Editorial

La relación controvertida de la política con los medios de comunicación


Los medios masivos son un engranaje clave para la comunicación política. En tiempos de redes sociales siguen siendo el ámbito que posibilita el diálogo y por tanto, la comunicación que los principales líderes expresan por esa vía dice mucho de cómo son, del valor que le dan a la palabra y del respeto que sienten por la libertad de expresión.

En las redes abundan los posteos, las campañas creativamente diseñadas y pensadas para emitir un mensaje dirigido a la multitud de usuarios que navegan por el espacio virtual. También las redes son el vehículo elegido muchas veces para responder con inmediatez. Pero en los canales más tradicionales de comunicación es quizás donde aparece la verdadera esencia del diálogo político porque el formato de los medios sigue permitiendo una conversación real que resulta sumamente potente para alcanzar a la opinión pública.

Cuando transitan tiempos preelectorales, los dirigentes políticos en general se muestran predispuestos y casi se entrenan para mostrar ante los dispositivos de comunicación masiva su mejor cara, valiéndose para ello de todas las herramientas del marketing que les permiten elegir qué actitud mostrar al público en cada aparición mediática.

Sin embargo, la entrevista como género, independientemente del canal por el que circule, tiene la virtud de mostrar el derecho y el revés de la trama. Es en ese espacio de comunicación mediatizada que aparece lo verdadero. Quizás porque es el arte de la conversación. Como si la careta que se pintara alguien para mostrarse amigable en las redes se cayera para descubrir ante un micrófono, un grabador o una cámara al verdadero personaje.

Ningún político es ingenuo ante los medios de comunicación. Por el contrario, habitualmente las presencias que parecen espontáneas son cuidadosamente analizadas por asesores de prensa y operadores que cuidan cada intervención con minucioso detalle.

En los últimos días, algunas situaciones vividas por dirigentes kirchneristas en los medios de comunicación volvieron a poner en el tapete la relación que esa fuerza política ha tenido con los medios de comunicación y develó la consideración que tienen respecto del rol de periodistas y comunicadores. Por un lado, el precandidato presidencial Alberto Fernández se vio envuelto en episodios bastante desafortunados con periodistas de distintos medios de comunicación. Increpó a trabajadores de prensa por sus preguntas, los desafío a convalidar su imparcialidad, los tildó de opositores antes y oficialistas ahora. Su actitud irascible frente a la pregunta abrió un universo de especulaciones en relación a si se trató de estrategia electoral o la esencia de una ideología respecto del aparato mediático del país y de la actividad periodística que todo el tiempo aparece cuestionada por los principales líderes de su fuerza política.

La expresidenta Cristina Fernández y precandidata a vicepresidenta, en tanto, no dudó en comparar la entrevista que le hiciera Luis Novaresio en la campaña electoral de 2017 con un interrogatorio propio de los que se realizaban en tiempos de represión como mecanismo de tortura. Más allá de la exageración del ejemplo y de las disculpas que sobrevinieron de inmediato, la frase desafortunada quedó flotando como algo que encierra una cierta idea del periodismo y su rol cuando no es condescendiente con cierto posicionamiento político.

En el oficialismo, en tanto, si bien la relación con los medios de comunicación es más amigable, se habla de un blindaje conseguido sobre la base de aportes al sostenimiento de medios que replican las mismas prácticas que se cuestionaban a gobiernos anteriores.

Con blancos y negros, la relación de los políticos con los medios de comunicación siempre ha sido controvertida. Quizás porque la política pretende medios funcionales a sus intereses. Nunca como desde que se instauró en el país la “grieta” cobró tanto impulso el calificativo de periodismo militante. También el de “medios hegemónicos”.

Aunque en los spots de campaña los propios candidatos se muestran como personas conciliadoras y defensoras de la libertad en todas sus formas, en la práctica cotidiana que los posiciona en el centro del engranaje de funcionamiento de los medios de comunicación, develan otra actitud mucho menos respetuosa.

Es cierto que en los medios no hay ingenuidad. Que son empresas que responden a reglas de mercado y defienden sus propios intereses. Todos están imbuidos de ideología. Pero eso no inhabilita que la palabra deba ser respetuosa y que quienes ostentan los más altos cargos de representación entiendan que la libertad de expresión es un bien que hay que preservar.

En tiempos preelectorales y en un mundo mediático cada vez más complejo, reflexionar sobre estas cuestiones, leer entre líneas las intervenciones públicas de los dirigentes y observar la conducta de los comunicadores es sumamente necesario. Actuar con la honestidad intelectual que requiere una sociedad cívicamente madura es tarea de todos, de políticos y comunicadores. A la ciudadanía le corresponde exigir que se respete su derecho a la información, el más esencial de los derechos ese que le pone tope al maquillaje y a la propaganda.


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