Editorial

La realidad como espejo


En los últimos días el registro de casos de Coronavirus en Pergamino encendió luces de alarma por lo estrepitosa de la estampida de resultados positivos que generó preocupación en una comunidad que se sentía casi inmune a la pandemia. Aunque la realidad epidemiológica local aún dista mucho de ser la que se experimenta en ciudades vecinas que están en el umbral de la confirmación de la circulación comunitaria o exhiben un número de fallecimientos por Covid -19 que preocupa seriamente a las autoridades sanitarias, lo que está sucediendo debe representar un llamado a la reflexión para reforzar la necesidad de implementar medidas de cuidado individual y colectivo.

Ya no hace falta mirar lo que sucede en la geografía cercana a Pergamino para entender que lo que sucede ocurre también en nuestro lugar. Lo que pasa al lado, lejos de generar cualquier tipo de especulación discriminatoria como la que se suele leer en los mensajes que circulan por redes sociales cada vez que la noticia da cuenta del reporte epidemiológico de alguna localidad vecina que tiene una casuística mayor, debe servir de sustento para idear políticas que cooperen con la conciencia social respecto de los estragos que el coronavirus puede hacer en el tejido social si no se acatan las medidas de distanciamiento y cuidado. Y lo que empieza a suceder en nuestra propia ciudad debe servir para poner un freno al desentendimiento o subestimación de una situación acuciante. No para restringir actividades del aparato productivo ya lo suficientemente resentido por las condiciones económicas que agravó el confinamiento, sino para imponer pautas de mayor cuidado comunitario, acompañadas de un control más efectivo.

Cerca y lejos, el contagio de personal de salud es un dato que debe llamar la atención por cuanto condiciona el funcionamiento del sistema y merece una mirada detenida. Saber cómo se dieron los contagios, lejos de vulnerar la intimidad de las personas, permitiría dimensionar lo que puede ocurrir cuando los cuidados se relajan. Son muchas las ciudades vecinas que han admitido el resquebrajamiento de sus dispositivos asistenciales a causa de haber tenido que sacar del sistema a profesionales sospechados o diagnosticados con Corvid-19 y en pocos días Pergamino pasó a integrar también esa estadística que podrá sopesarse recién cuando la pandemia haya terminado.

Lo que puede parecer apenas un número cuando se conoce la cifra de aislamientos preventivos que exigen las medidas sanitarias, es el claro indicador de cómo la contagiosidad puede crecer sustancialmente y volverse incontrolable.

A uno y otro lado de la geografía cercana a Pergamino, donde pocos municipios transitan la ansiada Fase 5, el abandono espontáneo de las medidas de confinamiento y la desatención del mensaje claro de las autoridades en relación a los riesgos que supone no usar el tapaboca o no respetar el distanciamiento se ha transformado en la moneda corriente. Lo que claramente pone en jaque la voz de la autoridad y cuestiona los liderazgos que se necesitan para ejercer este tiempo de la pandemia, donde no todo parece poder descansar en la responsabilidad individual.

Las enumeraciones aquí descriptas no agotan el inventario de las situaciones cotidianas que viven comunidades vecinas que comparten con Pergamino un sistema de salud provincial que es solidario. Aunque el pergaminense suele no advertirlo en su convencimiento de que las instituciones de salud que funcionan en la ciudad le pertenecen solo a la ciudad.

Lo que está ocurriendo con la evolución de la pandemia muestra a los ojos de los pergaminenses cómo una situación puede salirse de control cuando la enfermedad que produce el virus Sars Cov 2 comienza a minimizarse. El crecimiento local de casos con irrupción en algunos espacios sensibles de la vida comunitaria es la primera muestra real  de ello. En el mismo momento en que se subestimaban las posibilidades de que el coronavirus llegara, y se les exigía a las autoridades cerrar los accesos a la ciudad y confinar actividades productivas habilitadas, el conjunto social se distendió y la Covid-19 se instaló desbaratando la idea ilusoria de “la nueva normalidad”.

Pergamino, sus autoridades, su comunidad, están quizás en un punto de inflexión. No ayuda decir que “esto es lo normal”. No mejora las cosas que quien tiene responsabilidad de conducir se conforme señalando que “esto que sucede es lo normal, lo que pasó antes en otras ciudades”. Naturalizar la realidad y depositar todo en el cuidado de la responsabilidad individual supone un riesgo colectivo. La cohesión que requiere que cada uno desde su lugar asuma un apego verdadero a las normas de cuidado requiere de otro mensaje, porque ya lo dice el viejo refrán: “Mal de mucho, consuelo de tontos”.

Así como este virus fue capaz de mostrar su brutalidad cuando irrumpió en China y tuvo su epicentro marcado en Europa o los Estados Unidos y le permitió a otros países como Argentina tomar esa virulencia como parámetro para anticipar medidas y robustecer sus sistemas sanitarios, lo que está pasando cerca de la ciudad y en la propia ciudad, confiere a Pergamino la misma posibilidad.

La apelación a la responsabilidad de los líderes y de los ciudadanos se impone hoy más que nunca, porque a la luz de los indicadores sanitarios la construcción de esa “ansiada normalidad” es algo que por el momento parece un bien reservado a aquellas sociedades que muestran madurez y apego a las medidas de cuidado. No a aquellas que por soberbia o incredulidad descansan ignorando la realidad que se les muestra como espejo.


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23 de Marzo de 2024 - 05:00
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