Editorial

Los desvaríos del vértigo electoral


Es un buen momento para recordar la historia del sastre de Ulm, que en 1592, ansioso de volar como un pájaro, se construyó un par de alas rudimentarias. En defensa del orden natural de las cosas, el obispo diocesano dictaminó que nadie podía volar y desafió al sastre a que pruebe lo contrario. El sastre saltó desde el campanario y se estrelló en el suelo. El obispo ganó la controversia. El sastre incauto pasó la historia como un caso trágico de de-sajuste entre el espacio de la experiencia y el horizonte de expectativas. Pero hoy los hombres y las mujeres vuelan.

Con las encuestas al rojo vivo, Mauricio Macri se asoma a un vértigo parecido. En su último discurso pasó del enojo al énfasis persuasivo. Ahora sincera sin tapujos el estado de las cosas –ese sería el espacio de nuestra experiencia-  y señala un horizonte de expectativas que la dureza del ajuste en el presente apenas deja entrever.

Macri ya saltó hacia el desafío de la reelección. Necesita y espera que la sociedad entienda el gesto y lo reciba. No tanto por las legítimas expectativas sino por las décadas frustrantes de experiencia social. Su aspiración hoy radica en ello: que le crean que esta vez el ciclo se va a cortar de esta crisis saldremos hacia un tiempo persistente de estabilidad.

Hasta que en el calendario electoral no suene la campanada del cierre de listas, parece estar dando el salto en soledad. Su coalición lo contempla y aguarda para tomar una decisión orgánica. Una de las cuestiones que esperaban los “boinas” eran los anuncios de ayer. Pero más que eso lo que quieren los radicales díscolos es la cabeza del ministro de Hacienda, Nicolás Dujov-ne; reclaman reemplazarlo por otro que despierte mayor credibilidad.

En un ataque directo a la inflación, los anuncios de Mauricio Macri fueron estabilizar los precios de unos 60 productos básicos y detener los aumentos en las tarifas de los servicios públicos. Además: una red de descuentos de entre el 10 y el 25 por ciento para las 18 millones de personas que reciben beneficios de Anses en supermercados, negocios de ropa, iluminación, viajes y turismo, electrodomésticos, línea blanca y materiales para la construcción. Los beneficiarios podrán acceder a los descuentos con sus tarjetas de débito asociadas a Anses.

Las tarifas de electricidad, gas y transporte no volverán a aumentar en lo que resta de año. En el caso de la luz los dos aumentos anunciados para el resto de 2019 serán absorbidos por el Estado nacional. También habrá durante el invierno un descuento del 22 por ciento en el precio del gas, que los usuarios pagarán en las facturas de los meses de verano, los de menor consumo. El costo de postergar estos pagos será absorbido también por el Estado nacional. Tampoco habrá aumentos en los peajes. Sobre el precio de la telefonía celular de las líneas prepagas el congelamiento será por cinco meses, es decir, hasta el 15 de septiembre.

Los beneficiarios de la Asignación Universal por Hijo (AUH), Hacemos Futuro, Proyectos Productivos Complementarios y el programa Más Vida de la Provincia de Buenos Aires y su grupo familiar podrán acceder a descuentos de entre el 20 y el 70 por ciento en medicamentos en una red de 5.000 farmacias distribuidas en todo el país.

Además hubo anuncio de una nueva edición del ProCreAr. Esto tiene un efecto más allá de las familias que salen del alquiler para pasar a ser propietarias y es el movimiento comercial y laboral que genera la construcción.

La mera mención de un congelamiento de precios trae a la memoria lo peor de la economía alfonsinista, mientras algunos formadores de precios se entusiasman con una remarcación preventiva. Así somos. Es que todo este tipo de intervenciones son estériles y contrarias al desarrollo económico y bienestar social a largo plazo, porque afectan la consecuencia de la necesidad; necesidad  que a su vez no cambia por dicha acción. Nunca ninguna de estas medidas dio  buenos resultados. Por el contrario, en todos los casos produjo desabastecimiento, colas para adquirir productos, desocupación, empobrecimiento social, parálisis económicas y recesión, todo tras un recalentamiento ficticio de la economía.

Pero es año electoral y en Argentina la lógica desaparece por arte de magia, y la coherencia también.  Este tipo de medidas no solo era impensado en Macri sino que fueron específicamente por él, que las califica como atajos. Pero tuvo que echar mano de ellas y así lo justificó: “Las medidas que hemos tomado para generar un alivio, para tratar de darles herramientas nuevas para el corto plazo, mientras lo de fondo funciona”, planteó el presidente  y remarcó: “Necesitamos un alivio todos”. 

No es que la sociedad no necesite estas ayudas, todo lo contrario. La gran duda es cómo se la eliminará, cómo ir “destetando” a la gente de ellas en un tiempo prudencial para que no sean más perjudiciales de lo que de por sí son.

No cabe la menor duda que el valor económico y su efecto el precio no provienen del costo del producto, sino de la necesidad humana y escasez o abundancia del bien. Costo es otra cosa, es el esfuerzo que se debe realizar para satisfacer la necesidad; es posterior a la necesidad, al valor económico y al precio. El precio aceptado por un conjunto social es el precio que permite las transacciones.  Si se reduce el precio, aumentan las ventas, por cuanto aumenta la cantidad de sujetos que lo consideran favorable. En consecuencia, los formadores de precios son los consumidores,  por  lo que toda medida que afecte la consecuencia (el precio) no modifica la causa (apreciación de utilidad) pero traba y perjudica  la actividad económica.

Hay que tener en cuenta que del mismo modo que con o sin Macri desde diciembre los problemas los tenemos, estas medidas son paliativas: la enfermedad sigue estando. En este sentido, Macri promete que no es más que eso, un paliativo, y que las prescripciones de fondo para sanear la economía siguen. Por eso decimos que lo difícil será de-sactivar este paquete, porque ya hemos visto que la tentación a establecer medidas simpáticas pero improcedentes siempre ha ganado en los políticos de cualquier signo. Nadie se banca ser el “ortiva” mucho tiempo.

Mientras tanto Cristina Fernández crece en las encuestas sobre la base de su programa político: el silencio.  Porque cada movimiento que hace, cada vez que se expresa por sus redes a la sociedad recuerda lo peor de su experiencia institucional y agita la expectativa de una mayor impunidad. Cristina es el sastre en el piso.

El espacio vacío entre Macri y Cristina también tiene convulsiones. Al tomar distancia, al mismo tiempo, de Sergio Massa y de las primarias del peronismo federal, Roberto Lavagna parece haber delegado en Juan Schiaretti -menos por voluntad que por indolencia- la organización práctica de la tercera vía. Lavagna es el sastre que vacila en el campanario. Se define a sí mismo como un protocandidato. El peronismo no será Roma, que no pagaba traidores, pero tampoco espera a papables.


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