Editorial

Los hospitales públicos, mucho gasto que no se ve


En muchos ítems, la Argentina gasta en promedio más que la mayoría de los países de la región, ejemplos claros, en educación y en salud. Sin embargo, ese gasto más abultado no se traduce en mayor eficiencia, sino por el contrario, viejas estructuras y problemas de reordenamiento, hacen que lo desembolsado sea prácticamente improductivo. Por la corrupción que pudiera existir en licitaciones de compra o construcciones nuevas, no se ve la inversión del Estado.

Ya entrando en materia hospitalaria, la Argentina está al borde del colapso, hemos visto y oído a la gente que tiene que llevar sábanas, frazadas, paños, de todo, para ser atendida en los hospitales públicos de todas las provincias y del distrito porteño. Ante una operación se encuentran con colchones pelados donde acostar a los pacientes, por eso hay que internarse con grandes bolsos, llevando lo que se pueda de la casa.

Precisamente, el gasto público en salud, en términos de PBI per cápita, es el más alto de la región, y uno de los más elevados de su historia.

Sin embargo, tanto quienes trabajan en estos hospitales, como sus usuarios no ven cambio alguno y por el contrario ven que las cosas empeoran.

No olvidemos que el hospital público en la Argentina, está concebido para quienes no tienen obra social, trabajadores en negro, changarines y desempleados. Un universo de ciudadanos que necesita ser atendido sin los ingentes gastos que se observan en la medicina privada. Y si lo ponemos en cifras: son casi 14 millones de argentinos los usuarios, lo que indica que no solo tenemos problemas con los hospitales, sino con los controles en el área laboral (empleados informales). Porque la cifra de quienes utilizan servicios de salud gratuitos es más que el número de los desocupados. Aquí salta a la vista la subocupación importante que tenemos.

La Argentina se divide desde el punto de vista sanitario en 24 sistemas de salud que operan en el país (uno por cada provincia y el de la Ciudad de Buenos Aires), y las falencias se ven en todos y más aún en lugares densamente poblados como el Conurbano. 

Según el censo de 2010 en el país, un 46 por ciento de la población tiene obra social; un 16, algún tipo de prepaga; un 2, cobertura por un programa o plan estatal de salud, y un 36 por ciento no cuenta con nada de eso.

Hay hospitales con aparatología de última generación en el Gran Buenos Aires, al lado de una maceta repleta de colillas de cigarrillos, en lugares sucios y descuidados. De modo que no se trata de un problema tecnológico, sino de cómo se distribuye el dinero y cómo se construye el armado de trabajo en los hospitales del Estado.

En el norte argentino, por ejemplo, más de la mitad de la población no tiene cobertura de salud, es la zona donde más se sienten los problemas sanitarios, a diferencia de la Ciudad de Buenos Aires, Tierra del Fuego, Santa Cruz y Chubut  donde 7 de cada 10 habitantes tiene una cobertura de salud. Todas las demás provincias oscilan entre 40 y 30 por ciento de la población sin cobertura. Además les faltan médicos porque los salarios hospitalarios allí son menores a la mitad que en el centro y sur del país, de modo que es difícil conseguir profesionales que se queden en esos hospitales. Tampoco hay ambulancias ni, a veces, formas de comunicación en algunos parajes.

Pero tampoco vemos que en el distrito porteño o en la provincia de Buenos Aires el servicio de salud estatal en general haya mejorado, sino todo lo contrario.

En Pergamino, por ejemplo, que no es un hospital que funcione básicamente mal, hay deficiencias. Pero además se supone que las salas de salud municipales cubren el espectro de la atención primaria y solo llegan al hospital las situaciones de riesgo. Sin embargo, la falta de un horario médico más completo, hace que la mayoría de los vecinos se vuelquen al nosocomio, recargando la labor.

Precisamente, esto sucede en todo en país, aun teniendo salas médicas en los barrios. Al hospital solo deben llegar las patologías que no puedan ser resueltas en un nivel primario. Y en lugares más poblados que Pergamino se producen temibles embudos para las cirugías, que se van reprogramando mes a mes.

En el centro del país, más rico y con menos demanda que en el norte, tenemos un problema nuevo, si se quiere, es la violencia en los hospitales públicos, a los que llegan drogadictos, beodos, en muchos casos con un nivel de agresividad que genera difíciles condiciones de trabajo para el personal y profesionales.

Por eso, el Gobierno bonaerense, además de aumentar el salario, se comprometió a bajar la edad jubilatoria de los médicos a 50 años, para prevenir el desgaste laboral.

Ahora bien, si el problema, como reconocen los expertos no es el presupuesto, debemos convenir que hay un conflicto en la forma de administrar los recursos, sobre la base de un modelo que no ha cambiado su estructura en cincuenta años.

Preocupante.


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