Editorial

Lo que el Golpe nos dejó


Hace 43 años la Argentina estaba sumergida en una crisis como tantas otras a las que fue sometida durante su historia, y una vez más la solución a los problemas fue buscada por el lado de la fuerza, produciendo un quiebre institucional que dio paso a un período atroz del que aún hoy quedan algunos resabios, a pesar de lo mucho que se ha hecho y sigue haciendo para que “nunca más” la Argentina padezca un gobierno inconstitucional, dictador y responsable de miles de muertes y desapariciones.

El golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 es historia conocida: el gobierno de María Isabel Martínez de Perón hacía agua por todos lados y, en complicidad con muchos civiles y el consentimiento implícito de una parte de la sociedad, los militares de entonces tomaron el poder por la fuerza. Lo que nadie o pocos sabían era lo nefasta que sería esa dictadura que se quedó hasta diciembre de 1983. Fue tan cruel que la historia da cuenta de 30 mil personas muertas o desaparecidas por el solo hecho de seguir ideales o por simplemente participar de alguna organización de ayuda o ser amigo o pariente de algún militante que estuviera “marcado” por los “servicios”.

Los militares se posicionaron para dar el golpe en 1975, cuando las Fuerzas Armadas pasaron a integrar el Consejo de Seguridad Interna. Allí  lanzaron una serie de operaciones catalogadas como “antisubversivas”, para garantizar el orden social que el gobierno de Isabelita ya no estaba en condiciones de ofrecer. Y cuando los golpistas estuvieron seguros de que el Gobierno había perdido todo apoyo popular y político dieron el golpe de Estado.

Pergamino tiene su propia historia de aquellos tiempos duros para la democracia argentina. Aquí no faltaron ni atentados, ni muertos, ni desaparecidos, ni presos políticos ni “entregadores”.  Tampoco conversos que fueron útiles a las órdenes de un gobierno antidemocrático.

Los memoriosos de la época recuerdan que los días previos al 24 de marzo de 1976 no fueron fáciles. Había indicios de que el golpe de Estado era inminente. Encima el Municipio de Pergamino estaba envuelto en una crisis sin precedentes, porque el intendente elegido por el voto popular, el doctor Carlos Nazareno Gaspard, estaba suspendido y su lugar lo ocupaba un interino, Moisés Nacud. Y justo el día que Gaspard se tenía que reintegrar porque la Justicia lo habilitaba después de un proceso que duró meses, se produjo el golpe. Pero lo llamativo es que el interino se quedó en el sillón de intendente hasta que los militares nombraron a su propio representante, que fue el arquitecto Raúl Rossi, un mandatario al que muchos aún ponderan como uno de los mejores intendentes que tuvo el Partido, por la cantidad de obras y el desarrollo que tuvo el distrito en esos años, más allá de que fue durante los “años de plomo”.

Naturalmente, la Junta Militar en el marco del proceso de reorganización nacional, prohibió todo tipo de actividad política, sea partidaria o no. Incluso eran mal vistas las peñas o reuniones de amigos porque en cada grupo, según la mentalidad enfermiza de los mandamás del momento, se podría estar generando alguna acción subversiva. De estas cuestiones dan cuenta los dirigentes políticos de la época, quienes a pesar de estar en conocimiento de los riegos que implicaba hablar de política, siguieron militando -aunque clandestinamente- en lo que el peronismo dio en llamar la “resistencia”. Pero no solo los peronistas se mantuvieron activos desde las sombras, sino que los radicales, socialistas, intransigentes, comunistas y dirigentes de otras corrientes asumieron los mismos riesgos convencidos de que solo por la vía de la política era posible una salida a tanto desorden institucional.

En Pergamino, como en el resto del país, el mayor costo lo pagaron muchos jóvenes que no quisieron quedarse en sus casas a esperar que la tormenta pasara. Al contrario, salieron a capear el temporal desde sus convicciones y algunos pagaron con sus propias vidas. Pergamino cuenta con casi una treintena de desaparecidos y una extensa lista de presos políticos. No había contemplación para los que eran considerados subversivos. A la par, dirigentes políticos eran detenidos, los sacerdotes y referentes sociales eran perseguidos y las instituciones eran cooptadas por delegados del régimen dictatorial, mientras que una sociedad  adormecida se consolaba viendo un aparato de publicidad engañoso y tomando las pequeñas cuestiones que llegaban como “beneficios” por parte del gobierno de facto, como algunas obras públicas y una relativa estabilidad que al poco tiempo se desplomó.

En 1976 era necesario establecer un nuevo orden y recuperar el país económica e institucionalmente. Pero los que tomaron el mando se equivocaron de camino y durante los oscuros siete años que duró el proceso,  hicieron todo lo posible para que la historia argentina los terminara detestando y condenando.

Hoy, con el país virtualmente quebrado en materia económica y con una profunda grieta que divide aguas en materia política, no hay riesgos de repetir aquella historia. Ese debe ser el consuelo de la sociedad actual por tantas vidas truncadas y tantas lágrimas derramadas. No se puede volver atrás en la historia, pero hay que aprender de ella para no repetir los errores.


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26 de Abril de 2024 - 05:00
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