Editorial

Luces y sombras de las compras por Internet


Nadie puede negar a estas alturas que las redes sociales se han convertido en un medio de comunicación establecido y utilizado por millones de personas en Argentina. Al principio parecía que sólo los jóvenes se sumarían a esta nueva plataforma, pero se fue extendiendo tanto que ahora la usan personas de todas las edades. Incluso gente mayor que está sola ha encontrado una compañía permanente en Facebook y un medio para estar en contacto fluido y casi sin costo con familiares viviendo a largas distancias. Incluso se han producido reencuentros tras muchos años gracias a Internet en general y a las redes en particular.

De allí que los diarios en papel, que seguimos con la habitual tarea de presentar una información concienzuda y jerarquizada, hemos agregado versiones digitales –en el caso de LA OPINION como un servicio, no online-, muy consultadas por la gente también. Con lo cual a los lectores tradicionales se les suman nuevos adherentes a través de Internet. Lamentablemente, el mal uso y abuso, en el caso de la transmisión de noticias conlleva sus peligros. Por ejemplo, por la premura de la primicia –y descansando en que siempre en estos casos es posible borrar y reescribir- se suelen lanzar al aire versiones sin sustento, hechos sin verificar, sin el más mínimo cuidado en las expresiones. Estas “noticias” corren como reguero de pólvora, tanto que para cuando vienen las rectificaciones, es tarde: gran parte de la población se quedó con la versión original. También sucede que la circulación no cesa y pocos usuarios de redes sociales tienen el recaudo de verificar la vigencia de una información y simplemente la “comparten” en su muro como un ritual obligado. Sin ir más lejos, el día 4 de febrero una familia juninense publicó la desesperada búsqueda de su hija Valentina Ciancio. La joven fue encontrada sana y salva al día siguiente; sin embargo hasta el día de hoy puede verse en muchos “muros” la foto de Valentina con el pedido de ayuda. 

También Internet es desde hace unos años un espacio de compra y venta de bienes y servicios: desde un par de zapatillas hasta un automóvil, pasando por un boleto aéreo y el alojamiento para las vacaciones.

La Red de Redes contiene un vacío legal importante ya que poco hay reglado sobre su uso, más allá de lo obvio como la pornografía o el timo. Un ámbito donde aún el Estado no ha llegado con su brazo es precisamente el que refiere a la compraventa online. No obstante, diferentes consultoras sí han podido mensurar el alcance y hablan de un fenómeno en permanente expansión. 

Hay publicidad de todo tipo de empresas en las redes sociales, y las que cada persona ve en su pantalla está en un todo de acuerdo con sus intereses. Porque esta maravilla llamada Internet mucho se parece al ojo del Gran Hermano de George Orwell, sólo que en este caso espía el tipo de páginas y consultas que se hacen y, sobre la base de esta información, direcciona la publicidad que puede resultar de interés a tal o cual usuario.

Paralelo a esto, la gente ha perdido el prurito de comprar con tarjeta de crédito de manera remota, ingresando todos los datos del plástico. Ha comprobado que en los sitios serios (cuestión fácilmente verificable) la operación está protegida y no presenta inconvenientes ni secuelas indeseables. 

Las estadísticas cuentan que 14 millones de personas hicieron, por lo menos, una compra online en 2014, son dos millones más que el año anterior. En total, el comercio electrónico movió 40.100 millones de pesos el año pasado.

Las conclusiones no son propias sino que surgen del estudio anual de la Cámara Argentina de Comercio Electrónico, realizado este año. Las ofertas y la comodidad de adquirir productos y servicios en cualquier momento sin moverse de casa, han influido seguramente en este vuelco de la gente a comprar por Internet. Según los resultados del estudio, el 75 por ciento de los argentinos, unos 32,2 millones de personas, se conectan habitualmente a Internet y ante semejante número de clientes, los auspiciantes de artículos tienen mucho para ofrecer en distintas franjas por edad e intereses.

Pero no sólo se trata de comodidad y aquí viene la falta de legislación que origina un virtual “dumping” o competencia desleal: los negocios online pueden ofrecer artículos más baratos que los comercios porque muchos no tienen sede, no pagan los mismos costos fijos que los comerciantes, de modo que el valor de lo que se compra es otro gancho más para el público. Algunos ni siquiera están inscriptos en Afip.

El mismo estudio señala que el 52 por ciento de los consumidores online elige pagar con tarjeta de crédito por Internet y el 19 prefiere hacerlo en efectivo, cuando retira el producto o lo recibe en su casa por correo.

Pero además el avance de la telefonía celular ha contribuido a este proceso, porque antes de ir a comprar un producto, desde el mismo teléfono comparan precios a través de Internet móvil y logran un panorama completo de ofertas en el mercado tradicional. Porque hay empresas que no venden online, pero sin embargo hacen ofertas por Internet porque saben que la gente consulta mucho en las redes sociales antes de comprar. Las casas de electrodomésticos, por ejemplo, usan las redes para promocionar productos y precios que no necesariamente venden en Internet sino en sus locales, pero han encontrado otra forma de acercarse al cliente. Lo mismo sucede con la venta de celulares y aparatos electrónicos en general. Otras cadenas agregaron además de sus locales la promoción y venta en Internet y, según afirman, han logrado el crecimiento de las órdenes de compra  agregando este sistema mixto.

Las áreas de consumo que más terreno ganaron en las ventas en Internet en 2014 fueron la indumentaria, que creció un 104 por ciento; los electrodomésticos, con un 91, y los artículos deportivos, que alcanzaron un 89 por ciento de aumento en facturación. No obstante el turismo, aunque sigue siendo el sector que más factura online, con 9.900 millones de pesos en el año. Esto es porque por la excesiva oferta, el usuario se siente un operador de turismo y ejerce una búsqueda constante de pasajes o paquetes de oportunidad o “de último momento”, una situación que no podría hacer de otro modo ya que es inviable estar al habla con muchas agencias de viaje a la vez. No obstante, a veces es una percepción de estar haciendo un buen negocio ya que después aparecen impuestos no especificados y otros gastos de servicios. Porque en realidad, nadie hace magia y, en general, los mayoristas son los mismos por lo que no habría razón para que uno tuviera un precio sustancialmente más bajo que el otro. En decir, los precios rimbombantes y muy coloridos suelen actuar como “gancho”.  

Lo cierto es que este mercado crece día a día y se perfecciona al mismo ritmo. Antes los plazos de entrega eran extensos y demandaban complejos trámites; ahora el tiempo máximo suele ser una semana y la llegada del artículo es segura. Esto ha logrado mayor confianza en los consumidores, que han aceptado este nuevo sistema de compras abiertamente, cuando hasta hace unos años había cierta reticencia a poner el número de tarjeta de crédito en Internet. A esto han contribuido los bancos que tienen pagos online de los servicios y transferencias que se hacen por el mismo sistema, de modo que así ha sido más fácil para todos acostumbrarse. 

La adaptación a los nuevos tiempos y a las nuevas plataformas ya se ha producido. Falta ahora que el Estado se haga más presente, para protección de los consumidores y para proteger al comercio tradicional de las deslealtades.


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