Editorial

La clase media en riesgo


Es casi una ley estructural de la historia del país. Desde hace más de 80 años, la Argentina viene repitiendo sufrimientos, inestabilidades y estancamientos de manera inexorable, como si no pudiera escapar de ese destino trágico. Crisis políticas o financieras, bancarias o inflacionarias, cambiarias o de deudas retornan de manera impiadosa más o menos cada década para complicarnos la vida y demostrar que no aprendemos nada de los errores del pasado. Si no fuera la sociedad y se tratara de una cuestión individual, esta tendencia a la repetición sería, sin duda, materia para el diván. Pero lo concreto es que en todo ese tiempo, los argentinos, como país, venimos gastando más de lo que tenemos y consumiendo más de lo que producimos.

Basta un sólo ejemplo: del inicio de los años 30 hasta acá, sólo tuvimos diez años de equilibrio y superávit fiscal.

Economistas y politólogos coinciden en señalar que superar esa historia de fracasos y frustraciones por creernos lo que no somos demandará varios períodos de gobierno. Con más voluntad que certeza, el presidente Mauricio Macri ya no sabe a qué apelar para que sigan confiando en que vamos a salir adelante. Hasta se muestra enérgico, enojado, reactivo, como pudo vérselo en la apertura de sesiones de la Legislatura. En medio de la volatilidad en la que quedó inmerso el país, con la escapada del dólar y la inflación que no da tregua, pide más sangre, sudor y lágrimas para lograrlo. Y la población, al igual que los mercados, le responde con el bolsillo.

Esta situación crítica está haciendo mella, fundamentalmente, en la clase media. Los tercios en los que se la divide (media-alta, media-media y media-baja) pierden día a día poder adquisitivo a manos de la inflación y son, en términos políticos, los que van a definir el rumbo del país en las elecciones de este año.

El dato que certifica que la clase media es la que más pierde es que en 2018 se agrandó la brecha entre los que más y menos ganan. Según el Indec, la mitad de los argentinos con ingresos percibe menos de 15.600 pesos al mes, lo que explica también los valores de la pobreza registrados en el país.

Es decir: la corrida cambiaria que arrastró a la economía argentina a la recesión impactó negativamente en las condiciones de vida de gran parte de la población. Así lo reflejan los recientes números del Indec, que muestran que en 2018 se estiró la brecha entre los que más y menos ganan en el país.

De acuerdo con los datos de la Encuesta Permanente de Hogares, el ingreso per cápita promedio mensual en la Argentina fue de 11.231 pesos en el último trimestre del año. Esta cifra marca un incremento nominal del 27,5 por ciento frente a igual período de 2017.

A su vez, la brecha entre el 10 por ciento de la población que menos ingresos percibe (menos de 2.800 pesos per cápita familiar) y el 10 por ciento que más gana (más de 21.800 pesos per cápita familiar) es de 20 veces, cuando era de 17 veces un año atrás.

Siempre de acuerdo con el Indec, que mide la dinámica poblacional en 31 aglomerados del país, hubo en la Argentina 16.917.316 personas con ingresos, estimación que contempla salarios, jubilaciones, pensiones u otro tipo de haber. En tanto, hay 10.908.151 argentinos que no perciben ingresos (incluye jóvenes y adultos mayores).

Si se observa el ingreso individual, integran el 10 por ciento más rico del país aquellos que ganan al menos 35.000 pesos al mes, mientras que la mitad de los argentinos con ingresos perciben menos de 15.600 pesos mensuales.

A su vez, el 20 por ciento de la población con mayores ingresos -al menos 27.000 pesos mensuales por persona- se apropia del 44,7 por ciento del ingreso total.

A esta situación se le suma, a diario, el tema de los precios, de los tarifazos y del dólar.

Ante este panorama es lícito preguntarse, como hizo días pasados en el diario La Nación Guillermo Oliveto, si la Argentina sigue siendo un país de clase media.

En estos momentos cuando las recientes cifras oficiales -desempleo, pobreza- mostraron nuevamente la fragilidad de la estructura social argentina, bien cabe tomar algo de distancia de la coyuntura para interrogarnos sobre qué país verdaderamente somos.

El primer punto a dilucidar es si un país que tiene un 32 por ciento de la población y un 23 por ciento de los hogares que viven bajo la línea de la pobreza puede seguir siendo considerado un país de clase media. La respuesta automática de muchos sería muy simple: “No”. Lo cierto es que esa conclusión resulta, cuando menos, apresurada. Las clases sociales expresan una configuración multidimensional. Contemplan una diversidad de aspectos que hacen a la identidad de los individuos. Educación, trabajo, ingresos, hábitos, consumos, vivienda, relaciones, herencia, geografía, lenguaje, códigos, símbolos, entre otros.

En todo caso, entonces, todavía no dejamos de serlo. Pero habrá que tener cuidado, porque el factor económico es fundamental para el acceso a mejores condiciones de vida y tantos años de desbarajuste pueden cambiar la configuración de clases en nuestra sociedad.


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