Editorial

Más allá de un día, sostener la reflexión sobre la diversidad de las infancias


Este año por decisión de la Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia el Día del Niño cambió su histórica denominación y hace unos días se celebró el Día de las Infancias en el espíritu de que la fecha sirviera para instalar la necesidad de respetar la diversidad y las realidades con las que cada persona vive esta etapa de la vida. Más allá de las referencias semánticas, la efeméride intentó colocar en la agenda pública las enormes dificultades que atraviesan quienes no responden a los estereotipos tradicionales, quienes no se reconocen en una determinada calificación de género y quienes tienen alguna condición o viven situaciones personal que los transforma en blanco de miradas prejuiciosas o radicalizadas, cuando no indiferentes.

Este comentario editorial, que seguramente hubiera sido apropiado para recrear la fecha, encontró su tiempo de publicación por fuera de la efeméride y no por casualidad. La decisión editorial no fue arbitraria ni caprichosa. Por el contrario, respondió a la intención de sostener la reflexión por fuera de la oportunidad que confieren determinadas fechas, para que no perder de vista la sustancia de un diálogo social que necesita ser profundizado para generar las transformaciones que requiere la construcción de infancias y sociedades más respetuosas de lo diverso en cualquiera de sus formas.

Recae sobre la comunidad de los adultos el respeto por derechos que se pregonan y no siempre se fomentan.

Asumir la diversidad de las Infancias es una tarea colectiva. Es quebrar cánones establecidos y asumir que las sociedades han cambiado. De por sí la palabra tolerancia e inclusión hablan de asimetría de poder. Cambiarlas por la idea de respeto e igualdad es una construcción que requiere de acciones que vayan más allá de las definiciones discursivas y logren hacerse carne en una sociedad en muchos planos conservadora.

En materia de diversidad, la desinformación y las dificultades para generar lazos respetuosos, además de los estereotipos siguen siendo obstáculos para construir esa sociedad que decimos querer. Y esa es una tarea que cabe no solo a los ciudadanos sino que compromete la responsabilidad de transformarse de las propias instituciones que sostienen la vida en comunidad y que necesitan ser concebidas de otro modo para aceptar lo diverso y para incluir en el verdadero sentido de la palabra, sin tolerar, sino asumiendo que no debe hacer asimetrías cuando se trata de derechos.

Ahora bien, pensar las infancias diversas no es solo hablar de cuestiones de género- un terreno en el que se intenta avanzar por prepotencia de trabajo de los colectivos que gracias a su sostenida tarea casi militante bregan porque las instituciones amplíen la mirada y el conjunto de la sociedad entienda la problemática que sufren aquellos que a causa de la segregación crecen excluidos- La escuela, la propia atención pediátrica, y las familias deben asumir las infancias trans para poder abordarlas y garantizarles a esos niños y niñas el cumplimiento irrestricto de sus derechos.

La falta de inclusión la sufren también otros, aquellos que tienen alguna condición del espectro autista, quienes sufren alguna discapacidad severa, quienes viven en contextos de extrema pobreza y a los que a pesar de los avances y de los esfuerzos siguen muchas veces invisibilizados ante la mirada de una sociedad que elige no verlos. Una sociedad de adultos, porque lo cierto es que este es un problema de grandes, obligados a cambiar el lente con el que se mira la realidad. Ellos, los niños, las niñas, quienes integran ese colectivo denominado semánticamente como “las infancias” tienen mucho que enseñarnos. Ellos aceptan con naturalidad lo que la comunidad de los adultos vive como un problema por resultar diferente.

En tiempos en que impera el debate y la controversia que conlleva el uso del lenguaje inclusivo como un intento de propiciar el respeto a la diversidad, la cuestión no es semántica. Es de fondo. Y exige de una profunda reflexión porque aunque no se puede generalizar, quedan en la sociedad resabios de viejas miradas, algo que se confirma a la luz de las múltiples y complejas realidades que atraviesan las infancias que todavía necesitan de “un día” para hacer visible la necesidad de dejar de lado discursos hegemónicos, para dar lugar a la pluralidad como condición para aceptar lo diverso y para celebrar esa etapa de la vida tan significativa y formadora de los pilares sobre los cuales las sociedades van a asentar los valores con los que construirán el futuro.


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