Editorial

Más que una crisis: es la Cuarta Revolución


La Cuarta Revolución Industrial (4RI) no sigue a las anteriores ya que es un cambio disruptivo, el paso a una nueva era. Punto de quiebre hacia un nuevo estado de organización de las fuerzas y relaciones de la producción a nivel global, que cambia el valor del trabajo en relación con el capital y la distribución del ingreso.

Alvin Toffler -quizás la inteligencia de anticipación más relevante del Siglo XX, fallecido en junio de 2016- en su última visita a Argentina resumía su visión de “La tercera ola” como la de la sociedad post-industrial, y ésta es lo que suele llamarse 4RI, y es de hecho una nueva era social: la del conocimiento.

En “La terceral ola” Toffler decía: “Analfabeto será quien no sepa dónde buscar la información, para resolver una problemática concreta en un momento dado. La formación personal requiere capacidades para conocer lo que se precise en cada momento y no por conocimientos obsoletos instalados en su mente”. Esto nos lleva a un error respecto de las consecuencias de la 4RI: pensar que mercado de trabajo y empleo conforman una relación constante y que la amenaza de las próximas tecnologías exige restablecer el equilibrio perdido. Cuando nuevas tecnologías transforman la estructura de relaciones sociales no es posible volver al estadio anterior sino que surge una nueva relación.

Debemos re-significar el trabajo superando la oferta y demanda de empleo. En un viejo relato un viajero interrogaba a trabajadores en una cantera sobre aquello que hacían, obteniendo diferentes respuestas. Uno dijo que picaba piedras; otro respondió sobre su quehacer diciendo que se ganaba el pan para su familia y un tercero dijo: “Construyo una catedral”. Es decir, igual trabajo pero distinto sentido según la consideración desde lo exclusivamente individual o bien diferentes contextos, en los que una misma cosa adquiere distinto valor. Sería interesante saber qué respuestas a igual pregunta darían hoy nuestros políticos.

Otras ideas obsoletas a revisar: la creación de empleo depende de la inversión externa que requiere garantías u otras facilidades (externalidades para las corporaciones). Lo necesario para la creación de empleo es información, conocimiento y creatividad. Nuevos, porque aquellos obsoletos son obstáculo y no solución. En este punto la educación, más que cualquier otra potestad del Estado, juega un rol vital.

Porque a diferencia de lo que se plantea en más de un reclamo callejero, el Estado no tiene entre sus deberes para con los ciudadanos el de dar empleo. Salud, justicia y educación, eso es lo que debe garantizarnos. El empleo lo debe propiciar mediante políticas públicas que requieren información, conocimiento y participación de todos los actores involucrados en la relación laboral: empresa, trabajador; gobiernos nacional, provincial y municipal; mercados y centros educativos de cercanía y globales. Porque las políticas generales no resuelven situaciones específicas. Los cambios impactan de manera diferente por regiones, sectores, culturas locales y por los mercados. No son suficientes “soluciones lineales” sino enfoques sistémicos, y considerar que todas ellas producen impactos positivos y negativos simultáneamente, oportunidades y riesgos que deben preverse con anticipación. Cada nuevo trabajo implica la de-saparición de uno anterior, o bien puede leerse como que detrás de cada trabajo que desaparece, hay un naciendo pero que requiere nuevas habilidades, totalmente distintas a las ya conocidas.

Este fenómeno es mundial, no se llama Mauricio Macri y seguirá su curso con Alberto Fernández.  Por esta misma razón y esta vez a favor del empleo, las tecnologías son globales y no necesitan nacionalizarse; están al alcance de todos. De hecho hay “startups” (emprendimientos tecnológicos de rápido crecimiento) nacidos en nuestra ciudad, similares a los que pueden generarse en Sillicon Valley. Pero no hay solución sin participación, ni sin nuevos abordajes. Se requiere de organizaciones en todo el país para el desarrollo sumado de tecnologías y de capacidades; superando la relación individual trabajador-empleador hay que pensar redes de trabajo que producen valor. En diferentes ámbitos:  transporte y logística, producción de bienes, automatización del trabajo, provisión de energía, agua y saneamiento; construcción, comercio e intercambio, impactos remotos, cuidado de la salud, adquisición de información, producción de experiencias, seguridad y protección, cooperación y confianza, sentido de la existencia, estructuras de poder.

Sin duda las nuevas tecnologías requieren nuevas habilidades para la fuerza laboral en cualquier lugar de nuestro país. Crear centros con la participación de trabajadores, socios productores y la colaboración de los recursos educativos y de investigación locales para promover y desarrollar las habilidades avanzadas necesarias, junto a las tecnologías que inexorablemente vendrán en el futuro inmediato a fin de conformar la futura fuerza laboral para fabricar los productos del mañana es el camino. En nuestra ciudad, propiciados por el Estado provincial, funcionan el Club Social de Innovación y el Polo de Innovación Tecnológica (PIT), donde se ofrece orientación y asesoramiento para quienes deseen emprender con la lógica de los tiempos que corren. Deberían estar llenos de ciudadanos, de los que no tienen trabajo pero ganas de hacer algo y de quienes anticipan que lo que hoy ofrecen en breve no será ya demandado por la sociedad. Lo mejor que ha aportado la Cuarta Revolución Industrial a nuestro amplio y dispar país es que “Dios ya no atiende solo en Buenos Aires”, ya que gracias a las comunicaciones y a la facilidad de acceso a la información, desde un pueblo recóndito de la Pampa Húmeda puede surgir el próximo Mark Zuckerberg, es decir que además de calificar a este momento del mundo laboral como crítico, también podemos describirlo como un momento de igualdad de oportunidades como nunca antes se vivió.

El asunto está en aprehender esta nueva realidad y comenzar a vivirla de una vez por todas, sin buscar más culpables. Es el género humano que evoluciona y no es el Estado sino el propio hombre el que debe encontrar su camino de supervivencia en la nueva era.


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