Editorial

La tentación de la política de reabrir la grieta


Antes de la pandemia Argentina era un país polarizado en el que el debate político en torno a la crisis se dirimía a uno y otro lado de la grieta. Con la irrupción del Covid-19 la actitud demostrada por los dirigentes con responsabilidad ejecutiva a ambos lados del arco ideológico pusieron sobre la mesa un gesto poco frecuente: la construcción de consenso. Y bajo el paraguas del señalamiento del comité de expertos que asesora al presidente Alberto Fernández en materia sanitaria, todas las decisiones se encauzaron detrás de un mismo objetivo: aplanar la curva de contagios y dar tiempo al sistema sanitario para robustecerse y evitar la catástrofe que el coronavirus generó en buena parte del mundo. La grieta, a la que los argentinos estábamos acostumbrados, pareció desdibujarse y fue común ver en distintas instancias de la esfera pública al presidente y al jefe de Gobierno porteño y los gobernadores convivir en acuerdos y decisiones, dejando de lado cualquier diferencia política.

Eso permitió garantizar cierta armonía y cohesionar a buena parte de la sociedad frente a determinaciones difíciles de tomar como la imposición del Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio que impuso restricciones a la casi totalidad del sistema productivo del país. También demostró que frente a una emergencia de las características de esta la dirigencia podía dejar de lado la disidencia y el discurso grandilocuente para hacer lo que había que hacer.

Sin embargo, transcurridos unos días del inicio de una nueva fase de la llamada “Cuarentena Administrada” y con la aparición de importantes focos de contagio en barrios vulnerables de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, la paz política pareció romperse. El primero en caer en la tentación de ir al fango fue el propio presidente Alberto Fernández, cuando personalizó en María Eugenia Vidal buena parte de las críticas por el estado de la infraestructura sanitaria de la Provincia de Buenos Aires. Estas apreciaciones que fueron luego relativizadas, sin embargo, hicieron eco en el discurso siempre provocador del gobernador Axel Kicillof que muchas veces se corre del rol de dirigente con responsabilidad ejecutiva para expresar discursos de barricada más propios de una campaña electoral que de una gestión de gobierno en tiempos de pandemia.

En la otra orilla de la grieta, referentes como Patricia Bullrich y Miguel Angel Pichetto endurecieron su posición crítica frente a algunas decisiones del Gobierno nacional y profundizaron el debate, intentando poner al país en la dicotomía de tener que elegir entre salud y economía como si fueran conceptos que pudieran escindirse.

Y en los últimos días, fue el ministro de Salud de la Provincia de Buenos Aires, Daniel Gollan, quien publicó un mensaje en sus redes sociales haciendo foco en los contagios de la Ciudad de Buenos Aires  y diferenciando esta situación de la realidad epidemiológica de la provincia, con una velada crítica a la habilitación de algunas actividades productivas y flexibilización de la cuarentena decidida por el gobierno de Rodríguez Larreta. Con este posteo en redes sociales que luego fue aclarado, terminó de confirmarse que con el avance del Covid-19 se va resquebrajando ese manto de unidad que generó su llegada al país. Y la grieta volvió a abrirse. Como si el diálogo político no pudiera evitar la tentación de caer al fango.

Lo preocupante es que esta costumbre se imponga en un contexto sumamente delicado que no debiera dejar lugar para este tipo de actitudes a los que la política parece haberse acostumbrado. Se legitima la carrera por la ventaja en tiempos donde la sociedad está abrumada por cuestiones de un alcance mayúsculo que convocan a poner a la política en un lugar grande, para transformarla en herramienta de contención y de transformación de una realidad verdaderamente compleja y con consecuencias aún desconocidas en todas las aristas de la vida social.

A medida que el discurso público gana en virulencia, pierde en credibilidad ante una población que hasta aquí ha demostrado con sus grises que es capaz de acatar normas y comportarse con madurez en una contingencia difícil y desconocida en muchos de sus aspectos.

Con una curva que parece ingresar en un período de ascenso- que los especialistas aguardan no sea exponencial-el diálogo político está llamado a la mesura. La misma que se le pide a la sociedad para aceptar la imposición de normas restrictivas y asumir las consecuencias económicas que ocasionará esta pandemia. No hacer eso y seguir jugando con las reglas que se empleaban antes de que esta catástrofe sanitaria mostrara su cara al mundo- y que ya eran cuestionables por su impacto en la sanidad de la propia democracia- causará el hartazgo de las personas del llano a las que todo el tiempo se les pide madurez cívica. La política y los dirigentes que la encarnan también están obligados a poner sobre la mesa ese atributo para conducir este barco a un mejor destino que el que exponen otras geografías, sin dilapidar la cuota de confianza que con el atino de sus decisiones han ganado y sin echar por tierra el esfuerzo de toda una sociedad por privilegiar la grieta en lugar de la cohesión social que solo se consigue con liderazgo y con actitudes nobles de búsqueda permanente de consensos.


Otros de esta sección...
BuscaLo Clasificados de Pergamino y su región
Buscar en Archivo
Tapa del día
00:00
15:42
Errores:  0
Pistas:  38

Tu mejor tiempo:
12:07
Registrate o Ingresá para poder guardar tus mejores tiempos.

Nueva Partida
1 2 3 4 5 6 7 8 9
Editorial
Funebres
Perfiles Pergaminenses
Lejos del pago
Farmacias de turno

LO MÁS LEÍDO