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La pandemia de coronavirus dejará, sin dudas, muchas enseñanzas. Una de ellas es que aquellas comunidades que valoren la cooperación y la solidaridad social, sin desconocer el valor de la conciencia individual, estarán mejor preparadas para superar las crisis, aún aquellas que generan un mayor temor colectivo.
En una reciente entrevista que se le realizó al obispo de la diócesis de San Justo, monseñor Eduardo Horacio García, y que fue publicada en la última edición de L’Osservatore Romano, el religioso plantea que la comunidad internacional tendría que coordinar esfuerzos para impedir que cientos de miles de personas corran el riesgo de morir por el coronavirus, de hambre, o de otras enfermedades como el dengue o la malaria, entre otros males que en pleno siglo XXI siguen acechando a la humanidad. Para monseñor García, para eso sería necesario contar con una agenda con objetivos que pasen por la ayuda a las poblaciones más necesitadas, la atención a la deuda, el comercio y los medicamentos y la solidaridad. En su reflexión, el obispo observa que la crisis que generó la pandemia “puede ser una oportunidad para comprender que no podíamos seguir así, con este individualismo, en esta situación en la que solo valen los propios derechos de libertad sin pensar en los demás”, para luego remarcar la importancia vital de la cooperación humana: “Somos una comunidad y debemos hacer cosas juntos, porque la calidad de vida depende solo de saber cómo vivir juntos y no aislados”.
Pero esta observación, a pesar de ser tan evidente, parece ser ignorada por quienes, en esta difícil coyuntura, insisten con exacerbar el malestar social convocando a romper la cuarentena. Como bien señala García, en teoría, ante la amenaza del coronavirus todos somos iguales, pero una vez que nos ha afectado, el virus revela con crudeza las desigualdades y puede agravarlas, golpeando con mayor dureza a los adultos mayores, a los más pobres y a las personas con discapacidad.
Las sociedades actuales tienen más vasos comunicantes de lo que la mayoría de las personas se imaginan. Así lo ha demostrado el nuevo coronavirus que surgió en diciembre pasado una ciudad china, en marzo llegó a la Argentina y hoy está presente en todos los continentes, empujando a más de la mitad de la población mundial a la cuarentena.
En otras palabras, lo que le pasa al más vulnerable de la comunidad puede terminar afectando a toda una ciudad, una provincia o un país. Por eso es necesario sumar voluntades en lugar de alentar las divisiones entre argentinos. Pero claro, acometer una empresa colectiva no es tarea simple. Así ya lo había advertido el expresidente Raúl Alfonsín en su recordado discurso de Parque Norte en 1985, cuando dijo que esa unión de esfuerzos “implica una movilización de energías que abarca no sólo la dirección política de la sociedad al Estado y al sistema político, sino también a los grupos y a los individuos, para que, sin renunciar a la defensa de sus intereses legítimos, sean capaces de articularlos en una fórmula de solidaridad”.
Hoy la Argentina se prepara para transitar el después de la pandemia, es decir para encontrar un camino que, aunque sea sinuoso, logre conciliar los intereses de los distintos sectores, sin dejar a nadie atrás. Resulta alentador, en ese sentido, el trabajo coordinado que muestran el Gobierno nacional, el de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y el de Provincia de Buenos Aires para enfrentar juntos las amenazas del coronavirus en el mayor conglomerado urbano del país. Puede decirse lo mismo de otros distritos del país donde los gobiernos provinciales coordinan tareas con los municipios.
Es importante que las mentes más lúcidas colaboren con propuestas, iniciativas e ideas que aporten claridad y opciones válidas en estos tiempos de zozobra y opacidad, para poder avanzar así hacia una sociedad con crecimiento económico y progreso social. En definitiva, la pandemia puede ser una oportunidad para comprender que no se puede seguir con los individualismos llevados a un extremo. Es de esperar que la ciudadanía comprenda que la historia no hace concesiones y que, por lo tanto, esta es una oportunidad para comenzar con la construcción de un país con más solidaridad, que sea mejor para todos.
