Editorial

Luchar contra el hambre debe ser una prioridad y sin grietas


El Gobierno nacional relanzó el plan Argentina Contra el Hambre, una iniciativa que encabeza el ministro de Desarrollo Social, Daniel Arroyo, quien a través de una videoconferencia que brindó para legisladores de la comisión de Acción Social y Salud de la Cámara de Diputados de la Nación remarcó que los esfuerzos están centrados en garantizar la asistencia alimentaria que llega a más de 11 millones de personas en todo el país.

Cabe recordar que el Plan Argentina Contra el Hambre tiene como objetivo garantizar el derecho a la alimentación de todas las familias, especialmente de aquellas de los sectores más vulnerables de la población. Para ello se busca que todas tengan acceso a la canasta básica de alimentos.

Según informó el ministro Arroyo en la videoconferencia con legisladores nacionales, en el actual contexto de pandemia, más de 11 millones de personas concurren a comedores y merenderos en todo el país. Otro de los datos que también brindó el titular de Desarrollo Social de la Nación tiene que ver con la distribución de la Tarjeta Alimentar. Dijo que esa cobertura llega a 1.300.000 personas y se espera que en las próximas semanas otras 200.000 cuenten con esa tarjeta que permite comprar todo tipo de alimentos, excepto bebidas alcohólicas. Ese beneficio está dirigido a madres o padres con hijos de hasta seis años de edad que reciben la Asignación Universal por Hijo (AUH), a embarazadas a partir de los tres meses que cobran la Asignación por Embarazo y personas con discapacidad que reciben la AUH.

Arroyo también explicó que el número de personas que asisten a comedores y merenderos se reduce cuando mejor desempeño tienen actividades como la construcción y el sector textil o cuando se habilita la transferencia de dinero en la Tarjeta Alimentaria.

El hambre es un problema grave, y la experiencia muestra que la lucha contra ese flagelo demanda recursos, tiempo y muchos esfuerzos. Según explicó el ministro Arroyo, los indicadores de pobreza e informalidad laboral aumentaron en el país a raíz del difícil escenario generado por la pandemia de coronavirus, situación a la que se hace frente desde el Estado para amortiguar el impacto de la emergencia, en una maniobra que sirve para contener el momento pero que tendrá sus consecuencias en el corto plazo, pues se trata de dinero que se emite sin respaldo de reservas, lo que se traduce lisa y llanamente en una depreciación de la moneda que generará más inflación.

Otro dato a tener en cuenta es que, según el ministro, actualmente el 90 por ciento de las políticas de Desarrollo Social son de asistencia, mientras que solo el 10 por ciento de trabajo. Por eso espera el Gobierno que a fin de año esa relación sea de 50 y 50 y que el año próximo todos los esfuerzos estén orientados a mejorar el empleo y generar nuevas propuestas productivas a través de la finalización de estudios, formación laboral y capacitación en oficios de las generaciones más jóvenes, que es lo que propone el programa nacional Potenciar Trabajo. Es que, al fin y al cabo, el empleo digno es la mejor herramienta para recomponer el tejido social dañado por la pobreza, la desocupación y la informalidad laboral, situación que se vio agravada por la irrupción de la pandemia de Covid-19 pero que viene de largo arrastre, no solo de los cuatro años de la administración de Mauricio Macri que, vale remarcarlo, resultaron pésimos en materia económica. El meta mensaje de varios dirigentes que forman parte del actual Gobierno es recaer con la culpa en el macrismo, sin recalar en que antes de Macri hubo doce años de presidencia del kirchnerismo, con buenos momentos económicos y otros muy malos, con el agravante de que se ocultaron y tergiversaron los indicadores que marcan el pulso de la economía. Como ejemplo basta recordar cómo se manipulaban los datos del Indec, desde donde se oficializaba una inflación irrisoria pues cada argentino podía darse cuenta de la realidad cada vez que iba a realizar una compra. Esa y otras cuestiones tan o más graves le hicieron perder el Gobierno a manos de Macri. Es decir que ese intervalo entre los gobiernos kirchneristas no es exclusivamente el origen del mal que hoy padece la Argentina.

De todos modos, más allá de los relatos políticos, terminar con el hambre y la pobreza que sufren millones de argentinos es el gran desafío de la Argentina. Es lamentable que en un país productor de alimentos y que en pleno siglo XXI estos problemas todavía sean parte de la vida cotidiana de familias que viven en todos los rincones de la extensa y rica geografía nacional.

La ciudadanía debe comprender que para que el país se desarrolle con equidad es necesario garantizar que todos los argentinos tengan las mismas oportunidades de crecer y mejorar su calidad de vida. También es lamentable que algunos sectores sigan alimentando la división de los argentinos, cuando el país atraviesa una emergencia sanitaria por la pandemia y cuando en millones de hogares hay dificultades para acceder a un plato diario de comida.

Por eso es importante unir esfuerzos para superar la emergencia alimentaria y para luchar sin pausas contra la pobreza y la exclusión. Quienes tienen responsabilidades de conducción en todos los espacios políticos deberían estar a tono con las circunstancias.


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