Editorial

Lo que Netflix nos vino a recordar


La serie de Netflix “Nisman: el fiscal, la presidenta y el espía” y el quinto aniversario del hecho reflotaron el interés sobre el caso. Pocas muertes han sacudido al país y tensado tanto la grieta en estos años como la del fiscal Natalio Alberto Nisman. Suicidio para algunos, asesinato para otros, homicidio para la Justicia Federal, hasta aquí. Posiciones irreconciliables.  Y aunque para la Justicia se trató de un homicidio, de acuerdo al último fallo del 1º de junio de 2018 de la Cámara Federal, no se sabe aún quiénes habrían ordenado ese crimen,  ni el móvil, ni quiénes lo ejecutaron. No hay que extrañarse tanto. En la Argentina la impunidad no es noticia. Que lo digan, si no, los familiares de las víctimas del atentado a la Amia, por mencionar un caso que está relacionado íntimamente a la muerte de Nisman.

Netflix lanzó una serie documental que busca hallar la respuesta sobre la muerte de Alberto Nisman, el fiscal que investigaba el atentado terrorista a la mutual judía  y que apareció con un tiro en la cabeza el 18 de enero de 2015, después de haber pedido el procesamiento de la entonces presidenta Cristina Kirchner.

La miniserie pone el foco sobre archivos, grabaciones y testimonios inéditos que intentan responder la pregunta: ¿Fue un suicidio o un homicidio? Muchas reflexiones se han escuchado en nuestro país sobre este documental: “Es equilibrado, tiene diversas visiones, hablan todos, una de cal y una de arena”. Pero semejante contenido es difícil de aceptar para aquellos que piensan que no existen las dos campanas cuando se trata de cosas indubitables. Nos acostumbramos a escuchar contundentes afirmaciones o refutaciones: “Nisman no tenía pruebas, se vio acorralado y se mató” o “no querían que se sepa la verdad, por eso mataron a Nisman”, según  el lado de la grieta que se pisa.

Este caso deja en evidencia -una vez más- la herida que atraviesa a la sociedad argentina, que no es de esta última década sino que nos atraviesa hace siglos y convive con nosotros.

Este trabajo documental no solo pone el foco en tratar de dilucidar lo que sucedió con Alberto Nisman y el caso Amia sino que justamente hace también una observación de cómo los argentinos tendemos a asumir una posición frente a un tema porque nuestra experiencia de vida, principios, valores o determinado contexto y circunstancia nos llevan a pararnos desde un lugar. Asumimos una posición sin permitir generar espacios comunes desde la diferencia. Y lo más grave es que la mayoría de las veces tomamos posición sin siquiera poder fundamentarla. Y vaya como ejemplo precisamente el caso Nisman: ninguno de los civiles que tajantemente opina que fue suicidio u homicidio tuvo acceso a leer el expediente ni conoce los elementos de prueba. Sin embargo, el respaldo a tal o cual teoría es irreprochable e irrenunciable para quien la defiende.

El caso Nisman es un ejemplo más de cómo los argentinos terminamos sumergidos en una grieta de la que nos cuesta salir.

.Por eso, el documental es una invitación a comprender desde dónde nos paramos los argentinos para analizar los hechos. Muchas veces perdemos de vista el inicio y el árbol nos tapa el bosque. Nisman, además de un caso en sí mismo, es una consecuencia. Es necesario no desviarnos de criterios coincidentes como lo es la procura del esclarecimiento de quiénes fueron los autores materiales e intelectuales del atentado a la Amia.

Lo cierto es que cada persona piensa respecto de la muerte de Nisman con su corazoncito ideológico. Una simplificación podría decir que la mayoría del kirchnerismo cree que Nisman se suicidó. Y que quienes votaron a Juntos por el Cambio, y otros opositores, jurarían que Nisman fue asesinado. En el medio están el rol de los servicios de Inteligencia, en particular de “Jaime” Stiuso, y las dudosas actuaciones de varios fiscales, investigadores, policías, y agentes. Esto ya nos da un anticipo de lo que sucederá el día en que, cuando se acaben querellas y apelaciones en curso, la Justicia dé su veredicto final: la mitad de Argentina aplaudirá el fallo y la otra lo repudiará, según su pensamiento ideológico primitivo. Esto deja a la Justicia y su imparcialidad en un segundo plano, detrás de dos trincheras que no se permiten la observación objetiva. Ni siquiera eso vale en este caso, porque para hacer una observación objetiva hay que tener elementos de análisis. ¿Y cuántos argentinos tuvieron acceso al expediente como para opinar emitiendo sentencia?

Cinco años después, hay un procesado con prisión preventiva como partícipe necesario -Diego Lagomarsino-, del crimen que no sabemos quién ordenó ni quién ejecutó, y custodios procesados que irán a juicio oral por no cumplir su deber de guarda del fiscal, y por encubrimiento.

Mientras tanto, 25 años después la causa Amia sigue sin avances y en un punto muerto. Los familiares de las víctimas y la sociedad toda esperan justicia y esclarecer el atentado más grande que un país de Sudamérica supo tener.

Amia y Nisman, dos botones de muestra de que cuando el Poder Judicial no funciona bien, nada funciona bien.


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