Editorial

Los UVA necesitan un baño de realidad


El Gobierno nacional implementó un subsidio para asistir a tomadores de créditos hipotecarios indexados por inflación, a la luz de la crisis económica. Así, el 80 por ciento de los endeudados en UVA tendrá el auxilio del Estado, aunque será solo por un acotado lapso, estipulado para compensar el desfasaje ya existente entre incremento de inflación e incremento de salarios. En otras palabras, un parche más que una solución.

Uno de los indeseados efectos de los créditos UVA fue que en 2018 el aumento del costo de vida superó por varios puntos a los salarios, de modo que las cuotas fueron absorbiendo mes a mes una mayor proporción de los ingresos.

Si bien hasta aquí el sistema no registra una mora importante, algunos tomadores de estos créditos se presentaron el mes pasado ante la Justicia solicitando medidas de amparo ante los constantes aumentos de las cuotas. Pero las primeras resoluciones judiciales no les fueron favorables.

Los créditos hipotecarios nominados en Unidades de Valor Adquisitivo (UVA) fueron instrumentados en 2016, siguiendo modelos que existen en numerosos países desde hace mucho tiempo. Un ejemplo cercano es el de Chile, donde esas unidades se usan hasta para pactar contratos de alquiler o salarios. Países que ostentan economías estables y con índices de inflación anual de un solo dígito, huelga decir. De allí su éxito y su aceptación generalizada.

En nuestro país su implementación se hizo a la par de la promesa del gobierno de Macri de bajar la inflación que había dejado el kirchnerismo. Ello auguraba una actualización paulatina y benévola de la cuota. Pero la inflación no cedió y se devaluó el dólar, las dos variables más gravitantes de la indexación.

El punto clave es entonces que la UVA sigue el ritmo de la inflación con un pequeño desfasaje temporal. En consecuencia, un crédito en UVA  no tiene cuota fija. Pero, exactamente por eso, cuando se hacía la comparación con los créditos a tasa fija vigentes en los dos primeros años de la gestión Macri, se observaba que era una opción para “democratizar” el crédito: por el mismo monto, un tomador de crédito en UVA pagaba la mitad de la cuota que le implicaría un préstamo convencional; o sea que podía acceder con la mitad de los ingresos que exigía el otro sistema.

Eran los tiempos, recordemos, de las metas de inflación a la baja fijadas por el Banco Central con la hipótesis de llegar a una inflación anual de un dígito en cuatro años.

Como decíamos -y como todos sabemos- sucedió lo contrario. En 2018, en medio de una devaluación significativa, la inflación se desbocó. La ingeniería de estos créditos en UVA preveía un mecanismo para un eventual retraso de los salarios frente a la inflación, pero todo parece indicar que, por desconocimiento, la mayoría de los tomadores no lo activó en el momento indicado.

Entonces, con cierta dosis de sentido común, el Gobierno apunta ahora a contener las demandas de casi todos estos deudores con una línea de asistencia que combina lo general con lo particular: todos los que puedan demostrar que no son propietarios de otras viviendas y que adquirieron una casa dentro de cierto rango de valor recibirán un subsidio acorde con el desfasaje individual experimentado, según el momento en que se hizo efectivo el crédito.

Con todo, vista en perspectiva, la medida es un parche provisorio. La única solución posible al problema es que las autoridades logren controlar la inflación.

Mientras siguen buscando la manera de “domar al monstruo”, Mauricio Macri anunció esta medida que pretende favorecer a los tomadores cuyas cuotas subieron al ritmo de la inflación, pero no acorde a los incrementos salarios. La recomposición es únicamente por 15 meses y comprende el período que va de octubre de 2018 a diciembre de 2019. “Contempla a quienes hayan percibido aumentos en sus cuotas UVA por encima de un 10 por ciento de lo que hubiera resultado si el modo de actualización hubiese sido por el índice de salarios, el Coeficiente de Variación Salarial (CVS)”, cita el documento difundido.  Y quizás en esta última frase esté una alternativa más contundente, posible y efectiva: que los créditos UVA actualicen por el Coeficiente de Variación Salarial. Al fin, la mayoría de los tomadores son asalariados.

Cambiar el índice de referencia y poner como vigía a los sueldos compensaría realmente la problemática de los deudores.

Una medida de este tipo además reportaría otro beneficio. Porque no se trata solamente de ayudar a los tomadores de créditos que, al fin, no son una porción crítica de la población. Se trata sobre todas las cosas de salvar el sistema de créditos a largo plazo, que son una herramienta fundamental para el desarrollo personal y social. En un país como el nuestro tampoco es viable la tasa fija, mediante la cual al cabo de 20 años se terminan pagando cuotas irrisorias, porque si bien nos hace sentir triunfantes frente al sistema, lo que hacemos es robarnos a nosotros mismos, de manera indirecta. Pero las tasas variables deben estar atadas a la realidad, y el mejor reflejo de ésta es el salario.


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