Editorial

La política también debe reconvertirse


Como consecuencia de los cambios tecnológicos, todos los ámbitos de la vida se han visto modificados de manera contundente. Por su incorporación a las rutinas cotidianas, todas las actividades sociales y comerciales se vieron revolucionadas. Por ello, absolutamente todos nos hemos reconvertidos para subirnos al tren 2.0. Así, los comerciantes, los periodistas, los docentes, los médicos, los taxistas, los arquitectos, absolutamente todos los rubros han debido aceptar el cambio y capacitarse en las nuevas formas para seguir siendo funcionales a las demandas de la sociedad.

Frente a esta realidad, es tiempo de repensar la dinámica del Estado.

La “modernización del Estado” aparece por momentos como un slogan posmoderno cuando es una verdadera necesidad estructural.

Modernizar el Estado es más profundo que la digitalización o el uso de las redes sociales: es la tarea de actualizar la relación sociedad-Estado, en la que la innovación resulta central para el desarrollo, junto con la apertura del gobierno.

Para que un Estado hoy sea funcional y desconcentrado es necesario un equilibrio virtuoso entre la planificación estratégica integral -la cual requiere liderazgo y amerita un artículo editorial aparte-, la negociación permanente con y entre los efectores sociales y la adaptabilidad política. Desglosemos el concepto.

La planificación estratégica, gran talón de Aquiles de nuestro país, nuestra provincia y nuestra ciudad. A lo siempre dicho, respecto de que hay que gobernar para más allá de las siguientes elecciones, poner la mirada y plantear objetivos a varios años vista  como cuestión de Estado, ahora hay que sumar otra circunstancia: los cambios son efímeros y requieren actualización permanente. Así como la tecnología nos trae novedades prácticamente mes a mes, y los productos ya no duran como las recordadas heladeras Siam, hoy la planificación estratégica, además de estar presente en un gobierno, debe ser actualizada de manera constante.

La negociación permanente con y entre los efectores sociales también tiene que estar a tono con la modernización para que sea útil, eficiente. Ya no son necesarias y hasta diríamos que son escasas en alcance las convocatorias presenciales, los debates públicos en asambleas y demás mecanismos tradicionales cuando se trata de involucrar y conocer las opiniones de las partes interesadas. Si hoy la gente, en su vida cotidiana y para todos los órdenes se maneja por la vía digital, allí es donde también debe darse la interacción Estado-ciudadano. La tecnología incluso permite direccionar el diálogo hacia los sectores implicados, llegando de manera directa, sin intermediarios (léase punteros, dirigentes) que interpreten y bajen el mensaje. A la vez, el Estado también recibe esta información de primera mano.

Por lo antes dicho, el tercer aspecto del desglose de este concepto de Estado moderno que estamos haciendo cae de maduro: la adaptabilidad política. De los políticos, puntualmente, que si bien se valen de las redes sociales para hacer campaña, una vez en funciones se manejan con la burocracia desaceitada del Estado, que es enemiga de la eficiencia pública.   

La necesidad de innovación y apertura del Estado crearon una nueva doctrina: el open government (gobierno abierto). Se trata de un conjunto de políticas activas a favor de la transparencia, la participación y la colaboración. Se dejan atrás las sombras de la “política de escritorio”, para echar luz sobre los procesos decisorios y ejecutables de la cosa pública.

En Pergamino está en práctica, o mejor dicho, fue incorporado a la gestión de Martínez. Pero en tanto y en cuanto los vecinos no se apropien de ello y lo utilicen de manera corriente, será lo mismo que no tenerlo. Es valorable la decisión y la inversión, pero la dinámica se completa solo si el ciudadano participa. Para ello, son necesarias la comunicación y la educación sobre su uso. No alcanza con decir que lo tenemos en la ciudad, que se lo exhiba como logro cual slogan, sino que hay que procurar realmente que el vecino aprehenda que es una herramienta de empoderamiento ciudadano.

Claro que además debe ser accesible y expeditivo en la respuesta, es decir que se perciba como útil y real. Caso contrario seguirá siendo considerado más efectivo el pararse en la puerta de la Municipalidad y golpear hasta que atiendan. Y respecto de la accesibilidad, bueno, algo de ello se plantea en esta misma edición, en la página 17.

A lo largo de la historia, los Estados fueron mutando junto a los cambios de época, para no perder poder de intervención y de resolución de conflictos. En las décadas de 1960 y 1970, se comenzó a dejar atrás la idea del Leviatán, de Thomas Hobbes, de un Estado omnipotente, y se adoptaron perfiles más profesionales en el auge de la planificación, lo que originó nuevos pactos sociales.

Por otro lado, en el plano administrativo, el trámite y la atención al público eran considerados un mal necesario, lo que volvía vulnerable la única relación entre el administrado y el poder administrador.

Hoy estamos atravesando la cuarta etapa de Revolución Industrial. Esto significa un gran impacto social a través de los cambios laborales y económicos, con la creación de nuevos empleos y la extinción de otros.

Vivimos en una transición donde lo viejo no termina de morir y lo nuevo, de nacer, pero a su vez exige inmediatez. La modernización estatal no debería tomarse como la solución mágica sino como un medio de transformación contemporánea hacia un Estado inteligente, facilitador y accesible.


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