Editorial

Lucha contra el coronavirus: la ciencia hizo lo suyo ¿y la política?


La pandemia global de Covid-19 dejará muchas enseñanzas, pero hay al menos dos sobre las que conviene reflexionar. La primera nos recuerda que la salud de las personas, los animales, las plantas y el ambiente están estrechamente relacionadas en todo el planeta. La segunda nos advierte que una mayor cooperación entre políticos, a nivel internacional y también doméstico, es fundamental para vencer al patógeno.

Mientras la lucha contra el nuevo coronavirus avanza por un camino sinuoso con marchas y contramarchas y aumentan las posibilidades de reducir la acción del virus, algunas voces recuerdan que ningún país estará a salvo de la amenaza si los líderes políticos solo continúan adoptando medidas de protección fronteras adentro sin ponerse de acuerdo para hacer frente al virus a escala mundial. En otras palabras, la política del “sálvese quien pueda” que guía las acciones de las naciones más desarrolladas que acapararon la mayor cantidad de dosis de las vacunas disponibles, lo único que logran es vaciar la góndola para los más rezagados, es decir, los países más pobres.

A nivel de nuestro país ya ni vale analizar lo ocurrido con las pocas dosis disponibles  de las cuales muchas fueron inyectadas en personas que no estaban ni entre los esenciales, ni estratégicos ni de riesgo,  pero sí es válido recordarlo porque, en el fondo de la cuestión, la miseria humana es la misma.

En un artículo que publicó días pasados el Financial Times, el historiador israelí Yuval Noah Harari observa que en la actualidad la humanidad está lejos de estar indefensa ante el poder de la Naturaleza. “Las epidemias ya no son fuerzas incontrolables. La ciencia las ha convertido en un desafío manejable”, reflexiona Harari y a la vez se pregunta ¿por qué, si eso es así, ha habido tanta muerte y tanto sufrimiento? La respuesta del historiador es contundente: por malas decisiones políticas.

Antes de seguir, conviene aclarar que no se trata aquí de cargar las tintas sobre la actividad política en sí. Al contrario, la política importa y mucho. Y como es tan importante porque afecta la vida de millones de personas, entonces lo mejor que puede pasar es que la ciudadanía demande dirigentes que estén a la altura de los desafíos que presenta este nuevo siglo. La búsqueda de respuestas a preguntas que plantean, por ejemplo, cuál es el mejor modo de actuar en la arena política viene de lejos, pero en la actualidad adquiere una importancia vital dada la urgencia de medidas eficaces para controlar la pandemia.

Si lo que dice Harari es cierto, en cuanto a que hubo malas decisiones políticas a nivel global en la lucha contra el virus, entonces vale la pena reflexionar sobre qué se debe esperar y exigir a quienes ocupan los lugares donde se toman decisiones que afectan al conjunto de la comunidad.

Harari traza un paralelismo entre la actuación de los científicos y el desempeño de las principales figuras de la política mundial y dice que el éxito de los primeros en la lucha contra la pandemia (se desarrollaron vacunas efectivas en tiempo récord) contrasta con el fracaso de los segundos. Observa que una de las razones de la brecha entre el éxito científico y el fracaso político es que los científicos cooperaron a nivel mundial, mientras que los políticos evitaron la ayuda mutua y fue así que nadie, con suficiente peso en el tablero internacional, propuso crear una alianza internacional contra el virus y acordar un plan global. Dicho de otra manera, cada uno hizo la suya.

El jurista, politólogo y político italiano Gianfranco Miglio, dijo alguna vez que solo los pobres de espíritu creen que la política es un sitio de colaboración. Dedicó buena parte de su vida a estudiar las estructuras de poder en la política de su país. Sostenía que la cooperación no es algo deseable en política y que los distintos intereses de las diferentes regiones de Italia no se resolverán con acuerdos, sino a través del poder de los grupos más poderosos. Según su particular visión, no había razones que justifiquen la necesidad de compartir la riqueza del norte de la península con el sur más pobre. Pero la irrupción de la pandemia demostró que el virus no respeta fronteras y que lo mejor es que todos estén a salvo de la amenaza. Y que la política, por lo tanto, debe ser pensada también en términos de cooperación.

Para finalizar, otra reflexión de Harari: “La gente más rica en los países más desarrollados debe tener un interés personal en proteger a la gente más pobre en los países menos desarrollados. Si un nuevo virus pasa de un murciélago a un humano en una zona pobre de una selva remota, en pocos días ese virus se puede dar una vuelta por Wall Street”.


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