Editorial

La ciencia sirve si la acompaña una buena política


Hace unos días se conoció que una egresada de la UNNOBA integra el equipo de científicos que crearon un test de detección del coronavirus. Otra crónica reciente dio a conocer el trabajo de investigadores de la Universidad Nacional de San Martín que desarrollaron una prueba para diagnosticar el dengue en diez minutos. Ambas noticias dan cuenta del trabajo científico que se realiza desde instituciones públicas y organismos como el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas para brindar respuestas a la sociedad en problemáticas específicas.

En un país donde la mayor parte de la atención la captan las malas noticias y las cuestiones urgentes, estos desarrollos se muestran como la contracara y también como el testimonio del valor intangible que tiene la actividad científica en tanto generadora de conocimientos que con herramientas apropiadas pueden transferirse a la sociedad.

Estos hechos se insertan en un contexto en el que desde el propio Gobierno nacional se pretende dar un nuevo impulso a las actividades científicas y a jerarquizar el trabajo que realizan instituciones y organismos públicos dedicados a la producción de conocimientos.

Las recientes declaraciones del ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación, Roberto Salvarezza son un claro indicador de hacia donde pretende conducir el rumbo en la gestión de la ciencia. La apreciación de que el sistema había sido duramente golpeado durante el macrismo es toda una declaración no solo de la herencia sino del eje sobre el cual se sostendrá la política pública en este campo: volver a poner a la ciencia y al sistema científico de pie. Una referencia que resulta alentadora para los actores de un sistema que viene reclamando mejoras estructurales para salir de una crisis profunda que ha amenazado y puesto en jaque la continuidad de múltiples proyectos.

En este sentido quedó demostrado que los recortes, más que ahorrar recursos, lo que consiguieron fue perder la posibilidad de liderar proyectos.

Nadie puede desconocer que el conocimiento es el mayor capital que posee una sociedad. No es casual que los países desarrollados son los que más recursos invierten en ciencia y tecnología. El saber que genera la ciencia y las verdades que busca descubrir lejos de ser abstractas tienen implicancias ciertas en la vida cotidiana de las personas. En el propio contexto de una crisis económica como la que atraviesa el país, el conocimiento puede ser la llave.

En los últimos años Argentina solo destinó el 0,5 por ciento de su producto bruto interno a la ciencia y la tecnología y el retroceso presupuestario fue una constante con consecuencias conocidas.

Es imperativo invertir la ecuación y estimular políticas de largo aliento para hacer frente a nuevos paradigmas. Y en ese sentido algunas medidas que se han instrumentado en la actual gestión aparecen como una promesa. Haber recuperado el rango de Ministerio confiere al área de Ciencia, Tecnología e Innovación la jerarquía que merece. A la par de ello la determinación de duplicar los ingresos al Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) este año y aumentar los subsidios destinados a proyectos de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, además de haber recompuesto las becas doctorales y postdoctorales, abren un nuevo horizonte en el que tendrán un rol protagónico las universidades públicas que demuestran con su trabajo de todos los días que en el concierto científico nacional ocupan un lugar de relevancia en la tarea de formar recursos humanos aptos para dar respuestas a complejas demandas de una sociedad sumida en una crisis que no puede permitirse la tragedia de de-satender que será de la mano de la educación y de la ciencia que Argentina encontrará el camino para salir de la pobreza y recuperar el círculo virtuoso del crecimiento y del desarrollo. La política pública bien entendida en este sentido, será sin dudas la mejor aliada para poner en funcionamiento esa rueda que le devuelva a la ciencia el lugar que merece y que jamás debió haber perdido. Las definiciones del ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación y las medidas que comienzan a instrumentarse parecen fluir por ese sendero. El tiempo dará testimonio de si las actividades científicas se imponen por prepotencia solo del trabajo de los propios investigadores y sus esfuerzos a destajo o si serán la resultante de esa capacidad de entrega acompañada de políticas de Estado capaces de superar a los gobiernos de turno e instalarse como norte que cualquiera aspire a perseguir y alcanzar con resultados que sirvan a la sociedad para resolver sus problemas de todos los días.


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