Editorial

La encrucijada de Macri: ¿maquillaje o contundencia?


En lo que queda de esta semana podría haber anuncios económicos a partir de la preocupación que hay en el Gobierno por las encuestas; también en respuesta a los reclamos de los socios políticos. En varios de los muchos escenarios electorales que se plantean, el radicalismo tiene “la sartén por el mango”. Si no, imaginemos por un minuto cuál sería el destino del PRO si la UCR se retira con toda su estructura o, peor, si hace alianza por otro lado. Sin mucho que perder pero con mucho por ganar, los radicales lógicamente se quedarían si las posibilidades de renovación de mandato en Nación y Provincia de Buenos Aires son certeras. Y para ello, entienden, Mauricio Macri tiene que hacer un guiño económico a la sociedad. Lo dicen los radicales y cualquier analista: con este ánimo imperante sería importante el caudal de votantes que no revalidaría la puesta a Cambiemos.

Los anuncios podrían darse el día viernes, incluso que el propio presidente Macri podría ser el vocero. El paquete de anuncios, en general, no tendría muchas sorpresas. Más bien la sorpresa sería escuchar tanto maquillaje electoral en labios de Macri, tantos de estos “atajos” que con énfasis insiste que Argentina no debe tomar más. Por ejemplo, habría una serie de préstamos para mejorar el consumo a través de la Anses, a través del plan ProCreAr, impulso al Ahora 12 sin intereses, tanto para electrodomésticos (ya lanzado) como para ropa y la discusión sobre el futuro de las tarifas, que también es un tema que en principio hay un reclamo para que en el segundo semestre no haya aumento.

Son todas medidas para “maquillar” a un enfermo terminal y que pueda estar “presentable” ante la sociedad, pero sabido es que seguirá enfermo.  Los parámetros vitales así lo indican: inflación, elevada; riesgo país, aumentando; dólar, apenas bajo control pero a un costo demasiado alto para otros órganos vitales de la economía.

Con un enfermo que no mejora, lo único que queda es, al menos, hacer que luzca mejor para la cita electoral. El tema es que ¿cómo seguir confiando en el “médico” y su equipo, ese que nos recomendaron como “el mejor” de los últimos tiempos? A estas alturas, es una cuestión de fe. Pero no hay que llamarse a engaños: más allá del “médico”, hablando ya en términos de quién va a ganar las elecciones, o de si Cristina se presenta o no, hay un problema económico en la Argentina. Y ese problema estará con Macri o sin Macri.

Ese problema (que tiene diferentes frentes) está afectando el riesgo país, algo que repercutirá en el próximo gobierno de esta Argentina que  todavía no recuperó el crédito voluntario y sigue dependiendo del Fondo Monetario, organismo que presta cuando ya nadie presta.

El riesgo país está entrando en un grado de incertidumbre donde Argentina va a necesitar respuestas contundentes de cómo va a pagar la deuda. Esa cifra, que hoy está en torno a los 815 punto, refleja justamente que la deuda pública argentina está en terreno peligroso”.

Siempre, pero más en un año electoral, es muy delicado el equilibrio entre las cosas urgentes y las cosas importantes. Concretamente, para hacer algo que cambie radicalmente esta coyuntura el 10 de diciembre, hay que llegar el 10 de diciembre. 

El asunto es qué hacer. Y ahí es cuando Macri deberá entrar en una contradicción, porque en tren de ser él quien siga atendiendo a este enfermo después del 10 de diciembre, inexorablemente tendrá que recurrir a esos “atajos”, “placebos” o como se quiera llamar a medidas de corte populista que echan por tierra la teoría del ajuste para poner en orden la casa y ser un país en serio, gastando solo en función de los ingresos.

Ahora el jefe de Estado se encuentra en el preciso momento en que debe decidir si profundizar el rumbo o matizar con otras vertientes económicas para garantizar su proyecto de ser reelecto.  Macri ya sabe, aunque se terminó de convencer este año, que no cuenta con una adhesión mayoritaria, haga lo que haga. Que su base electoral está compuesta por un 25 por ciento de convencidos, que el otro 25 por ciento duro le pertenece a Cristina Fernández, pero que para ganar sin sobresaltos necesita recuperar a otro cuarto del electorado que lo votó porque estaba harto del kirchnerismo. ¿Cómo volver a conquistarlo? Se sabe que las campañas electorales de Cambiemos son insuperables, pero que no tuvo una estrategia política para mantener y acrecentar su caudal electoral mientras administra y gestiona.

Macri, Peña y Durán Barba se han negado, desde siempre, a establecer acuerdos con un sector del peronismo al que consideran hipócrita y ostentador de un permanente doble juego. Rechazaron en dos ocasiones la oferta de Emilio Monzó de sumar voluntades mientras se estuviera en situación de fortaleza.

Para justificar la negativa, argumentaron que se corría el riesgo de diluir la identidad del proyecto político de Cambiemos. Pero ahora que la imagen positiva de Macri y del Gobierno bajaron y las expectativas del peronismo subieron cabe preguntarse: ¿tenía Cambiemos identidad suficiente como para darse el lujo de no intentar sumar voluntades afines?

De cualquier manera, ya es tarde para plantear un gran acuerdo con alguna expectativa de prosperar. La campaña electoral está virtualmente en marcha y aquellos nombres del llamado “peronismo racional” que fueron desestimados por el PRO hoy ya están en otra: tanto o más que Cristina, se dieron a la tarea de esmerilar al presidente.

Por eso, el único camino que le queda a Macri para reconquistar al electorado y revalidar mandato es por el lado de buscar la empatía del bolsillo, con un paquete de iniciativas sociales que impacten directamente en el poder adquisitivo del salario, aunque sean interpretadas (y lo son) como las mismas medidas populistas que, según él, llevaron a la crisis que encontró al asumir. Pero es así, tiene que intentar sacarse de encima el estigma de un gobierno de ricos y para los ricos y, al mismo tiempo, que los ricos no le retiren el voto.

Pero el presupuesto es uno solo y magia no se puede hacer, así que además de la difícil tarea de re encantar a un electorado disperso, Macri tiene que hacer populismo sin que vea afectada la meta de déficit cero que requiere el acuerdo con el FMI. No obstante, al organismo le preocupa sobremanera que otro candidato gane, así que algunos “permitidos” admitirá en su rigurosa dieta. 

Pero nada está todavía dicho y tal vez Macri, antes de entrar en una contradicción, opte por sostener su discurso de saneamiento del Estado, de hacer lo que hay que hacer de una vez por todas, a pesar de que gran parte del electorado ya no lo acompañe. Esto significaría que el presidente  profundizaría su discurso antipopulista y su política de ajuste. Es decir, elegiría morir con las botas puestas, manteniendo un discurso y una acción coherentes. Claro que si va por esa vía, también deberá rezar para que la fragmentación del peronismo se mantenga.

Como siempre, los argentinos somos rehenes de estrategias electorales pero no partícipes de un plan, una plataforma de gobierno. Más que placebos para mitigar artificialmente la crisis o rigor para mostrarnos coherencia, lo que necesitamos es un presidente y candidato que nos diga dónde está la luz al final del camino, que explique cuál es el propósito y el sentido de este presente, por qué y para qué tenemos que hacer los sacrificios.


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