Editorial

Inteligencia poco inteligente


Cuando lo que falta es el sentido común, no hay solución posible. Y si de materia delictiva se trata y a ello la sumamos una balanza legal inclinada hacia la protección de las garantías del delincuente, directamente estamos perdidos. Y vayamos directamente al ejemplo cotidiano.

La semana pasada dos jovencitas fueron atacadas con un fierro y robadas en las inmediaciones del Colegio Industrial. Al hacer la denuncia y escuchar la descripción y el modus operandi de los atacantes, los efectivos no dudaron un segundo y enfrentaron a la víctima con una foto de quien creían que podía ser el autor principal del atraco, que golpeó y robó. La respuesta de la joven fue inmediata y contundente: se trataba de esa persona. La razón de la Policía para sospechar estaba fundada en que sabían que este sujeto había recuperado la libertad días antes y estaban “a la espera” de que volviera a sus acechanzas.

Conclusión I: los delincuentes en Pergamino son siempre los mismos y en cantidad no llegan a ser un número considerable.

Conclusión II: por la razón anterior, policías y funcionarios judiciales los conocen perfectamente: fisonomía, paradero, modalidad delictiva, cómplices habituales.

La conclusión III: sería aplicar el sentido común y usar esta información, pero como este no existe en prácticamente nada que se haga en nuestro país, estamos como estamos. Lo lógico sería que si un delincuente recupera su libertad y hay presunción de que volverá a delinquir, se haga un seguimiento de sus actividades.

Con el sistema de cuadrillas con que se trabaja la prevención en nuestra ciudad no sería para nada complicado realizar tareas de Inteligencia preventiva. Tenemos una Policía Local creada y solventada específicamente para prevención; son efectivos que prácticamente lo único que pueden hacer es eso, porque no portan armas, no pueden realizar aprehensiones, tampoco pueden -ya que están en la calle- colaborar con la inspección de tránsito (que muy bien vendría para llamar la atención de los infractores crónicos del Centro). Para lo único que se les paga, al fin, es para realizar tareas preventivas. Y prevención no es agarrar a los ladrones robando; prevención es evitar que roben y eso se logra con Inteligencia.

Volvamos al caso de las jóvenes de la semana pasada, y unos días más atrás incluso, a cuando el atacante recuperó su libertad.

En el mismo momento que un ya reconocido delincuente vuelve a su casa tienen que comenzar las tareas de inteligencia por parte de la Policía, la Bonaerense y la Local. Sabiendo dónde vive, los efectivos que estuvieran cubriendo la cuadrícula en cuestión debe alertar por radio al resto cuando el sujeto se moviliza y hacia dónde, y así sucesivamente al resto de las cuadrículas, a medida que se ve a este u otro sujeto en iguales condiciones, las patrullas se deben pasar la voz de alerta bajo la presunción de que el sujeto va a actuar, máxime cuando se moviliza en moto y con otras personas. Si se hubiese realizado este sencillo trabajo de avisar por radio,  al pretender atacar a las jóvenes el delincuente se hubiese encontrado con la fuerza policial impidiéndolo.

De esto se trata la prevención, de estrategia y de inteligencia. En fin, de sentido común para llegar antes de que sucedan los hechos.

Y como dato, toda esta efectiva tarea se puede realizar con la activa participación de personal de la Policía Local, que hoy tiene un accionar cuasi pasivo en las calles, y sin gastar una sola gota de nafta en recorridas en patrulleros que lo único que efectivamente aportan es un momento de tranquilidad al vecino al verlos pasar pero de evitar o prevenir, poco y nada.

Pero estimado lector, sepa que todo lo que acabamos de plantear, tan sencillo, lógico y conveniente, no se puede hacer realidad. ¿Por qué? La propia ley lo impide.

La reforma de la Ley de Inteligencia en 2015 fue una oportunidad perdida para la lucha contra la inseguridad, ya que no removió uno de los obstáculos para el combate al delito desde 2001: la Policía tiene prohibido hacer inteligencia criminal. Todas estas tareas de investigación y seguimiento sobre sospechados, delincuentes, procesados y exconvictos, son legales en la medida en que son ordenadas por un juez en el contexto de una causa determinada. Con estas limitaciones que impiden a la fuerza acopiar “de oficio” información con miras a la prevención del delito, siempre se llega tarde.

Nuevamente, la mirada retrógrada nos impide vivir el presente, mirar el año 2019 con los ojos de 1976 nos está costando calidad de vida y hasta la vida misma de los ciudadanos. Es que el origen de esta prohibición para la Policía es que durante la época de la dictadura militar, las tareas de Inteligencia fueron puestas al servicio de la represión ilegal, de modo que, restaurada la democracia, cuando hubo que volver a regular los servicios de Inteligencia, en vez de mejorarlos, renovar su personal y darles funciones modernas, se decidió, debido a todos los abusos y antecedentes que tenían, limitar sus funciones para intentar prevenir aquellos desvíos de la época anterior.

Pasaron 40 años y aquellos represores ya no están. Pero por una retórica que en nada se ajusta al presente, vivimos oprimidos por la delincuencia y carentes de Inteligencia criminal, una herramienta fundamental para combatir desde donde se debe la delincuencia que es al momento de la prevención y disuasión.

Hoy en día, las fuerzas de seguridad en la práctica tienen prohibido hacer tareas de Inteligencia preventiva. Lo que permite la ley es que solo hagan tareas de Inteligencia reactiva, es decir, cuando un delito se ha cometido, se ha hecho la denuncia, un juez interviene en el caso y decide encomendar a las fuerzas de seguridad tareas de Inteligencia, después que el delito se cometió, a veces meses después, para intentar determinar las características del hecho y sus autores.

Por el contrario, la Inteligencia criminal como procedimiento de acopiar información en el momento en que el delito se está preparando es fundamental para combatir la delincuencia y prevenir la inseguridad que hoy asola a Pergamino, especialmente mediante el atraco callejero.

Si los policías, fiscales y jueces los conocen a todos ellos -que no son muchos- porque son reincidentes, los atrapan y en poco tiempo (por distintos motivos procesales) están en la calle. ¿Por qué no hacer un seguimiento de sus movimientos y evitar, de una vez por todas, que vuelvan a atacar y/o robar a los vecinos? Porque la ley lo impide. Hasta ahí está claro.

¿Pero no podemos aspirar los ciudadanos de Pergamino a un poco sentido común? ¿No podría destinarse a diario un par de efectivos de la Local a ver en qué andan esos muchachos amigos de lo ajeno que todos conocen tan bien, al punto de adivinarlos como autores de un hecho sin haber siquiera escuchado la descripción de parte de la víctima? Si los ven salir, simplemente alertar a los colegas de las cuadrillas siguientes y así sucesivamente hasta ver adonde va. Y si tan solo salió a comprar pan, mejor. Pero si casi sin quererlo se evita que cometa un nuevo delito, nuestra Policía Local habrá cumplido el cometido para el cual fue creada. 


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