Editorial

La importancia de promover la agroindustria


En medio de una jornada convulsionada para la economía argentina, que tuvo su punto cúlmine en la renuncia del presidente de Banco Central, Juan Carlos Fabregas, hemos decidido compensar desde esta página el pesado bagaje que aportan las crónicas con una buena noticia, que nos habla del potencial que tiene nuestro país a partir de los insumos que da la tierra y la mano de obra capacitada que hay entre los habitantes.  

Los quesos argentinos hacen furor en el este, países como Rusia parecen haberlos adoptado por su calidad tras una feria internacional realizada allí. En este caso, la Argentina sacará provecho de los problemas de la geopolítica mundial. La puja de Rusia con Estados Unidos y la Unión Europea por el conflicto de Ucrania generó una serie de sanciones de Moscú a esas regiones para frenar la compra de productos. Esta circunstancia ha beneficiado a nuestro país no sólo en la venta de este producto sino que además el gobierno ruso anunció que está dispuesto a comprar más carnes, lácteos y otros productos derivados de la agricultura de la Argentina, Brasil y Uruguay para suplir su demanda interna. La intención del gobierno de Vladimir Putin es aumentar los niveles de compra de alimentos a la Argentina para contrarrestar el ingreso de productos de Estados Unidos y la Unión Europea.

El actual flujo comercial entre Rusia y la Argentina es de unos 2.000 millones de dólares anuales. El 75 por ciento de esa balanza comercial está relacionada con productos del agro. Pero este nuevo impulso en las relaciones comerciales aumentará entre un 20 y un 30 por ciento los niveles comerciales, según evalúan desde Moscú. Es que los rusos están necesitados de recibir alimentos básicos en lo inmediato y nosotros somos como un gran supermercado en el mundo, en la medida que salgamos a vender nuestros productos. Y cuanto más valor agregado tengan, mejor para la economía interna. Si bien tenemos de todo en abundancia para comerciar con el mundo, no es lo mismo vender leche, carnes o vacas que el queso, ya que para su elaboración se emplea mayor cantidad de argentinos y el precio internacional del producto terminado es negociable, no así los commodities, razón por la cual se puede obtener más beneficio.

El valor agregado en producción a gran escala es lo que está faltando en este país. Se trata de las agroindustrias que, además de los beneficios ya mencionados, tienen otro fundamental para nuestro país por su extensión: la posibilidad de desarrollar las economías regionales, porque las plantas productivas se localizan siempre adyacentes a donde está la materia prima. 

Chile, por ejemplo, hace más de 20 años que exporta sus vinos a Rusia y Europa del este, porque han sabido ocupar espacios en el comercio exterior. Incluso con vinos de menor calidad que el nuestro. Sin embargo el error nuestro ha sido siempre poner todo el empeño en exportar solamente soja, porque era muy rentable y ahora no lo es tanto, en vez de insistir también con nuestros productos elaborados, exhibiéndolos al mundo. Esta faceta de nuestro comercio exterior ha estado siempre descuidada y tienen que “descubrirnos” porque nosotros pareciera que no tenemos voluntad de hacernos conocidos.

Nuestra política exterior en general ha sido siempre errática, a diferencia de la brasilera que siempre ha dado buenos resultados al país carioca. Y en el aspecto comercial nunca hemos puesto el acento en vender productos elaborados, concurriendo a todas las ferias internacionales, ofreciendo las bondades de nuestros alimentos al mundo, en la medida que otros países lo hacen. 

Esta cuestión no es menor porque, por ejemplo, ahora que el precio de la soja está en baja, el país padece porque las divisas que se esperaban son muchas menos. Lo que demuestra lo que tantas veces se ha planteado en nuestra economía: no se puede vivir prácticamente de un monocultivo. Hay que expandirse al mundo, con los granos y con todos los productos que a partir de ellos y otros insumos que emanan de la tierra podamos elaborar, empleando para ello mano de obra local y vendiéndolos a precios internacionales. El mundo demanda lo que mejor sabemos hacer: alimentos. Es tiempo de poner énfasis en explotar esta veta al máximo.

Se estima que entre los principales rubros que la Argentina espera colocar en el mercado ruso están los lácteos, y con preferencia los quesos, pero además se exportan ya carnes, frutas, aceite de oliva y aceitunas, panificados y pastas. El aumento de la comercialización de carnes rojas está llevando su tiempo porque requiere inspecciones sanitarias especiales, como sucede en todas partes del mundo. Los controles en estos casos son considerados esenciales.

En los supermercados de Moscú ya se empezaron a ver en los últimos días quesos y otros tipos de productos lácteos de origen argentino. Y por supuesto que esta situación, felizmente, aumenta nuestros niveles de exportación.

La aparición de un socio comercial de envergadura, aparte de China e India que en realidad lo que más compran es soja y no productos elaborados, es importante porque allí exportamos productos con valor agregado que es lo que debe hacer todo mercado que se precie.

Con Rusia tenemos otros acuerdos ya firmados con antelación, como la gigante estatal Rosatom para el desarrollo nuclear de la planta Atucha III, entre otros. Pero aumentar nuestra venta de alimentos elaborados es una mejor noticia porque este es el camino de los países que se desarrollan, un comercio internacional vigoroso de productos con valor agregado, del que participan y se benefician indirectamente más argentinos. 

Esto ayudaría sin dudas a mejorar las economías regionales y nuestro maltrecho mercado interno que no pasa precisamente por su mejor momento.


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23 de Marzo de 2024 - 05:00
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