Editorial

La urgencia de abordar los temas de una agenda imprescindible


La pandemia ha mostrado muchos costados de la realidad que permanecían vedados. O los ha expresado de manera exponencial ante los ojos de una ciudadanía que inmiscuida en su necesidad de “sobrevivir” al aislamiento y sortear las contingencias de la emergencia sanitaria, pierde de vista que muchos de los problemas que afectan al país requerirán de ser incluidos en un plan “post pandemia” que aúne esfuerzos públicos y privados para retomar la senda de la previsibilidad perdida mucho antes de la irrupción del coronavirus.

A menudo se escucha a los principales analistas describir al país como “inviable” y terminan atacándose las consecuencias como si fueran las causas del problema. Y como si la mera definición eximiera a todos de la posibilidad de encontrar salidas para una crisis sin precedentes. La argumentación casi condenatoria de que la sociedad argentina es “ingobernable” pone en un pie de igualdad a la desidia con la que los decisores de la política que han manejado la Argentina en las últimas décadas. Nada más lejos del camino que encauzaría una solución.

El país no está mal porque en la lucha contra el coronavirus impuso la cuarentena mas larga del mundo- más allá de que puedan hacerse consideraciones sobre lo anticipada de una medida tan drástica y con visibles consecuencias en aspectos ajenos a lo sanitario-. Tampoco está mal porque hay pobreza, inflación, desempleo y evasión. La raíz del problema es otro y pasa por cuestiones estructurales que durante años no han sido atendidas por la política. Los capitales no se han ido porque sí ni la confianza se ha perdido de la nada. Lo que le sucede al país es el resultado de erráticas decisiones que fueron marcando el camino, transformándose en causas y expresando consecuencias.

Hay problemas en la base tributaria, regulatoria y administrativa que generan malas condiciones para la producción y el crecimiento. Nada de esto tiene que ver con la emergencia sanitaria que parece haberse instalado en la agenda pública para poner un manto de piedad sobre cuestiones que habrá que discutir más temprano que tarde. Se torna imperioso establecer acuerdos de largo alcance y consensos sobre el tamaño del Estado y su rol. También establecer profundas reformas laborales, previsionales e impositivas que otorguen un marco de previsibilidad al sector privado y contribuyan a descomprimir la asfixia en la que ha caído como consecuencia de las políticas económicas establecidas por varios gobiernos.

Casi doscientos impuestos incluidos en el esquema tributario nacional, provincial y municipal hablan de un mal diseño que no hace sino fomentar la evasión e impedir el cumplimiento de las obligaciones.

Inmersos en las chicanas que suelen cargar de ideología estos debates, se pierde de vista la necesidad cierta de establecer nuevas bases porque solo en materia impositiva el sistema vigente no es viable para ningún cálculo empresarial, con la consiguiente consecuencia de la evasión o el lobby que los más poderosos hacen en cada uno de los gobiernos.

En tiempos en los cuales se habla mucho de las libertades restringidas por la pandemia, resulta oportuno recordar que en el país cada vez hay más organismos destinados a regular y ejercer controles que entorpecen muchos aspectos del aparato productivo. Esa condición también es causa y no consecuencia de los muchos problemas que el país experimenta.

En material laboral el sistema debe ser cambiado de raíz con el establecimiento de reglas claras que además propicien la creación de empleo. Empleadores y trabajadores comparten el enorme peso de la carga tributaria sin que nadie se atreva a dar el debate necesario respecto de las condiciones laborales reales. Si bien es cierto que en épocas de pandemia se logró el tratamiento de la ley del teletrabajo, la iniciativa fue más impuesta por la urgencia que por la vocación de discutir a fondo los alcances de un marco normativo que a la luz de la realidad sanitaria será vital.

Este inventario de cuestiones no agota el debate. La reforma previsional tantas veces anunciada debe darse. Y la agenda de una vez por todas debe incluir a la educación, la salud y la seguridad de manera prioritaria. No alcanza con que estos tópicos estén presentes en la boca de cada político. La realidad se impuso como nunca en la cara de todos y como un espejo mostró las tragedias. En materia sanitaria y educativa las transformaciones son urgentes. No alcanzó con robustecer el sistema para evitar el colapso, tampoco con mantener calendarios académicos en contextos de gran desigualdad. Hace falta ir al hueso de las cuestiones urgentes.

El amplio consenso que alcanzó la dirigencia política en el inicio de la pandemia y que por cierto ya no exhibe, quizás pueda refundarse. Aunque resulte utópico en un país acostumbrado a funcionar en la grieta. Golpeados por los efectos aún impredecibles de una pandemia que no ha terminado, no hacerlo incrementará el dolor social que a la luz de la realidad de hoy ya es inconmensurable.


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