¿Inseguridad o apriete?


Mientras los vecinos del barrio de Olivos dicen que es un sector cada vez más inseguro, hay quienes fruncen el seño ante lo que se considera un extraño episodio: tres delincuentes ingresaron en la casa del camarista Eduardo Freiler e intentaron abrir durante tres horas, sin éxito, una caja fuerte que se encontraba en la vivienda. Huyeron sin lograr su cometido, pero con algunas alhajas de oro, armas largas y dinero en efectivo. Una señora que estaba al cuidado de la casa resultó ilesa.

Cuando decimos que el caso es, por lo menos extraño, es porque la víctima es uno de los funcionarios judiciales que tiene el más importante procesamiento del vicepresidente Amado Boudou y como esa causa roza de muy cerca al poder y además hay gente de toda calaña en la misma investigación, es inevitable la sospecha.

Allegados al camarista aseguran que el ingreso “no fue al voleo”. El camarista se enteró del robo por teléfono mientras estaba de vacaciones en Necochea.

A la misma conclusión llegaron los investigadores policiales de la bonaerense y el fiscal Alejandro Guevara, de Vicente López, para quienes no hay duda de que entraron a la casa a sabiendas de que había algo de valor, aunque no mencionaron que supieran que era la vivienda de un juez. Hasta aquí, sin entrar en mayores detalles, la descripción es similar a la de muchos otros episodios en que los cacos realizan una tarea de inteligencia previa y se introducen allí donde hay un botín interesante. Sin embargo, en este país –y merced al trabajo de cierta prensa- estamos acostumbrados a hacer segundas lecturas de cada suceso. En este caso no faltaron las que hablan de un “apriete” a quien tiene poder de decisión sobre el destino del vicepresidente.

Como dijimos al comienzo Freiler integra junto a Eduardo Farah y Jorge Ballestero la Sala 1 de la Cámara Federal, que debe resolver sobre el procesamiento de Amado Boudou por el caso Ciccone. Se trata de un fallo que a una semana del receso de enero estaba casi listo con la decisión de confirmar el procesamiento del vice por negociaciones incompatibles con su cargo y cohecho. Pero la firma de la sentencia se postergó y se producirá recién en febrero.

Precisamente esta postergación unida al hecho policial es lo que ha alimentado las conjeturas de un “apriete”. Los más experimentados magistrados advierten que dejar en suspenso una causa tan pesada tanto tiempo da espacio y oportunidad para que operadores de todo color político busquen asegurarse un fallo o cambiarlo.

Tampoco queda fuera del análisis que el episodio se produjo en uno de los momentos de mayor tensión en el Poder Judicial, a partir de una fuerte ofensiva del Gobierno y de sectores de la Justicia que es independiente y que ha decidido confirmar en segunda instancia el procesamiento de Boudou, en la causa más delicada que tiene. La que es realmente de mayor peso. Los otros procesamientos, en realidad, toman más cuerpo porque se trata del vicepresidente. Pero la causa de la apropiación de la mayoría accionaria de Ciccone Calcográfica es un delito grave.

En el momento del asalto sólo se encontraba una señora al cuidado de la casa. La mujer fue amenazada por los delincuentes y encerrada en una habitación mientras duró la incursión nocturna. Pero nada le sucedió, no fue atacada, ni molestada durante su encierro. Estaban apurados para ver si podían abrir la caja fuerte. El robo ocurrió poco antes de la medianoche cuando la señora que estaba al cuidado de la casa entró luego de sacar la basura. Dos hombres la amenazaron y la hicieron ingresar a la vivienda de la calle Wineberg 2655, en Olivos, a 500 metros de la quinta presidencial, por lo que,  como el lector podrá imaginar, es una zona fuertemente custodiada por la Policía y vigilada por seguridad privada en garitas ubicadas en todas las esquinas de un amplio perímetro. Además, la casa cuenta con un sistema de seguridad, alarma inalámbrica y rejas. Es decir que, a pesar del trabajo de inteligencia previo que les garantizaba a los delincuentes la ausencia de los moradores, el atraco fue de una osadía inusitada. Y si bien los vecinos aseguran que es una zona donde hubo algunos episodios de inseguridad, cualquier casa un poco más alejada era un blanco más accesible. Todo lo que lleva a pensar que, siguiendo la línea del apriete, la zona pudo haber sido liberada para la entradera. Una manera de hacer sentir al magistrado que el poder, en realidad, lo tiene otro.

Al fin, sin poder abrir la caja fuerte, los ladrones reunieron dinero en efectivo, un reloj y objetos de oro. Pero la labor, evidentemente era abrir una caja de seguridad. Estaban al tanto de su existencia y dedicaron al menos tres horas a intentar abrirla. Afuera en un automóvil, esperaba el tercer delincuente para que pudieran escapar los tres al terminar “el trabajo”.

Así como nos vemos analizando la posibilidad de una maniobra de estilo mafioso a partir de lo que pudo haber sido un caso más de inseguridad, también nos hemos encontrado varias veces especulando sobre temas tan delicados como la salud de la presidenta, dudando sobre la veracidad de los informes médicos, soslayando un encubrimiento de un cuadro complejo. 

 

A esto hemos llegado los argentinos, a dudar de todo lo que se nos muestra o dice cuando se trata de asuntos de alta gravitación política. Y si bien la curiosidad y el interés de saber es bueno, vivir con la sospecha permanente de que nos están engañando no lo es. 


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