Editorial

Las estadísticas en salud: una tarea esencial para restituir la confianza


Así como el coronavirus expuso las inequidades más profundas de la sociedad y mostró cuan vulnerable era el sistema de salud, en los últimos días acaba de exhibir casi con vergüenza las deficiencias que existían en el uso de los instrumentos para la carga de datos sanitarios. De repente y producto del entrecruzamiento de datos, la Provincia salió a anunciar que se habían producido más de 3.500 fallecimientos más por Covid-19 de los que estaban formalmente reportados. El dato no resulta menor, atendiendo a la sensibilidad del tema y la importancia que tienen estos indicadores para la toma de decisiones adecuadas.

Desde el oficialismo provincial se esgrimieron diversas razones, entre ellas la utilización de distintos sistemas para la carga de datos respecto de altas, fallecimientos e índice de utilización de camas; y el cansancio de los agentes de salud que con el avance creciente de la pandemia “desatienden el aspecto administrativo de la tarea”.  El propio Gobierno nacional ratificó los argumentos señalando que había quedado pendiente “un clic” para cargar los más de 3.500 muertos en el sistema de vigilancia nacional. Resulta llamativo que nadie habla de los graves problemas que el sistema de salud tiene históricamente para el manejo de la información sanitaria. La informatización de circuitos aparece siempre en los discursos de campaña y en la práctica real el papel y el recurso humano que siente este aspecto ajeno a su función siguen siendo la constante. Como sucede con otros campos del hacer público, la estadística muestra una falencia difícil de subsanar.

Lo preocupante es que no alcanza con señalar que este sub registro también ocurrió en otros países. Hasta hace poco Argentina se jactaba de tener la posibilidad de tomar la experiencia vivida por otras naciones para no repetir errores ni transitar los mismos caminos. Las cifras parecen no indicar lo mismo. Por el contrario, y a pesar de que también pueda destacarse la vocación el Gobierno provincial de admitir esta disidencia en la información cuantitativa de los fallecimientos como un gesto de querer “ser transparentes” con el manejo de las cifras del coronavirus, lo sucedido tiende un manto de sombra sobre una cuestión tan relevante como sensible y exhibe con crudeza que ostentamos el triste saldo que han padecido otros en esta pandemia.

Lo que desnuda el escándalo detrás de las cifras es la consecuencia de no trabajar sostenidamente en el fortalecimiento de los procesos y sistemas de información y de no atender debidamente el reclamo del propio personal de salud que antes de la pandemia ya reclamaba por la modernización de muchos aspectos del trabajo.

También colabora con lo que debe evitarse en el contexto de una emergencia sanitaria de esta envergadura que es la sospecha del ocultamiento, de la especulación y coopera con la pérdida de credibilidad en el propio sistema para tomar sus determinaciones.

Lo ocurrido en la Provincia de Buenos Aires, aunque oficializado por las propias autoridades en un intento de explicar lo que resulta de difícil comprensión para el conjunto de la ciudadanía, no hace sino agrandar la sospecha respecto del manejo político de una información detrás de la cual se esconden historias de vida y pérdidas irreparables. Detrás de esos más de 3.500 casos hay familias.

Además abre un interrogante respecto de cómo estará siendo la carga de datos en otros distritos del país menos robustos y más colapsados por la evolución de la pandemia. Lo que pone en duda los números que diariamente se informa y lo hace en el momento en que lo que debe imperar es la confianza.

En un contexto en el que los actores políticos parecen avanzar en un discurso que ignora la pandemia, que la deja atrás porque ya no conviene, lo que irrumpen son las falencias. ¿Se habrán tomado las medidas apropiadas en la inexactitud de los datos? ¿Aparecerán más muertos y más casos que los contabilizados? ¿Aprenderemos de esta experiencia?

Los indicadores sanitarios en contextos de emergencia operan como brújulas. También como norte que marcan hacia dónde ir y cómo cambiar direcciones. ¿La habremos perdido y solo resta ir a tontas y a locas tomando decisiones esperando apenas que el virus haga lo suyo ante un sistema estresado y húerfano? O lo sucedido en torno a las estadísticas provinciales servirá de alarma y encenderá el alerta para volver a tomar la iniciativa de la política en el manejo de la pandemia.

De la respuesta a estos interrogantes dependerá el modo en que podamos transitar el tiempo que viene. No hacerlo es solo sentarse a esperar un saldo lamentable. Porque no alcanza con haber fortalecido el sistema de salud en algunos aspectos y dejarlo ahora a la buena de su suerte. Es la política la que debe seguir al frente de decisiones que deben tomarse con la exactitud de los datos. Solo así se restablecerá una confianza tan resquebrajada a la luz de la realidad que parece haber dejado a los decisores de la política sin liderazgo. Algo que resulta tan peligroso como no apuntar que será tarea esencial fortalecer verdaderamente los sistemas de carga de datos sanitarios para contar con estadísticas confiables, reales, unificadas y no con complejos entramados en algunos casos obsoletos que siguen depositando en el personal de salud una responsabilidad aún más grande de la que ya tienen.


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26 de Abril de 2024 - 05:00
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